Un buen vino
Estoy en una esquina de la casa con una copa de vino en la mano sintiéndome completamente fuera de lugar, viendo el patético espectáculo que hacen todas antes que la novia lance el ramo por los aires y caiga encima de alguna desdichada. Me pregunto, ¿Quién habrá creado este mito patético acerca del ramo de la novia? Quiero pensar que, si de alguna manera, las chicas lograran verse hacer tal ridículo ni siquiera lo harían.
Aunque claro, es una costumbre muy antigua en las bodas.
Tomo un sorbo de vino, cuando el ramo sale volando por los aires, me burlo un poco de todas saltando casi en cámara lenta para agarrarlo y lograr tener un poco de suerte en el amor, pero todo termina siendo tan banal que tengo que morder mi labio inferior para no reírme descaradamente y que las tías de Sabrina no vuelvan a interrogarme sobre el por qué no estoy haciendo el ridículo con las demás invitadas.
La respuesta directa sería: Mi vida amorosa no depende de una tradición y por todos los cielos, no pienso casarme jamás en la vida, no. Sin embargo, soy un poco más cordial de lo que parezco y mi respuesta sería exactamente la misma: Ya tengo uno en casa, sigo esperando que me de suerte.
Esto no es del todo falso. Hace dos años, cuando Lili se casó, asistí a la boda y participe en contra de mi voluntad al tonto circo de las solteras, corriendo con la suerte de que el ramo cayo en mi cabeza y horas después conocí a quién sería mi novio por un año, después de ahí, mi vida amorosa desapareció por decisión propia, me mude a Madrid y volví a mi único y verdadero amor, la pintura.
Uno...dos...
- Tres.
Murmuro desanimada con mis labios contra la copa, viendo caer el ramo en mis pies. ¡Mierda! Me agacho para tomarlo y volverlo a lanzar, pero cuando alzo la mirada es demasiado tarde, Leslie se acerca a mí con rapidez, puedo ver el brillo en sus ojos; su sonrisa se expande ampliamente en sus labios.
- Cuando te toca, te toca. –Dice abrazándome.
La rodeo con mis brazos fuertemente y sonrió rendida ante esta absurdez, supongo que no puede ser tan malo tener uno más en casa.
- Espero no me toque. –Confieso en su oído.
- ¡Ay, no empieces! –Se queja soltándome.
- Si sabes como soy, para que me invitas.
Me encojo de hombros y ella me da un leve empujón, entonces ambas nos reímos volviendo a ser las hermanas de siempre. Leslie es mi mejor amiga, solo viaje hasta Italia porque me pidió ser la madrina de su boda, toda la familia vino y yo no podía negarme, después de todo soy casi culpable de esta situación.
- ¡Aquí estás! –Paul rodea su cintura tomándola por sorpresa para besarla.
Paul es la persona encargada de robarse a mi mejor amiga por un año entero, de hecho, él la trajo aquí y eso cambió muchas cosas, la principal es mi horario de sueño, he tenido que trasnocharme horas para escuchar sus dramas maritales, que al final no me molestan, porque me parece que se lo debo; después de todo, fui yo quién involuntariamente los presentó.
- Ella tiene el ramo. –Dice en un murmuro. Mientras Paul se digna a mirarme con sorpresa y cierta mueca de burla en su rostro.
Revoleo los ojos entregándoselo y terminando el vino en mi copa. –Aún puedo oírte. -Paul sonríe y ladea la cabeza diciendo: -Estás a tiempo de quemarla. –Refiriéndose al ramo. Leslie lo golpea brevemente y nos reímos.
Sí, parecemos una de esas novelas costumbristas donde lo único que hacemos es reír y pensar que la vida es color rosa, pero estamos en un matrimonio, tengo suficiente con mis pensamientos al respecto.
- De seguro te encontraras a Atlas por ahí, en algún lado, ha estado preguntando por ti. –Agrega Paul volviéndome a mirar burlonamente.
¿Podría ser peor?
- Entonces es momento de esconderme en la cocina. –Tomo la copa de champan de su mano guiñándoles el ojo intercambiándola por el ramo y alejándome de ellos rápidamente.
- ¡No puedes huir siempre Lea!
Grita entre risas y aprovecho la oportunidad para sacar mi dedo poco educado sabiendo que lo vera. Me alegro mucho por ella, al menos esa noche salió algo bien; ella conoció a quién hoy es su esposo y yo, agregue una historia más a los relatos que estoy escribiendo.
¡Una cita a ciegas, jamás es una opción!
Cruzo toda la casa de campo de los papás de Paul hasta llegar a la cocina, realmente contrataron demasiado personal, entran y salen, con rapidez e inercia.
He estado aquí antes, en el cumpleaños de Paul, así que sé dónde guarda mi vino favorito que casualmente, también es el suyo. Entro con cautela a la cocina, pero la gente ni siquiera parece notar mi presencia, así que me acerco a la mesa de mármol tomando una de las sillas esperando nadie lo note, de todas formas, Paul no se molestará si lo tomo.