Querido Wellesley - El Duque y Yo

Capítulo 11: Walmer

Tal vez esta historia no se parecerá mucho a la que contaré, pero sí tendrá algo pequeño en común, la lucha por construir un verdadero amor, el deseo por estar junto al ser amado y la razón de morir en brazos del verdadero amor.

Hace veinte años, la familia de uno de los barones de Wellington fue consumida por las llamas de su propio castillo, un incendio misterioso que acabó con lo que parecía ser la familia completa de un amor, el barón James Edwards de la casa de Wellington falleció junto a su mujer Emma de Edwards y junto a su pequeña hija de meses Emily Edwards, la pequeña baronesa.

Después de ello, el duque de Wellington decidió reconstruir, Farleigh Hungerford Castle, el castillo donde vivía la familia Edwards y mantenerlo como un vivo recuerdo de aquellos que murieron en el incendió, nadie nunca ha vuelto a vivir ahí, la limpieza permanece como en aquellos tiempos, porque aún se cree que sus espíritus prevalecen.

— Es hermoso… —y claro que lo era, Emily apreció el castillo con el velo blanco de la nieve sobre él, sus estructuras eran de lo más antiguas, pero seguían perfectamente cuidadas y la habitación de la hija de los barones seguía con la luz encendida, hasta que la noche llegaba y era apagada.

El duque de Wellington decidió que fuera así, como un simbolismo de que cada día que pasaba, el recuerdo palpitante de la familia Edwards compartiendo los momentos con su hija eran certeros y constantes, porque así lo demostraron durante el tiempo en vida.

Y era cierto lo que decían de los barones Edwards, su castillo siempre estaba cerca del pueblo, prácticamente podías cruzar la calle y estarías enseguida en el pueblo que pertenecía a Farleigh Hungerford, casi podía imaginar a los barones entre las ventanas de aquel castillo. Pasado el castillo de Farleigh y el pueblo, casi a treinta minutos certeros, el castillo y fortaleza medieval de Walmer, construida en la ciudad de Walmer entre 1539 y 1540 a instancias del rey Enrique VIII. Fue uno de los castillos construidos con el objetivo de defender a Inglaterra de las invasiones francesas y del Sacro Imperio Romano Germánico, en la costa del país.

No se había cambiado su estética porque era parte de la historia de nuestra nación. 

— estamos por llegar —anunció el señor Ferb y de inmediato levanté mis guantes y me los puse— cada que llegas a un recinto es importante que nada te falte al bajar —explique a Emily— no puedes hacer nada fuera del auto, ni detenerte en el caminar —Emily torpemente me seguía la corriente al ponerse sus guantes, el frío se aprovechaba de la piel tan débil de todos y nos atormentaba con el estado tan hipotérmico que era capaz de dar.

— Saldré de primero y abriré la puerta para que puedan salir —se aproximó a decir Granger en dirección a Emily, los guardias se habían formado en la entrada, el protocolo real de bienvenida, cada uno con su espada, mirando el frente, el señor Ferb se aproximó y estacionó el auto, de inmediato una mujer de aparente nerviosismo por su manera de caminar tan rápida, llegó a nosotros con paraguas, tras de ella dos mucamas y supuse que sería la institutriz del palacio.

Granger abrió la puerta, antes de presentarse ante la señora que particularmente me recordaba a mi querida señora Hamilton, era adulta, pero parecía que a diferencia de la señora Hamilton, ella lucía asustada en cada oportunidad o tal vez era por la visita inoportuna.

La puerta se abrió y Emily me miró, vi el pánico en su mirada, pero sonreí apoyando su aparente inquietud y salió del auto primero que yo, Granger sostuvo su mano, mientras yo salía tras de ellos, Granger entonces me ofreció también la mano y la sostuvo fuertemente.

— cuidado, mi señora, el piso tiene hielo —me sostuvo para evitar tropiezos.

— su majestad —la institutriz de inmediato quiso realizar una reverencia, pero al hacerlo, el paraguas pronto chocó con la cabeza de todos y Granger trato de tapar la mía con su mano antes de que llegará a tocar mi cabello, tanto así que pude tenerlo tan cerca como fue posible, la señora se dio cuenta de su error y de inmediato pareció querer corregirlo levantándose— ¡oh! ¡Cuanto lo siento! —no me había percatado que Granger olía tan bien, pero tampoco de la pequeña y casi invisible cicatriz en su comisura derecha, una pequeña marca que me llenaba de intriga.

— ¿Está bien, alteza? —pero se perdía cuando él hablaba, se separó de inmediato y arregló su camisa.

Asentí a Granger— no te preocupes —y volví a centrarme en el cuarto eslabón de mi círculo— un placer conocerla, ¿su nombre? —atemorizada, pero sin rechistar, la señora respondió:

 

— Minimed, su majestad —sus manos temblaban, pero ese nombre era sencillamente singular.

— Minimed —comenté— nunca oí un nombre igual —admití con una sonrisa.

De pronto algo en ella pareció sentir alivio al verme sonreír y lo hizo de igual forma— gracias, majestad —

— ¿nos invitas a pasar? —pregunté al verla que se quedaba en un silencio ensoñador, era su deber mostrarnos el palacio y darnos un recorrido antes de llegar al duque, por lo cuál Minimed lo recordó y asintió— Fiona, Delany, encarguense de llevar a los demás, mi señora —pero sus órdenes parecían ser claras, ambas mucamas de inmediato se acercaron y acompañaron a Granger y Emily, me alejaron temporalmente de ellos, mientras Minimed me llevaba por el camino de los soldados.

Minimed era singularmente más anciana que la señora Hamilton, pero vestía de alegres tonos y tenía una flor en su cabello, suponía que era artificial ya que los jardínes en esta época de invierno estaban completamente cubiertos de un manto blanco.



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En el texto hay: invierno, baile, amor

Editado: 14.10.2023

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