Jackson se encontraba escondido en el oscuro rincón de un armario, sus pequeñas manos cubrían su boca para evitar que el sollozo escapara. Los gritos y golpes resonaban por toda la casa, formando una tormenta de violencia que le aterraba.
Era un niño pequeño, apenas entendía el mundo que lo rodeaba, pero sabía que lo que estaba viendo no estaba bien. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras observaba a través de una rendija del armario cómo su padre, con los ojos inyectados en sangre y el aliento a alcohol, maltrataba a su madre.
El sonido de los golpes y los gritos era aterrador. Jackson sentía una mezcla de impotencia y miedo que le hacía temblar. No entendía por qué su padre se comportaba así, por qué lastimaba a la mujer que amaba.
Mientras su madre sollozaba y suplicaba clemencia, Jackson prometía en silencio que nunca sería como su padre.
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Jackson caminaba por la oscura noche, sintiéndose perdido y confundido después de su tenso encuentro en la casa de Aida. La lluvia había cesado, pero el aire seguía cargado de humedad y melancolía. Sus pasos eran lentos y pesados, y su mente estaba llena de pensamientos oscuros.
En ese momento, un automóvil se detuvo junto a él, y la ventana se bajó, revelando el rostro preocupado de Louis.
- Jackson, ¿estás bien? - preguntó Louis con sincera preocupación en su voz.
Jackson miró a Louis por un momento antes de asentir con la cabeza, aunque su expresión dejaba en claro que no estaba bien en absoluto.
- Eso es algo que no te importa Louis.
Sin más palabras, Louis abrió la puerta del automóvil y le hizo un gesto a Jackson para que subiera. Jackson dudo por un momento, y luego de soltar un gruñido se sentó en el asiento del pasajero, y Louis reanudó la marcha.
El interior del automóvil estaba lleno de una tensión incómoda mientras los dos jóvenes compartían el espacio en silencio.
Jackson suspiró, sintiéndose agotado por dentro.
- ¿Tu también crees que soy un asesino?
- Si creyera eso no te habría dejado subir a mi auto Jackson - Ambos se volvieron a sumir en silencio por un par de minutos - Yo creo que si la amabas.
- ¿Eh?
- A Paulina, creo que si la amabas.
- ¿Qué sabes tu? - Pregunta Jackson enderezándose en su asiento y subiendo el tono en su voz.
- No te pongas a la defensiva Jackson. Una vez los vi en el salón de química, pasaba por allí, le llevaste flores.
- Ummm ¿Por que no le dijiste a nadie?
-. No te ofendas Jackson, pero no eres el centro del mundo, no me importa lo que haces o no haces con tu vida.
Louis estacionó el auto frente a la casa de Jackson. Jackson se sentía agradecido, pero su actitud seguía siendo un tanto odiosa, una mezcla de frustración y confusión.
- Gracias por traerme de vuelta - dijo Jackson, aunque su voz llevaba una nota de desconfianza.
Louis rodó los ojos con una sonrisa irónica. - De nada, Jackson.
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Aida se encontraba en su habitación, tratando de recuperarse después del episodio aterrador que había experimentado. La presencia de Paulina en su casa la había dejado en un estado de shock y confusión. Respiraba profundamente, tratando de encontrar la calma en medio de la tormenta emocional que la había invadido.
Finalmente, cuando su madre entro a su habitación con una taza de té.
Su madre estaba preocupada y la miró con cariño. - ¿Cómo te sientes, cariño? - preguntó su madre.
Aida titubeó por un momento antes de responder - Mamá, hay algo que necesito decirte. He estado viendo a Paulina.
La madre de Aida frunció el ceño, evidentemente sorprendida por lo que estaba escuchando - ¿Paulina? ¿Cómo es eso posible, hija? Paulina ya no está entre nosotros.
Aida asintió lentamente, luchando por encontrar las palabras adecuadas - Lo sé, mamá. Suena extraño, pero la veo seguido. No se como explicarlo.
Su madre la miró con preocupación y cariño - Cariño, tal vez estás pasando por mucho estrés últimamente. Te sacare un acita con un psicólogo.
Aida se mordió el labio, sabiendo que lo que había visto no era simplemente producto del estrés - Pero mamá, no era solo una alucinación. Hablamos, o al menos... ella habló. Dijo que todos nosotros la matamos.
El rostro de su madre reflejó una mezcla de preocupación y confusión - Aida, eso no tiene sentido. No puedes culparte a ti misma ni a tus amigos por lo que le sucedió a Paulina. Fue un accidente, y todos están haciendo lo mejor que pueden para entender lo que pasó.
Aida asintió, sabiendo que su madre tenía razón en parte, pero también estaba segura de que lo que había experimentado era más que una alucinación. Sin embargo, decidió no discutirlo más en ese momento y asintió una vez más.
- Tienes razón, mamá. Tal vez solo necesito descansar un poco más y despejar mi mente - dijo Aida, sintiéndose aliviada de no tener que explicar más detalles por el momento.
Su madre la abrazó con cariño.
Aida asintió y agradeció el apoyo de su madre. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que lo que había experimentado los últimos días y que debía descubrir la verdad detrás de la aparición de Paulina.
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Editado: 22.11.2023