El eco de la música, las risas y las luces parpadeantes hacían fluir la fiesta en la casa de Aida. Aida, como anfitriona, se movía entre los invitados, sonriente y radiante. Sin embargo, una inquietud latente se apoderaba de ella, la sensación de que algo no estaba en su lugar.}
Subió las escaleras hacia su habitación entre los cuerpos sudorosos, al abrir la puerta, el presentimiento se confirmó: Mona estaba ahí, husmeando entre sus pertenencias. El diario de Aida, un rincón sagrado de sus pensamientos más íntimos, estaba en las manos de Mona.
La furia instantánea se apoderó de Aida. Sin pensar en las consecuencias, agarró el brazo de Mona con firmeza, arrebatándole el diario. Sus rostros estaban a centímetros de distancia, y en la mirada de Mona, Aida pudo vislumbrar algo más que simple curiosidad.
- Lárgate de mi casa - Gruñe Aida arrojando el vaso de ponche sobre la cara de Mona.
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El sonido de una piedra chocando contra la ventana rompió el silencio de la noche, y Tony, aún adormecido, se asomo para descubrir a Jackson al otro lado. Entre la penumbra, se vislumbraba la figura de su ex mejor amigo, sosteniendo una botella que delataba una noche de desconsuelo.
La mirada entre Tony y Jackson era un puente cargado de historia no compartida, una conexión fracturada por secretos y decisiones tomadas. A pesar de la distancia emocional, Tony sintió una mezcla de nostalgia y preocupación al ver el estado de Jackson. Cediendo a una especie de impulso compasivo, Tony salió de su habitación, bajo la escaleras y abrió la puerta, permitiendo la entrada de quien alguna vez fue su confidente más cercano.
—¿Qué demonios quieres, Jackson? —Tony espetó, pero sus ojos revelaban una mezcla de irritación y curiosidad.
Jackson, con un titubeante "lo siento", parecía cargar no solo con la carga de la noche, sino con la suma de sus errores pasados. Tony, el guerrero emocional que había aprendido a defenderse con una coraza, se mantuvo a la defensiva.
—Te pido perdón, Tony. Por todo. —Jackson balbuceó, buscando desesperadamente un resquicio de redención - Estaba enojado...
- ¿En serio? Jamas pude sospecharlo cuando tu y todos nuestros amigos decidieron burlarse de mi.
—No me dijiste... que eras gay —Jackson murmuró, como si revelar aquel secreto del pasado pudiera explicar su comportamiento.
Tony, con una expresión entre sorpresa y comprensión, lo miró fijamente. Aquella revelación resonó en los recuerdos de su amistad, añadiendo un matiz de entendimiento a las heridas del pasado.
—Jackson, eso no justifica lo que hiciste —Tony respondió, su tono ahora más suave, como si las capas de resentimiento se desprendieran momentáneamente.
Jackson, vulnerable y sin las defensas que solía mantener, continuó compartiendo sus propias luchas internas. Habló de la soledad, del miedo a la aceptación y del dolor de sentirse diferente en un mundo que, a veces, parecía no tener lugar para él.
—Nunca quise lastimarte. Solo... estaba lastimándome a mí mismo — Confeso Jackson
Tony, aún cauteloso, sintió un atisbo de empatía.
—Lo entiendo, Jackson, pero no puedes culparme por no decirte que soy gay. Eso es algo que debía compartir cuando estuviera listo —Respondió Tony.
La noche avanzaba, y entre confesiones y recuerdos, Tony y Jackson se encontraron explorando los recovecos de su antigua amistad. Mientras la madrugada avanzaba, quedaba por verse si aquel encuentro sería un paso hacia la curación o simplemente otra pieza en el complejo rompecabezas de Eden Hells.
Las palabras de Tony flotaron en el aire, revelando un matiz complicado en su historia compartida.—Hace tiempo... cuando éramos amigos, me gustabas —Tony confesó, su mirada evitaba la de Jackson.
El eco de la confesión resonó, tejiendo una nueva capa de complejidad en la conexión entre ambos. Jackson, sorprendido por la revelación, escuchó en silencio mientras Tony continuaba.
- ¿Por que me dices esto aho...
—Porque eso fue antes de todo este caos, antes de Paulina y de... todo lo demás. Ahora, ya no siento lo mismo —Tony explicó, buscando en sus propias emociones mientras compartía esa verdad.
La incomodidad se instaló entre ellos, como un recordatorio palpable de que el tiempo y las circunstancias habían alterado irrevocablemente la naturaleza de su relación.
—No malinterpretes esto, Jackson. No te lo digo para añadir más complicaciones a todo esto. Solo quiero que lo sepas —Tony añadió, buscando aclarar sus intenciones.
Jackson, aunque aliviado por la declaración de Tony, aún procesaba la complejidad de sus sentimientos. Aquella conversación marcaba una nueva etapa en su amistad, una en la que la amistad del pasado quedaba envuelta en las sombras cambiantes del presente. Ambos, con sus propias cicatrices, se enfrentaban a la encrucijada de decidir qué sería de su conexión fragmentada en medio de las complejidades de Eden Hells.
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El sonido del teléfono rompió el silencio en la habitación de Aida, quien entre sueños, alcanzó el dispositivo. La pantalla iluminó su rostro mientras contestaba la llamada de un número desconocido.
—¿Hola? —murmuró, notando una extrañeza en el tono de la voz al otro lado de la línea.
Una voz ronca y distorsionada resonó en sus oídos, enviando escalofríos por su espina dorsal.
—A la próxima, me aseguraré de no fallar. —La frase se coló en el oído de Aida, quien se estremeció al reconocer la referencia al incidente del automóvil idéntico al suyo por la mañana.
El corazón de Aida empezó a latir con fuerza, su teléfono se resbalo entre sus dedos y callo al suelo haciendo que la pantalla se quiebre y entable un silencio sepulcral por el resto de la noche.
A la mañana siguiente, Aida, con la sombra de la amenaza nocturna aún rondando en su mente, decidió ausentarse de Eden Hells esa mañana. Prefirió resguardarse en casa, tratando de comprender la naturaleza de la llamada y las posibles implicaciones para su seguridad.
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Editado: 22.11.2023