La conversación sobre ese día del cual muchos querían olvidar pronto estaría a punto de hacer tambalear una amistad.
—Por esto yo no te quise responder ningún mensaje y a ti te bloqueé —los interrumpió Pitu bruscamente—. Yo no quiero hablar del tema, voy a pedir un taxi.
—Solo diles, Pitu —apareció Romi a su lado.
—¡Esto no se trata del mugroso libro!, ¿cómo pudiste traicionarme, Romi?
—¡No!, yo les pedí que no mencionaran lo que pasó ese día.
—¡Yo me voy! —y ella caminó para tratar de hacer detener un taxi.
—Hermanita… —trató de bajar su brazo para impedírselo.
—¡No te atrevas a llamarme así!, con ustedes mirándose así, siento que me están escondiendo información que tampoco sé si quiero saber o me interesa.
—¡Sí lo sabe!—exclamó Facho en voz baja.
No sólo resultaba ser una chica con carácter, sino que sabía sus verdaderas intenciones, o quizás no, pero algo sabía más allá de lo que Romi les había dicho sobre el documento, ahora sólo quedaba averiguarlo.
—La cosa es así —la voz de Gael sonó de forma dictatorial—, hablas con nosotros o eliges a uno, pero con alguien tienes que hablar.
—¡No quiero hablar!, ¡cerré el tema!
Facho se abrió paso entre los demás llegando en un par de pasos donde Pitu, hizo sonar la alarma del automóvil de Romi, la sujetó del brazo y se subieron.
—Bien, conmigo hablará, entonces —y cerró la puerta del copiloto.
Se escuchó un gran y largo suspiro de Romi.
—¿Le pasaste mis llaves a él, Vlad?
—Se las debo haber pasado cuando compré nuestros vasos de café.
—Bueno, al menos ella le dirá lo mismo que les dije a ustedes, solo que tiene cómo probarlo que es cierto —y entró a la cafetería.
En tanto, dentro del automóvil, ella se soltó de él.
—¿Por qué ustedes parecen solucionar las cosas así conmigo?
—Hablemos, entonces.
—¡No quiero!, ¡ya te dije! —quiso abrir la puerta, pero Facho la tenía con seguro.
—Sé que en el fondo quieres lo contrario —detuvo su intento casi cruzado sobre ella—. Bien, te voy a contar, aunque no quieras.
—¡No te pienso escuchar! —y se puso a mirar por la ventana.
—Desde que tú llegaste has sido la única que se atreve a decirle las cosas en la cara a Santiago, no tienes miedo a su reacción.
—¡No te estoy escuchando!
—Santiago está acostumbrado a tener siempre la razón y contigo se da cuenta que no la tiene e incluso no puede tenerla porque se lo haces saber. Él no es así como se comporta en el voluntariado, tú misma lo viste en el asado, puede ser el Emperador como le dices tú cuando es el encargado universitario, pero él es un buen amigo, simpático…
—¡No me interesa! —sentenció Pitu.
—¡Rayos!, pero que testaruda, hermanita —y se determinó a terminar lo que quería decirle a ella—. La cosa es que ese día tú lo pusiste en su lugar con el asunto de los privilegios y eso lo desencajó por completo, no supo cómo reaccionar, se sintió superado por ti, bueno, por tu reacción. No solo le diste una clase magistral, cosa que todos valoramos que lo hayas hecho porque nosotros también se lo dijimos en alguna oportunidad sobre que no se burlara ni menospreciara los regalos ni notas que le hacen otras las niñas, sino que lo mandaste a leerlas. Bueno, él te hizo caso como todas las otras veces que diste tu opinión, ¿por qué crees que me envió esa vez para que revisara contigo los planos de la escuela secundaria?, porque, aunque tú no lo creas posible o no lo veas así, él si aprecia tu opinión. Claro, no es precisamente un comunicador innato, pero no pienses que lo estoy justificando, solo que las cosas dentro de la UESTA son diferentes y está estresado, hace lo mejor que puede y siente que no funcionan las cosas. Yo sé que tú notaste que él habló de forma sincera cuando te fue a pedir disculpas, porque es cierto, él está realmente arrepentido, sabe que actuó pésimo y lo peor de todo es que no quiso ser así contigo.