Querida Rose

Capítulo 18.

—Hola muñeca.—La sonrisa de éste era bastante grande. No se esperaba verlo por aquí y justo ahora.

 

—¿No te alegra verme, hermosa?—Se bajó de su auto haciendo pasos decididos hacia la señorita con un gran estado de impresión de parte de ella.

 

—A ver grandísimo animal, ¿que no te quedo claro que yo no te quiero ver ni en pintura?—Se levantó y secó sus lágrimas con rabia. Era lo último que faltaba, y nada más estaba empezando el día. 10:50 am, que desastre.

 

—A ver mi vida, no te ilusiones mucho que yo nada más pasaba por aquí princesa, pero pues mira que sorpresa me vine a encontrar.—Se acercó a ésta y le demostró su mejor sonrisa arrogante.—Te veo muy mal chaparrita, mira para que veas que ando de buen ánimo te ofrezco llevarte. ¿Que dices muñeca?—Se acercó un poco más a Rose mirándola a sus ojos con esa sonrisa arrogante que lo caracterizaba. 

 

Ésta río sin gracia con un gran estrés por todo lo ocurrido y ahora esto.

 

—¿Que, qué digo? ¿Acaso eres idiota o qué? Ah no, si es cierto. ¡Ya lo eres!—Recalcó con enojo.—Yo no necesito nada de ti, quítate mejor, me voy porque ya arruinaste más mi día, Máximo.—Lo empujo y tomo su rumbo sin saber a dónde ir, solo quería irse lejos de éste.

 

Máximo río sin gracia, se volteó a verla y la alcanzó tomándola de su brazo delicadamente.

 

—Por lo que veo no trajiste auto, te puedo llevar Roselyn.—Y por primera vez no la miraba como si fuera su presa sexual ni le sonreía como si fuese el rey del mundo. Sus palabras salieron con calma de su boca.

 

Roselyn solo tenía dos pensamientos en ese momento:

 

1-Okey, puedo irme ahora mismo a mi casa y olvidar por un momento que lo odio hasta que llegue a mi casa.

 

2-Golpearlo y seguido matarme porque ya todo valió madres hoy. ¿Qué hacer?

 

Parece ser que sólo Máximo es mi única salvación a casa. Pero sería algo hipócrita subir a su auto he ir a mi casa como si nunca nada hubiese pasado... Ay ¡mierda! Hubiese preferido encontrar a Tom, ese vecino un poco extraño pero es mejor que tener de frente a este animal andante con forma de "hombre encantador". Calmate Prescot actúas como unas adolescente de 15 años, ya eres unas mujer de 22 años.

 

Máximo carraspeo su garganta esperando una respuesta de la chica.

 

—¿Y entonces chaparrita? ¿Sí o no?—La miró con una mirada penetrante. 

 

—Av. Americana Street 246.—Le miro con pesadez y subió a su auto dando un portazo a este con obstinación 

 

—Ay chaparrita.—Su risa era irónica, caminó hacia su auto, arrancando a la dirección dada por Rose.

 

—Bueno, ¿y tu qué? ¿Que haces aquí?—Escupió cansada. 

 

 —Ya bajale a las defensas ¿no? ¿Porqué tan interesada me extrañaste?—Río aparcando su auto al frente de la casa.

 

—Primero, no me interesa nada tuyo. Segundo, te pregunto porque no quiero que vengas a joderme la vida otra vez idiota.—Lo miró con molestia. Quitando su cinturón de seguridad, camino hasta su casa abriendo la puerta de ésta.

 

12:00 pm. Hora del almuerzo su hermano vendría en camino. Lo llamó, al tercer tono contestó.

 

—¿Hola?—Contestó Jonathan.

 

—Hola mi vida, soy yo. Oye ya está lista la comida. ¿Por dónde vas?—Preguntó sirviendo la comida en la mesa.

 

—Si, ya voy llegando. ¿Y eso que estás tan temprano en casa?—Preguntó extrañado. Normalmente su hermanas llegaba a 3:00 pm y él debía hacer su almuerzo excepto cuando ella salía temprano de la universidad. 

 

—Cosas que pasaron mi amor cuando llegues te cuento, te dejo mi cielo.—Colgó.

 

El timbre sonó, extrañada abrió la puerta.

 

—Hola.—Le sonrío amablemente.

 

—¿Que haces aquí?—Su mirada estaba expresaba asombro.

 

—Hola, buenas tardes. ¿Usted es?—Jonathan se colocó al lado de aquella visita ubicada en la puerta. Recién llegaba a su casa.

 

—¿Esas son maneras de recibirme, linda?—La miró con una sonrisa que transmitía más que amabilidad. Ignorando totalmente al chico que preguntó sobre su presencia. 

 

—¿Se conocen?—Los miró buscando respuesta de lo ocurrido. Le irritó que lo ignoraran como su nada. 

 

—¿Porque no le cuentas Roselyn?—Le sonrío con un poco de malicia, mirando a su hermano, lamió sus labios, recargandose en la puerta con sus brazos cruzados.

 

—¿Y entonces?—Dijo Jonathan mirando al tipo, no le daba buena espina. 

 

 

 

 

 




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