¿quién eres?

Capítulo II

Los dos últimos meses habían sido una montaña rusa. Y Camille había estado tanto en la cima como en el fondo.

En la cima gracias a las personas que tenía a su alrededor—Alessia y sorpresivamente Dante, con quien había desarrollado una gran amistad con el paso de los días—y en el fondo por nada más y nada menos que el castaño de rulos llamado Ed.

Camille había pensado que era algo pasajero y simple, se había quedado asombrada por él ¿y qué más da?, pensó que pronto se le pasaría. Pero gracioso es el destino que la llevaba a toparse con él todas las veces que había una sesión de fotos, Odette insistía en que se quedara cada vez que tenían que hacer más fotografías para la página y por supuesto que Camille no podía decir que no. Y entre una de esas tantas noches también se enteró de algo que fue bueno y malo dependiendo de cómo lo miraras.

—Bien, ahora somos tú, el amargado y yo. —Dijo Dante pasando su brazo izquierdo por los hombros de Camille.

—Oye, no le digas así. —Dijo Camille con una sonrisa mientras quitaba el brazo de Dante jugando.

—Nah, él sabe que lo llamo así, yo mismo se lo he dicho. —Dijo Dante moviendo las cejas de arriba abajo juguetonamente. —Lo cual me recuerda, ¿no te parece raro que me hable más a mí que a ti? ¿Qué le has hecho?

Camille solo lo miro incrédulamente y respondió.

—Me indignas. —Dijo Camille llevando una mano a su pecho. —Y no le he hecho nada, he tratado de ser lo más amable y sociable posible.

Cuando Dante estaba a punto de responder Odette se apareció con paso rápido hacia la puerta para abrirla y revelar a dos personas: una muy conocida para Camille y la otra una completa extraña.

Las dudas de Camille fueron respondidas inmediatamente con lo que dijo Odette.

— ¡Edward! Finalmente trajiste a tu novia. —Dijo Odette mientras saludaba a la pareja.

—Odette, ella es Sarah y Sarah, ella es Odette. —Las presentó Edward con una gran sonrisa en su rostro.

—Es un gusto finalmente conocerla. —Respondió Sarah.

Auch.

Está de más decir que las visitas de Sarah a partir de aquel entonces fueron muchas.

Nuevamente, de todos modos, ella no tenía tiempo para aquello. Camille tampoco creía que Edward se pudiera fijar en ella de todos modos.

Asimismo por el transcurso de los días y el espacio de trabajo de ambos hacía inevitable que no intercambiaran algunas palabras. Y eso fue lo que hizo que Camille pasara de una simple atracción a gustar de él. Siempre se mostraba tan amable y cariñoso con Odette, ojalá algún día puedan llegar a ser lo suficientemente cercanos para que se gane su confianza, e incluso las veces que Sarah venía con él—porque sí, ella los observaba masoquistamente—, él se mostraba muy caballeroso. Y los chistes que contaba—y que él juraba que eran graciosos, pero no lo eran—lo hacían una persona carismática y no alguien serio, al menos con las personas más cercanas a él. Hoy en día la confianza no se puede regalar.

Después de todo Camille podía dejar los problemas del corazón a un lado y enfocarse en su trabajo, en el cual le iba muy bien.

Todo esto iba pensando ella mientras caminaba por las calles de París en un intento de explorar más la ciudad en su mañana libre, ya en la tarde entraría a su turno.

Una de las cosas favoritas de Camille de Paris eran sus construcciones pues le era una manera de recordar toda la historia y evolución que tuvo aquella ciudad, definitivamente algo asombroso. Justo en el instante en que estaba por sacar su celular para cambiar la canción que sonaba en sus audífonos, levanta la vista nuevamente a lo que le pareció ver un rostro familiar y, en efecto, cruzando la calle allí estaba. Cabello rubio platino, alta y esbelta, con ojos café y mirada penetrante, se  encontraba la misma Sarah acompañada de un hombre media cabeza más alta que ella, con cabello rubio más oscuro que ella, barba y ojos verdes vistiendo una sonrisa y mirando directamente a Sarah.

Al principio nada parecía del otro mundo, Camille estaba a punto de continuar con su propósito cuando ve como ambos se van acercando lentamente y empiezan a besarse.

A besarse.

¿¡Qué demonios se supone que debe hacer alguien en una situación como esta!? Todas las opciones que cruzaban en su cabeza eran tentadores, una de ellas, tirarle una bofetada. Pero su parte más racional de alguna manera se las arregló para sacar una fotografía con el celular que llevaba en sus manos. Y luego se alejó lo más rápido que pudo, casi corriendo.



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En el texto hay: paris, romance, amor no confesado

Editado: 26.08.2018

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