Querida Rose

Capítulo 23.

–Soy Máximo.–Aquel hombre entró sin previo aviso, y nos miró atentamente. 

 

–¿Qué acaso a usted no le enseñeron que debe esperar a que le permitan entrar? señor Nolan.–Tom estaba un poco molesto por la forma tan "confiada" que tomó Máximo de entrar a la oficina. 

 

–Mmm lo lamento señor, ¿Pero usted es?–frunció su ceño confundido. Y me miró especulante.–¿Donde está el señor Richie? Rose.–Él no parecía muy contento con la compañía de nuestro nuevo jefe. 

 

Aclaró su garganta y lo miró fijamente.–Soy su nuevo jefe, socio del señor Richie. ¿Algún problema, Nolan?–Su voz sonaba dominante al soltar estas palabras, y Máximo no le miraba de muy buena manera. No quería un ambiente tenso así que me dispuse a responder y luego irme a seguir con mi trabajo. 

 

Caminé un poco más cerca de Máximo. 

 

–Él señor Richie tendrá su nueva oficina en el piso 22, Nolan. Eso quiere decir que ahora soy secretaria del señor Holland.–Aclaré con calma.–Si me necesita, estaré en mi lugar de trabajo señor.–Dispuesta a irme tomé el pómulo de la puerta. 

 

–De hecho la necesitó para que me haga muchas cosas, señorita Prescot.–Tom interrumpió mi acción con estas palabras, y no sonaban nada sanas, sonaban a un doble sentido. Me giré y lo miré. 

 

–¿Disculpe? ¿A qué se está queriendo referir señor Holland? –Saltó a decir Máximo, entre dientes. Sus puños estaban apretados... 

 

–¿Que le pasa señor Nolan? La señorita Prescot es mi secretaria. Y la necesito aquí en mi oficina, ¿usted tiene algún tipo de problemas? Porque si es así... Usted podría empezar a buscar trabajo nuevamente en otra parte.–Yo estaba en shock, y feliz por un lado. 

 

–Ninguno.–Le miró con rabia.–Solo vine a dejar esto, adiós.–Lanzó una pila de carpetas en la mesa de trabajo y se fue dando un portazo. 

 

–Creo que yo...–Fui interrumpida. 

 

–Al parecer el señor Nolan no tiene muy buenos modales.–Sonrió cínicamente.–Quédate conmigo, Rose.–Se acercó rápidamente a mí. Me tomó de la cintura sin rodeo alguno. 

 

–Oiga señor Holland a mi res...–El estalló sus labios contra los míos, al principio me opuse. Yo no era su juguete, pero al final accedí. Y se que esto está mal, pero Dios... ¡Que rico besa!

 

Sentía su mano entrar por debajo de mi falda tocando mis piernas, y ya estaba sintiendo el calor en mi cuerpo. Un dedo de su mano se introdujo en mí. Se movía con tanta experiencia y en mi vientre yacía el placer... Un gemido escapó de mi boca, el no para a de besarme y mover su dedo que pronto se convirtieron en dos. 

 

–Tom...–En medio del beso dije esto, pero el no queria parar y yo tampoco queria que parara pero debía hacerme respetar, por mucho que me gustara que me estuviese follando con sus dedos, no podía ni debía... 

 

–Tom, para.–Me aleje de él.–No soy tú juguete sexual, tampoco soy una cualquiera. Así que respetame.–estaba acalorada y muy excitada. Pero debía razonar. 

 

El sólo río. 

 

–No eres mi juguete sexual, y tampoco creo que seas una perra. Pero, ¿porque parar cuando tus bragas están tan húmedas?–Tomó mi labio inferior con sus dientes mordiendolo lentamente, su miraba era penetrante y fija, en mí. 

 

¿Acaso yo estaba tan urgida así? Ya pasaron dos años. No me he acostado con nadie en ese tiempo, pero solo sería un polvo nada más... ¿O no? 

 

 




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