-Pf.
Suelto, mirándolo como intenta pescar con una lanza de madera.
-¿Qué?
Me pregunta, regresando con el pescado.
-Esto no es una película.
-De cualquier manera debemos comer.
-No digo lo contrario. Es solo que es chistoso y estúpido, como si intentas hacerte importante.
Me explico, siguiéndolo hacia el lugar donde dejó la madera y unas piedras.
-¿Tienes un espejo?
-Sí, tengo todo el equipo de maquillaje conmigo.
Conteste con sarcasmo.
-Estaba prácticamente tirada al mar. Única cosa que tengo es este tostado.
Digo, levantando mi celular.
-Va a funcionar.
Lo dijo, arrebatándome el celular y apuntando con él al sol y la madera.
-¡Hey! Es mi celular.
Digo entre sorprendida y enojada.
-Que no trabaja.
-Él puede que no, no obstante todo lo demás sí.
-Puede ser.
-Suficiente para mí.
-Debemos encender el fuego o quieres comer el pescado fresco.
-Pero... Pero mi celular.
Lo digo triste.
-No seas un bebé.
Me dijo fríamente.
-No es como si lo necesitas aquí.
-Así que tú también piensas que no tenemos escapatoria.
Él suspira antes de mirarme.
-Génesis.
-No, no es necesario.
Lo digo con los ojos llenos de lágrimas mientras me levanto.
-Voy a pasear.
Lo digo mirando a la distancia.
-Está bien, te llamaré cuando esté terminado.
Saber que no soy la única que ve la esperanza perdida, me afectó mucho.
-Ademas, eso no te va a funcionar, hay que quitarle las escamas al pescado.
Dije, comencando a alejarme de la playa que se convirtió en mi nueva casa.
Llegué a un lado apartado que separan las rocas. Miré el agua; trasparente, olas que provocan la espuma, y un pensamiento me invadió:
No recuerdo la última vez que me limpié como se debe.
Paso tanto tiempo desde mi último baño que no lo recuerdo ya.
Desde que estoy aquí, siempre me sumergí en el mar en mi traje de baño.
¿Es tiempo de cambiar eso? A pesar de que será sin champú.
Mire a mi alrededor para asegurarme que no hay nadie mientras comience a agarrar los tirantes, para quitarme la parte de arriba. Lo mismo hice con la parte de abajo, dejándolos a una buena distancia de las olas en la arena.
Sintiendo el agua en las partes que estos días estaban cubiertas, cierro los ojos imaginándome en una bañera.
Paso las manos por mi cuerpo, por fin sintiéndome igual.
Detrás de ella, en la orilla, se encontraba Immanuel, consciente de cada movimiento que las manos de ella toman y de cada curva de su cuerpo...
Me doy la vuelta con los ojos cerrados para disfrutar un poco más mientras estoy saliendo.
Los abro ya afuera y comienzo a vestirme, antes de regresar.
-Pescado está listo.
Informo Immanuel con la voz extraña, cuando llegue.
-¿Estás bien?
Lo pregunté con la ceja levantada.
-Sí.
-Ok.
Lo acepto, a pesar de que no estoy convencida mientras me siento.
Nos alejamos.
Desde que regreso, prácticamente lo pasamos en silencio.
Estoy sentada junto al mar, jugando con un palo, mientras Immanuel está haciendo algo alrededor de su escondite, mirándome.
¿Qué le pasa?
Me pregunto.
-Hubiera comenzado a pelear si no me hubiera quedado sola entonces.
Sin embargo, es en momentos de soledad cuando a menudo nos encontramos en necesidad de apoyo. Por lo tanto, debemos asegurarnos de cuidarnos uno a otro.
Expreso mis sentimientos.
Intentando descifrarlo, estudio detenidamente cada uno de sus movimientos, examinando con la mirada los contornos de su físico. Me cautiva el enigma que presenta, incitando mi curiosidad a profundizar en él.
Mientras escudriño su presencia física, un aire de misterio lo rodea, desafiándome a descifrar sus pensamientos e intenciones.
Mi mirada se detiene en su figura, desde su rostro que no muestra emociones hasta sus anchos hombros, pasando por su espalda bronceada por el sol. Siguió bajando hasta ese culo firme y luego hasta unas piernas fuertes.
Es entonces cuando se da la vuelta y veo algo inesperado que me deja con la boca abierta.
La parte delantera de su bañador tiene una tienda como la de campamento, lo suficientemente grande como para que pueda verla desde lejos.
Es entonces cuando todo se vuelve más incómodo: esos momentos en los que una simple conversación se convierte en una incomodidad insoportable. La tensión flota en el aire, haciendo imposible encontrarnos con la mirada del otro.
Estoy sentada debajo de mi palmera sin poder dejar de pensar en lo que vi.
Eso no puede estar por mí. Eso hubiera sido asqueroso.
No es que no lo hubiera entendido. Yo siempre tengo afecto sobre los hombres, pero nosotros nos odiamos.
Levanto mi ceja al mirarlo.
-Tú de verdad estás inteligente a veces.
Me dice, llegando a mi lado y sentándose, sacándome de mis pensamientos.
-¿Solo a veces?
-No provocas.
Me dice antes de mirar su escondite.
-Me esfuerce para hacerlo y levantarlo. ¿Y para qué? Un viento es suficiente para destruirlo todo.
Yo permanecí callada como quiso, solamente mirando su rostro.
De repente comienza a relampaguear y el cielo se abre.
-Solo esto nos faltaba.
Dijo Imamnuel sarcásticamente mirando la lluvia que comenzó.
Miro como llueve cuando se me ocurre:
-¿Tenemos los cocos vacíos?
-¿Por qué?
-Para colectar la lluvia, en final no es salada...
Explico, deseando por fin beber agua.
-¿No debería estar sucia?
-Bueno, tu toma el mar y los cocos, yo quiero agua.
Me levanto y salgo debajo del árbol.
-Y no me hagas comenzar sobre la piel salada.
Después de decir eso, comienzo a limpiarme y colocar los cocos en la lluvia.
-Está bien.