«Las personas menos indicadas, aparecen en el momento menos indicado, en fin; No agraciados».
A s t r i d
Estábamos Levi y yo justamente entrando por la puerta de la mansión Phoenix, él decidió irse directamente a mi casa despues de clases y así no tendría que dar tantas vueltas para ir a su casa, para su suerte traía su ropa de básquetbol y como hoy no practicaron los de su equipo por razones que desconozco, las usarían para cambiarse el uniforme.
Al estar dentro de la mansión nos recibe Alice y nos ofrece chocolate caliente para más tarde. Dejo a Levi en la sala de estar para subir rápido y cambiarme de ropa, cuando estuve lista me dedico a bajar las escaleras con algunos materiales que usaremos para la presentación. Resulta y acontece que la escuela estará de aniversario y la maestra encargada de las actividades eligió a Levi para presentar y le dijo que buscara compañero, el muy idiota me eligió a mí.
Ahora estoy condenada a esto.
—¿Dónde quie...? —termino de llegar en el lugar donde lo dejé y me encuentro con Levi y papá teniendo una conversación muy extraña.
—¿Entonces tu y mi hija son amigos? — cuestiona papá tomando una copa de vino.
—Así es, desde que entró a la secundaria de Nashville hemos sido muy buenos amigos —responde con una sonrisa amigable, permanecía sentado recto como si fuera la persona más educada del mundo —, lo bueno de todo es que jamás hemos tenido ningún altercado.
Mentiroso.
—Me alegra saber eso —papá se acerca a él de forma confidencial y sin percatarse de que estaba ahí comienza a murmurar —, como sabrás As es muy... impaciente y agresiva, se mete en problemas como no te imaginas.
¿Impaciente yo?
—Oh, seguro que sí, a veces es muy grosera.
¿Grosera?
Me decido a entrar y darme a ver, ya era momento de interrumpir a estos dos chismosos y difamadores.
—Al parecer no han perdido ni un minuto, eh —es lo primero que digo al entrar, con un claro doble sentido que ellos parecen ponerse de acuerdo en ignorar.
Papá y Connor se miran entre sí "confundidos" como si hace unos segundos no estuviesen chismorreando cosas sobre mí.
—¿A qué te refieres?
Parece como si se conocieran desde siempre.
—No, nada señor Phoenix, solo pienso en voz alta —digo con falsedad —, Levi, mejor comencemos desde ahora, tenemos mucho que planear.
El se pone de pie, le da la mano a mi padre y nos marchamos hacia la biblioteca, un espacio grande y con un irresistible y delicioso aroma a páginas, no sé si era la única demente que amaba aquel olor rancio y a la vez mojado de los libros viejos.
La librería estaba diseñada de tal forma que se sentía como un espacio medieval, bueno, como toda la mansión, no obstante el resto de la casa había sido renovada por lo que ya no era tan medieval como lo solía ser hace años.
—Este lugar es hermoso —admite Lev sin dejar de mirar cada rincón del gran estante cargando de libros, estatuas pequeñas y pinturas extrañamente tétrica —, cuando escuchaba las historias me lo imaginaba así, dicen que este es el único lugar que se ha conservado sin remodelación del Castillo Phoenix.
—Así es —arreglo los marcadores y cartulinas sobre un espacio al fondo de la sala —, para las mujeres de mi familia este lugar es sagrado.
—¿Ah, sí? —levanto la vista de lo que hacía y me doy cuenta de que él estaba muy hipnotizado con uno de los libros —. Este tiene tu segundo nombre.
Para ser precisos era el libro de la historia de Nashville, no el que leí hace unos días, sino otro escrito por Nyx Phoenix, una hermana de la madre de mi abuela.
—Es de uno de mis ancestros, si vez bien verás que marca 1867
—camino hasta él y me cruzo de brazos observando como analizaba con tanta curiosidad el libro —, la mayoría de mujeres de mi familia fueron feministas, defensoras de los derechos de la mujer, luchaban contra los feminicidios y la opresión.
Levanta la vista hacia mi y me hace unas señas para que prosiguiera.
—Esta gran biblioteca era su punto de encuentro, aquí planificaban sus próximos pasos, debatían, aprendían y desplegaban sus artes, las personas ajenas a el feminismo que respetaban sus ideales las llamaban mujeres progresistas, pero los que no, les decían rameras, locas y cosas así —cuento recordando las historias que me contaba mi tía Olib.
La extrañaba mucho, ella fue y es un pilar importante en mi vida, me ayudó a superar aquella etapa desastrosa de mi vida de la que me cuesta tanto hablar. Además es mi punto a seguir.
—Este lugar es una reliquia con muchos secretos ¿no crees? —asiento mirando todo el lugar —, una de las cosas que mas amo son los lugares como este, que marcan historia y que no muchos conocen. ¿Me prestaría este libro?
—¿Para qué?
Levi rueda los ojos y levanta el libro.
—¿Que más puedes hacer con un libro? —pregunta con obviedad — ¿limpiarte el culo o algo así?
—¿Quién sabe? Contigo me puedo esperar cualquier cosa —chisteo dándole un pequeño golpe en el pecho —, puedes llevártelo, pero tiene devuelta, eh.
Le sonrío con el seño fruncido.
—Bueno, mejor empecemos de una vez o terminaré contándote miles de historias y prestandote la despensa completa de libros—codeo su hombro y voy hasta uno de los gigantes sillones marrones.
Comenzamos a hacer las preparaciones, en unos días sería el aniversario de la escuela y los únicos que faltaban por ensayar éramos nosotros, todo por las distracciones de estos últimos días.
Todo iba bien, Alice nos trajo nuestro chocolate caliente con panecillos de vainilla, comimos, bebimos, hicimos apuntes y ahora Levi termina de resaltar algunos puntos importantes.
—Creo que deberías tomar un descanso —deja caer el lápiz sobre la mesa y truena sus dedos.
Bajo el rostro pasando las manos por mi cuello. Admito que no me di cuenta en el momento que abandonamos los muebles para sentarnos en el piso alfombrado, Levi tiene la espalda apoyada del mueble.