Querido Aldrich

18

—¿Que cree que significaba aquella extraña sonata?—esperamos hasta estar dentro del carruaje para poder hablar con tranquilidad. La briza fresca de afuera me cayó mejor que aroma a incienso y té por lo que al avanzar pedí que abriera levemente la ventana para que el frío me de en todo el rostro—¿Y la fotografía?¿Aquella era...?.

—Katherine Romero—acordó él asintiendo con la mano en el mentón y los ojos puestos en el suelo a unos centímetros de mis zapatos—, si.

Luego no dijo nada más. Lo veía apretar los labios y murmurar palabras sin emitir un solo sonido, como si estuviera pensando para si mismo, y decidí que lo mejor era dejarlo en paz.

Me estiré hacia el libro al lado de su asiento y lo tome antes de volver al mío.

Lo abrí.

Las primeras páginas eran simples dibujos y títulos, tenía el nombre del autor con un tipo de letra más fina y debajo algunas traducciones a un idioma que no conocía. Pase los dedos por sus paginas amarillas, debía ser una edición muy antigua porque además olía a humedad.

Pase al índice dónde las traducciones seguían siendo indescifrables y miré de uno en uno cada capitulo. Los primeros parecían ser una introducción a la brujería y la magia negra o blanca, parecía que alguien marco las hojas doblando sus puntas, pero no detuve allí y pase al siguiente. Los rituales.

Había tres páginas que hablaban de esencias y utensilios, pero luego comenzaban las que a mí me interesaban.

Abrí el libro en el capítulo correspondiente y leí acerca del primer ritual: "La ceremonia de amor a primera vista".

Le lance una mirada al hombre sentado frente a mi, exhalé mirando a la ventana de nuevo y me acerqué a la luz para pasar las páginas y leer mejor, pero moví mal la muñeca y un intenso dolor subió por mí brazo.

Fingí ignorarlo y pase al siguiente ritual, uno de muerte y profecía que tenía las manchas de los dedos de alguien en cada esquina. La vejez de las hojas habían dejado demasiada evidencia de que aquel rito era popular y aquello me preocupo.

Pero comencé a ver los requerimientos y fruncí el ceño. Necesitaba sangre y cabello, pero además necesitaba de un fenómeno astrológico que se daba cada cierta cantidad de años. Pase los dedos por encima de los preparativos, leyendo con cuidado cada palabra y me detuve en la mancha negra encima del último ingrediente.

Parecía ser algo importante porque quien lo oculto se tomó el tiempo de no dejar una sola letra fuera. Se veían rayones y hasta lo que parecía ser intentos de cortes en otras palabras, pero en aquella parecía que se había empecinado.

Alcé la cabeza para mostrársela al oficial y de repente el vehículo se sacudió.

Ahogué un grito y dejé caer el libro cuando en mí muñeca la venda comenzó a tornarse roja y húmeda.

El carruaje se sacudió de nuevo y mi hombro golpeó contra el lateral con tanta fuerza que tuve que apretar los dientes para no gritar. Sujetaba mi muñeca contra el pecho pero aún así no parecía ser suficiente, el dolor no cedía y mis ojos volvieron a nublarse por el esfuerzo.

No tenía que perder la calma.

El oficial se puso a mi lado de un salto y me envolvió en sus brazos cuando el carruaje volvió a sacudirnos de un lado al otro. Varios gritos comenzaron a estallar fuera y sentí golpes detrás seguido de insultos.

—Tranquila—murmuró el oficial, apretándome contra él para amortiguar las sacudidas. Apartó su mano y dio dos golpes en la pared del carruaje.—Encontraremos un médico.

—No—gemí adolorida, aparte la mano de mí pecho para ver la venda y sentí la humedad de la sangre dejar una huella en mí vestido. Sangraba demasiado y el dolor era insoportable, mí herida debió haberse abierto cuando doble la muñeca—, necesitamos conseguir la informa...

—Señorita Cassian, no es necesario que la arriesguemos a infecciones cuando el libro la esperara para ser investigado.

Alguien del lado de afuera dio dos golpes en el techo del vehículo en respuesta y sentí como si mi mente se vaciara de un momento al otro.

—No lo dudo, señor Clive, pero me temo que no tenemos tiempo que perder—hablar me costaba por el dolor pero al ver la sangre en mí venda, bajando por mí brazo hasta mí codo. Solté una mueca.—El ritual podría ser esta misma noche y nosotros perderemos el tiempo con una nimiedad.

Él río divertido y algo preocupado, y cuando hablo su voz salió suave y tranquila.

—Usted es toda una detective, señorita Cassian, pero hasta los mejores siguen siendo vulnerables—ajusto su agarre sobre mí hombro aunque el carruaje ya no se sacudía y olvidé que debía apartarme.—No sé preocupe, el médico donde la llevaré es un experto.

Asentí por qué otra cosa no podría hacer y dejé que él me sostuviera con fuerza. No sé si funcionó para algo en mi herida, el dolor no menguaba y parecía que mas sangre, salía empapándome la manga del vestido, pero en mí cabeza sentí una calma indescriptible que no sabía de dónde nació pero me hizo tener confianza en él y acurrucarme sin tener miedo a que alguien me encierre por ello.

***

Cuando el vehículo se detuvo la sangre de mí vestido había comenzado a enfriarse y la cabina entera se había llenado de aquel familiar olor metálico que me hacía fruncir la nariz.

Julián me sujeto con fuerza y en cierto momento también me tendió un pañuelo para contener la sangre ya que la venda estaba irreparablemente húmeda.

Decidí llamarlo por su nombre de ahora en más, arriesgándome a crear un vínculo informal con él y rompiendo las reglas que yo misma puse aquella mañana. ¿Qué más daba si lo consideraba más cercano? En ese preciso momento me estaba abrazando mientras yo contenía las lágrimas de un dolor tan profundo que costaba cada fibra de mi conciencia. ¿Qué más daba si me acurrucaba contra él y perdía la noción de lo que era prudente o no? Nadie nos estaría viendo, nadie sabía quién era, y yo estaba tan cómoda que me costaba recordar un momento en que me sintiera igual.




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