¿quién eres? - Observación

Capítulo 5.

De pronto, se cortó la luz causando que Pitu se sintiera perdida y no estaba segura ya para donde caminar, porque no sabía dónde estaba ni hacia donde quedaba el lugar. Apoyó su espalda contra una pared para sentirse al menos protegida, odiaba la oscuridad más que cualquier cosa en el mundo, le causaba un miedo horrible, se imaginaba los peores escenarios, lo pasaba realmente mal, y como le fue posible en ese momento se trató de calmar para pensar qué podría hacer para salir de allí… ¡el teléfono!, exclamó y soltó una risa nerviosa.

 

Con la poca luz que alumbraba su teléfono que de paso confirmó que había poca señal, trató de enviar mensajes de ayuda a sus nuevos amigos, indicando con lo que se podía fotografiar para así mostrar donde se encontraba, algo, cualquier cosa que pudiera ayudarla, porque no quería admitirlo en ese momento, pero estaba desesperada por salir. Su miedo latente a la oscuridad la tenía paranoica, de hecho, dudó cuando escuchó a lo lejos unas voces, y solo se atrevió a apresurar su paso con el fin de pedir ayuda, cerciorándose que su imaginación no le estaba gastando una mala broma.

 

― ¡Te espero allí!

 

Se escuchó algo más cerca la misma voz.

 

― ¡Tú y yo, vamos a hablar!

 

No podía convencerse, ¡Ay, no!, esa voz era de Santiago, ya había dado por olvidado el asunto, pero allí debe estar furioso esperándola para conversar.

 

― ¡Idiota! ―exclamó molesta sin pensarlo―. ¡Me has estado haciendo caminar en círculos!

― ¡Vamos a hablar!

― ¡Ya te escuché!

 

Del miedo pasó al fastidio en el momento que reconoció la voz de él, y cuando por fin encontró el baño de niñas, entró con ganas más de matarlo que cualquier otra cosa, porque ¿quién se creía para estar gritándole para que vaya donde está él?, si ella no era sorda ni tampoco tenía súper poderes como para aparecer al instante, pensaba Pitu a mil por hora.

 

A estas alturas lo primero que quería decirle a Santiago era que dejara de estar fastidiándola, pero justo las luces comenzaron a parpadear, y en ese instante se inquietó no por encontrarlo con cara de pocos amigos, sino que se sintió insegura, pues intuyó que algo no estaba bien, su corazón palpitando a toda velocidad solo provocó que se asustara aún más.

 

― ¡No seas idiota! ―exclamó con su voz temblorosa―. ¡Más te vale que dejes de estar jugando!

 

¡Zas!, casi se orinó del susto al ver una sombra acompañada de un halo frío, se trató de convencer con todas sus fuerzas de que solo lo estaba imaginando, ¿por qué le tenían que pasar estas cosas a ella?, sintió que no era justo, de miedo tenía hasta el grito congelado y estaba aterrorizada.

 

― ¡Te advierto…!, ¡te advierto que tengo gas pimienta y no voy a dudar en usarlo, idiota!

 

La sombra aparecía y desaparecía, la tenía con los nervios de punta casi al borde del llanto desconsolado, pero se aferró a la idea de cometer hasta un asesinato si todo resulta ser parte de una broma... y de la nada todo quedó en negro.

 

En un espacio casi sin tiempo se despertó Pitu, no tenía idea cuándo se había dormido ni por qué se estaba despertando ahora, su cabeza no dejaba de dar vueltas, se sentía algo aturdida con una luz que parecía querer cegar su vista. Cuando se trató de sentar, una mano la detuvo con cuidado, no sabía que estaba pasando exactamente, por lo que confundida y mareada decidió cerrar los ojos para poder recuperarse de su malestar, aunque fuera un poco.

 

A pasos de Pitu se escuchó cómo discutían algunas personas.

 

― ¿Qué le hiciste?

―Nada, nada ―se excusó alguien desesperado―, no fue idea mía, Santiago.

― ¿Quién fue? ―exigió respuestas.

―Tus admiradoras, era solo una broma.

― ¿Una broma?, ¿hablas en serio?, ¡la encontré desmayada, Tuto!, se supone que tú eres el mayor de edad aquí, debiste parar todo esto.

― ¡Ya, déjalo!, hay que llevarla para que se recupere bien y que todos vean las consecuencias de la broma ―sugirió Facho quien trató de calmarlo.

― ¿Está bien? ―preguntó Tuto al verla pálida y recostada sobre el piso.

― ¡Eso creo!, ¡se despertó, pero se volvió a dormir o algo! ―exclamó Santiago preocupado.

―Necesitas tranquilizarte, lo sabes ―aconsejó Facho observando a su amigo.

―Lo sé, lo sé, al menos debo dar las gracias que dejó los papeles sobre la mesa, ¡sino no sabríamos ni por dónde buscarla, Tuto!

―De hecho, estuvo un mucho rato caminando hacia el lado contrario, después caminó en círculos hasta que al parecer reconoció tu voz y solo la siguió…

 

Habían pasado muchas cosas antes que llegara Pitu, eso lo sabía perfectamente Santiago quien debía atender y responder frente a todos, siempre se mostró dispuesto a ayudar, pero esta vez no dudó ni un segundo en cargar sobre sus brazos a una Pitu algo desorientada.




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