Apretaron mis manos con fuerza con algo que no quise saber qué era. Me permitían respirar pero entre los nervios y la ansiedad era todo una tarea. No podía ver, no lo creía justo ni necesario, “no quieren que los demande”, pensé.
Varios pasos cerca mío me hacían sudar cada vez más, ¿porqué los nervios?, me preguntaban una y otra vez. Silencio, esa era mi respuesta. Los pasos aumentaban y se aceleraban, disminuían al estar cerca y frustrados, arrastrando los pies, volvían por donde vinieron, no lograban sacarme nada y no estaban contentos.
En determinado punto se aceleró el ambiente, el aire se redujo y el ruido aumentó, supe que alguien importante acababa de llegar. Se acabaron las risas, los cigarros y las mandíbulas mascando llenas de comida. Se pusieron a trabajar y a teclear de manera furiosa, fingiendo más de la cuenta. La puerta se abrió y el silencio reinó, una mujer entró a la habitación donde me encontraba, lo deduje por su fuerte perfume, mezclado con el aroma de alcohol en gel que seguro se colocó en las manos luego de tomar el pestillo. No se oían tacones, debería de ser oficial, o alguien mucho peor. Nadie la saludo, pero sentí muchos movimientos, ¿señas tal vez?, es probable, puede que no quisieran detectara su voz, no había tenido suerte hasta entonces, no conocía a nadie. La mujer se me acerca y su aroma me eriza la piel, no solo olía a poder, una mezcla entre perfume y billetes, si no a estrés, una mezcla entre café, cigarros y chicles, uno que ahora mismo estaba mascando.
Toma un papel, o varios debido al ruido, y los revisa, era una carpeta, por lo que pude adivinar después, por el viento que hacían sus tapas en mi rostro, pesado, a diferencia de las hojas. La escucho carraspear y me tenso, la tengo muy cerca pero mi postura debía ser la misma, tengo que salir de aquí.
- ¿Cómo te gusta que te llamen?.- no respondo.- Kilian, ¿es de origen israelí? Si es así debes haber tenido problemas.
Sigue revisando los nombres, Kilian no es israelí, es celta, pero dudo algo de que su intelecto comprenda lo que era ese lenguaje. Dejo escapar un suspiro cuando siento que una mano pasea sobre mi hombro, desplegando los dedos, dejando mis sentimientos a flor de piel.
- No me interesa ayudarte Kil, pero te ofrezco un trato. Tu me dices cómo conseguiste ese programa, y yo te prometo seguridad personal, la que necesites.
No tengo interés en una seguridad, vaya a donde vaya me van a reconocer, no me van a dejar en paz, dudo incluso si vivir me sea una opción. Las cosas se descontrolaron, no pude actuar bien y ahora tengo mi castigo, pero no merezco estar aquí. Pudiendo estar salvando a..
- ¡Kilian!- golpea la mesa- No quiero sonar cliché pero realmente mi paciencia no es la mejor, soy una mujer sabes de eso.
- Que poco quiere a su sexo para menospreciarse de esa manera.- hablé, lo sé, pero no pude evitarlo.
- No confundamos las cosas, de todas maneras me alegra que tengas una voz, una que puede contar mucho, y que puede ayudar, ¿a que sí?
Silencio, no digas más, no tendrías que haberlo hecho. Nadie respira, Dios, esto va a matarme.
La siento dejar la carpeta sobre algo, no muy lejos de mi, y decido qué hacer. Hago un leve movimiento con mis pies y me noto libre, no me ataron. No dudo y me levanto dando un gran empujón con mi pierna a la mesa delante de mi, qué tal como pude adivinar por el arrastre, era grande porque logro atropellar a varios. Me lanzo debajo buscando tiempo para quitarme la venda y lo logro. Luego vuelvo a empujar la mesa, esta vez dandola vuelta, hasta que al lanzarla un calor recorre mi brazo.
Estoy herido.
La vista está nublosa por el apretón de la tela, a tientas busco una ventana, una puerta, lo que sea, pero otro calor me hace quebrarme de dolor, me obliga a caer de rodillas. Esta vez en el estómago. La mujer me toma del poco pelo que me queda y pone un cañón hirviendo cerca de mi frente.
- Si quieres vivir me vas a tener que ayudar, y no tengo problema en dejarte paralítico.
El calor empieza a consumirme, ella sigue sosteniéndome y quiero poder encontrar más fuerza interna pero no la tengo, debo parar. Solo por esta vez, me debo rendir.
Levanto el brazo bueno a modo de paz y me suelta, lo siguiente que siento es el frío mármol contra mi sien.