Aprendí a mentir.
Aprendí tanto que no me costó nada fingir armonía al llegar a casa, al cenar, y al subir a mi dormitorio.
Era tan simple para mí lograr un grado de empatía e integración que a veces he llegado a dudar que tanto de eso realmente es intencional, ya era mi forma de vida.
No tenía las ideas ordenadas en mi mente, de hecho todo era un caos y un completo ruido silencioso. Intente oscurecer y silenciar mi cuarto de la mejor manera, eso me ayudaría a aclarar mis ideas. Pero se sigue sintiendo ruido, el ruido del desorden y la desorientación. Tomo mi computadora y busco la programación del informativo de hoy. Ellos cuentan con sus emisiones grabadas, con su precisado "archivo al ojo público" que no hace mucho implementaron como manera de retener audiencia. Este era reciente y no contaba con muchos comentarios, de todas maneras no eran relevantes, era más importante discutir porque motivó en todo el fin de semana no hubo deportes y no que pasó con aquel hombre. Pude ver la grabación, en el minuto 23:45 del vídeo de una hora total. Allí volvían a dar aviso del terrible mensaje, de la muerte y de cada uno de los detalles. El como murió, debido a qué, en qué posición, y el archivo que lograron ubicar.
Mi voz.
La escucho varias veces, bajo las velocidades y el volumen, hasta perder el entendimiento de esas palabras que se repetían un montón de veces. Lo freno y lo escucho, una palabra menor, justo al final.
"Wangiri"
Se repetía varias veces en el audio, pero era casi incomprensible, a menos que centraras toda tu atención en ello, o a menos que sepas que significa. Al trabajar en un call center supe conocer varias cosas, y entre todas ellas, estafas. Esos mensajes que nunca escuchas en tu casilla, o aquellos que se repiten siempre que levantas el tuvo o las llamadas perdidas que quieres intentar contactar, generan cargos que luego no conoces en tus facturas. Eso hacen los estafadores con el término "wangiri", estafar a la gente en afán de su curiosidad o preocupación.
El mensaje que recibí aquel día era parte de esta estafa, alguien me lo envió de forma aleatoria, a mi y a quien sabe cuántos más, pero por más que esa persona sepa que ya lo escuché, algo me tranquiliza, no soy la única que escucho a ese hombre, no fueron sus últimas palabras. El nunca hablo conmigo.
Yo no tengo la culpa de nada.