Sonaba y sonaba mi celular. Aquel hombre tomó mi celular y lo apagó. Lloré aún más, todo esto era demasiado para mí.
Sentí como bajaba la intensidad de sus embestidas, se corrió en mis pechos... ¡Que asco! Él, se dispuso a besar mi cuello con más calma.
—Para por... Favor—Le rogué llorando.—
—¿Acaso no te gustó, preciosa?—Rió sarcásticamente.
—¡Eres un enfermo! ¿Como me puedes preguntar eso?—Y por primera vez, mis manos golpearon su pecho en busca de una salida.
—Ya basta, maldita perra.—Golpeó mi mejilla fuertemente. Yo lloré por el impacto y dejé de golpearlo.
—Dulces sueños muñeca.—Me besó cortamente para desponer a vestirse, se iba.
Se fue, y solo lloré como una bebé. Sentía como un líquido salía de mí, me dispuse a verlo pero al sentarme en la cama me dolió como el infierno. ¡Por Dios santo! Mi intimidad dolía como mil demonios. Mire hacia ella y vi como salia sangre de ésta. Lo odio, enfermo de mierda. ¿Quién eres?
—¿Que hago?—Lloriqueos salían de mi boca, estaba realmente mal.
Tome mi teléfono, lo prendí y llamé a Christopher. 3 tonos después contestó.
—¿Rose? ¡Nena! Estaba preocupado por ti...—Dijo rápidamente.
—Ven... Ven a mí... Casa—No tenía fuerzas para hablar, sentí como perdí el conocimiento, y caí en un profundo sueño.
¿Que me pasó?
—¿Rose?... ¿Roselyn? ¿Estas bien?—Preguntó Christopher pero nadie respondió.
Éste, se encontraba colocándose su vestimenta para dirigirse a la casa de la chica que lo volvía loco, Rose.
Últimamente lo había estado llamando en la madrugada pero eso no le importaba, ¿Quién era ese que le mandaba esas cartas?