Él continuó repasando sus reglas de convivencia.
―Dos, no interrumpir en las reuniones ―la miró de reojo tratando de analizar su reacción―. Tres, respeto. Cuatro, no me hables si yo no te hablo. Cinco, No interfieras en mis decisiones.
Lo escuchó por algunos segundos, pero ya se estaba hastiando del asunto de SUS reglas, porque solo se trataban de cosas hacia él y no como ella pensó que eran de convivencia entre todos los del grupo, por lo que su atención selectiva se hizo presente y dejó de escucharlo.
― ¿Alguna duda, Campanita?
La irritó al escucharlo y trató de disimular su fastidio, pero se acomodó en la silla para quedar recta, además puso los codos sobre la mesa y cruzó las manos en señal de que hablaría algo serio.
― ¿Qué pasa si hay una emergencia? ―sonrió sintiéndose casi ganadora.
―Conmigo no hay emergencias ―sentenció antes de dejar la hoja e irse.
Realizó una lectura veloz a la hoja y solo había puntos enfocados hacia él, por lo que finalmente ella la guardó en su bolsillo, sin prestarle mayor importancia, porque ya se había mentalizado que ese día no daría sus opiniones. Aunque había quedado encantada con la regla cuatro, que señalaba que no le hablara sin que él le hablara primero, demasiado perfecta para ser real, pero Pitu con gusto la seguiría, incluso podría hasta sonreír sin que se lo pidieran.
Pero si quería lograr no opinar, tendría que hacer algo para distraerse y no caer en esa tentación, por lo que se consiguió una hoja de cuaderno para poder dibujar.
― Requisado ―dijo Facho quien sujetó el lápiz que sostenía ella.
―Verdad que eres el experto en armas ―ironizó sin intenciones de soltar nada.
―Lo soy ―se acercó de forma desafiante.
―Eres predecible, ¿sabías? ―y se lo entregó como si nada.
―Igual tengo más formas para invitarte a salir…
―Yo también tengo más formas para seguir diciéndote que no ―lo interrumpió cambiándose se asiento.
Gael trató de no reírse frente a Facho quien hablaba alto para hacer silencio en el lugar, y Santiago por su parte se percató en la sudadera que usaba Pitu, tomándolo como un mensaje personal, pero al recordar su as bajo la manga, se sintió satisfecho.
―Estarás de acuerdo conmigo con el hecho que ella esté usando esa sudadera de Harvard como una provocación ―dijo Santiago algo fastidiado a su amigo―, me hace recordar cuando señaló que era una universidad privada.
―Así que es eso lo que te molesta, no la sudadera en específico ―comentó Facho sin darle importancia―, ¡bah!, quizás solo le gusta…
― ¡Que me importa!, eso no es relevante.
Tuvo que enfocarse en la charla y mirar lo menos posible esa sudadera de Harvard, por lo que habló, habló, y mucho, al parecer él tenía muchas cosas que decir en ese tiempo, pero de igual forma la miró todo lo que duró la charla como un halcón, en tanto, Pitu escuchaba sin ninguna pretensión, y se dedicó la mayor parte a dibujar en un papel, escribiendo algunas anotaciones solo para ella, porque sabía que él la estaba observando, creyendo que era porque estaba pendiente por si ella lo interrumpía, pero lo que él desconocía era que Pitu se había prometido a sí misma que al menos ese día no iba a opinar nada, aunque fuera el error del siglo, además estaba disfrutando de la regla número cuatro.
― ¿Alguna pregunta?, ¿comentario? ―dijo él el alcance al terminar su charla―, ¿comentarios?
Pitu había encontrado que tenía dos errores, pero no pensaba en comentarlos y lo ignoró a él por completo.
―Comentarios ―repitió mirándola fijamente―, comentarios.
Nadie decía nada y ella disfrutaba obviándolo, porque el drama había acabado.
― ¿No tienes nada que comentar, Campanita?
Fingió monumentalmente que no lo había escuchado y siguió simulando no escucharlo.
―Por un chocolate ―y ella lo notó cuando ya estaba muy cerca―, dime dónde está el error.
―No me interesa el chocolate ―dijo Pitu quien lanzó una mirada fulminante.
―Entonces, ¿tampoco te interesa compartirlo? ―la miró de forma desafiante―. Si descubres el error, comeremos todos chocolate, Campanita.
La desquició, porque no sabía qué estaba tratando de hacer él, lo único que sabía era que no solo la estaba desafiando, sino que la presionaba con el asunto de compartir el chocolate, ¡así ella no puede!