¿quién es él Culpable?

Capitulo 1

Capítulo 1




 

—Estoy agotada — es la frase que más repito cada día.

Y vaya que sí lo estaba, ha sido el mes más largo de mi vida, nunca, pero nunca me había sentido sin ganas de absolutamente nada. 

No me apetecía comer, hablar, caminar; literalmente me había convertido en sinónimo de nada. Por más que intentaba encontrar respuestas a las causas de mi estado actual, verdaderamente no las hallaba y para ser sincera estaba a punto de volverme loca.

Y para sumarles a mis ganas de hacer nada he tenido náuseas, mareos, dolor en las manos y en el estómago, fatiga excesiva, poco apetito y lo que alcanzo a comer lo devuelvo en vómito, así que he estado sobreviviendo los últimos días a base de jugo de naranja y galletas de soda. 

Y por más medicina que tome no se me quitan los malestares, mi familia estaba llegando al punto de desesperación por mi situación, y hemos descartado varias hipótesis de lo que me estaba ocurriendo, al  principio creímos que era un resfriado, pero al ver que los síntomas persistían y no eran precisamente los que le corresponde, le echamos la culpa a mis defensas un poco bajas y fuimos al médico a verificar si estábamos en lo  correcto,  total siempre las he tenido así, básicamente tenía que ser esa la respuesta. Pero nos equivocamos vilmente, porque un examen comprobó que dichas defensas estaban perfectamente hasta mejor que nunca. Teniendo en cuenta lo anterior, la teoría siguiente fue daño estomacal, y vaya que fue una solución bien pensada; sin embargo, para variar tampoco resultó, puesto que solamente vomitaba, así que hace dos días volvimos al médico, se suponía que estaba perfecta, después de todas esas visitas al médico estaba súper agota y preocupada por mí.

En la última ida al médico este recomendó una prueba de embarazo y al momento de que esas palabras llegaron a mis oídos una larga carcajada salió de mi boca.

— Pues debería ser un chiste doctor porque créame, no hay la más mínima posibilidad — y con una sonrisa burlona termine de hablar, yo era más pura que el agua de un manantial. No era una puritana, pero me estaba guardando para el matrimonio. 

Después de eso fui enviada a mi casa con una bolsa llena de medicinas y muchas indicaciones que debía cumplir. Desde esa visita al médico ya habían pasado quince días y nada había cambiado.

Con pesadez separo mi cuerpo de las sabanas, resoplando me pongo de pie y me arrepiento inmediatamente, por qué un ya común fuerte mareo llega a mí, por lo que caigo sentada de nuevo en la cama, cierro los ojos fuertemente y trato de regular mi respiración para que la sensación de vértigo desaparezca; cuento hasta diez y cuando siento que todo quedo atrás me pongo de pie con un suave movimiento para que no se repita el mareo.

Al sentir mi cuerpo equilibrado salgo de la habitación y me dirijo al baño ubicado en el pasillo.

Dejo que el agua caiga por todo mi cuerpo, un baño siempre hace sentir mejor a cualquiera, al momento de creer estar totalmente limpia una náusea se apoderó de mí, la cual hace que termine arrodillada frente al retrete devolviendo todo lo que he ingerido en las últimas horas, que se resume a agua con gas y pan francés; hasta ese punto he llegado, qué deprimente. He llegado a pensar que la hora de mi muerte se acerca, voy a empezar a escribir mi carta de despedida, ya que para testamento no me alcanza, solo puedo dejar mi recuerdo. Entró una vez más a la ducha para volver a bañarme.

Nunca me he visto tan deplorable como ahora ni todo el maquillaje que he acumulado hasta hoy podría quitarme esta cara de muerta. Tenía el cabello color miel, los ojos negros como la noche y una sonrisa torcida, nada de eso lo podía ver, ahora era un fantasma.

Bajo las escaleras dirigiéndome a la cocina, a esta hora la casa está vacía, seguramente mi mamá se encuentra en el hospital haciendo su turno, ella es enfermera jefe y mi hermano en la ferretería donde trabaja hace un par de años, por lo cual estoy sola el resto del día.

Visualizo mi desayuno en el mesón y voy a la tortura diaria, intentar comer, el timbre suena, los timbres desde tiempos lejanos dañando momentos importantes, resoplando me dirijo a la puerta encontrándome con una muy sonriente Lilian.

Mi bella amiga Lilian, mi mejor amiga, mi hermana, mi todo uno de mis seres humano favorito, su pelo rojo, tan rojo como la sangre, su piel blanca y sus grandes ojos marrones la hacían una de las chicas más guapas que había conocido, era tan ruda y loca que a veces asustaba y cada vez que alguien me molestaba, no dudaba en usarla.

— Llegue… — dice cuando me ve — te ves como la mierda mojada amiga – sonrió.

— Como es la mierda mojada, Lili – pregunto tratando de no reír.

— Como tú — replica — espantosa y aplastada — se burla y ríe, ahí estaba ella pintada siempre tan tierna. Lo que me hacía pensar que somos tan diferentes, aparte de brusca es sarcástica, antipática, replicona y siempre está a la defensiva, soy una de las pocas personas que ha dejado entrar en su mundo, creo que eso es lo que nos hace amiga, lo que nos hace hermanas.

— Agradece que tú estás reluciente y brillante como la luz que entra del sol, amiga — digo sacándole la lengua — quieres desayunar.

— Claro, amiga, siempre es momento de comer — sonríe — tenemos que hablar — suspira — he llegado a una conclusión — pongo los ojos en blanco.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 14.11.2022

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