— ¿Qué? — musité sin comprender.
— Mamá y papá están enfermos. — respondió gravemente, dándome tiempo para asimilarlo. Sinceramente, no entendía nada.
Esto... esto no podía ser posible.
— ¿Recuerdas la pelea con esas ninfas y hechiceras hace medio año? — preguntó, analizándome. Asentí.
— Pues, supongo que también recuerdas que papá salió gravemente herido — continuó, sin dejar de observarme.
— Sí, pero, se recuperó — respondí apenas terminó de hablar, frunciendo el ceño de confusión.
— Eso fue lo que nos hicieron creer, Ana — respondió con cierta empatía.
— Eso no puede ser, ¿Tú cómo sabes esto? — pregunté, cada vez más confundida.
— Me enteré hace poco. No solo es papá quien está enfermo, mamá también. La conexión entre ellos le afecta gravemente a ella. La enfermedad de papá ha avanzado gradualmente gracias a la ayuda de mamá como su pareja, pero, ya es demasiado tarde. He estado buscando posibles soluciones desde que me enteré, y esta es la más viable, si se le puede llamar solución.
— La magia que utilizaron las hechiceras y ninfas es magia oscura, es por eso que la herida de papá aún no ha sanado y su enfermedad se ha agravado. Ellos no me lo contaron, así que no saben lo que sé, ni lo sabrán si me ayudas — dice desconcertándome.
Un tortuoso silencio se instala en la oscura habitación, yo no sabía qué decir... Esto era muy repentino.
— No podemos salvarlos, pero podemos darles tiempo. El tiempo es lo más valioso ahora. Papá y mamá no han podido descansar, ocupados atendiendo las necesidades de todos. Por eso, la enfermedad ha avanzado más rápido, quedando poco tiempo. Sin embargo, si alguien de la línea de sucesión encontrara a su Tua Cantante, podría casarse y tomar el puesto de gobernante.
— El primero en la línea de sucesión soy yo. No he encontrado a mi Tua Cantante, por lo que no podría gobernar. Siendo sincero, tu relación con Federico es incierta hasta para quienes no la conocen. La única solución sería que encontrara milagrosamente a mi Tua Cantante y me casara, reclamando el poder. No sospecharían y sería la opción más viable hasta el momento — dijo sereno, pero había algo que no entendía.
— Pero no has encontrado a tu Tua Cantante. No comprendo qué tengo yo que ver aquí. Sabes que haría lo que sea por ellos, pero ¿qué podría hacer? — repliqué, aún sin comprender del todo. Pero cuando las palabras se fueron uniendo, solo podía entender una cosa: mis padres morirían, los perdería y en este momento era lo único que martilleaba en mi cabeza. Me quedaría sin esas personas que se habían vuelto mi conforte y apoyo, y de solo pensarlo estaba... aterrada.
— Quiero entenderte en serio pero... ¿Cómo pudieron mentirnos? — dije sin poder evitar que mi voz se quebrara y las lágrimas bajaran por mis mejillas. Primero lo de Federico y ahora esto. Es simplemente demasiado para procesar.
Se acercó y limpió con cuidado una lágrima de mi mejilla en un gesto casi superficial. Levanté la mirada, aclarando mi vista para ver lo cerca que estaba. Sus ojos grisáceos eran ahora unas hermosas esferas negras impenetrables, lo que me hizo fruncir el ceño, ya que jamás los había visto de este color, aun cuando fuera una cualidad de los hombres de la familia real vampírica.
— Sé que es difícil asimilarlo. Sin embargo, es la realidad. Debes escucharme y luego tomar una decisión, la que consideres mejor — dijo, logrando asustarme aún más con su aire de intriga.
— De acuerdo — dije, logrando tranquilizarme y terminar de secar mis lágrimas.
— Ya que no he encontrado a mi Tua Cantante, sería imposible casarme. Pero podría fingir encontrarla, un matrimonio por conveniencia. Nos casaríamos y simularíamos durante un tiempo. Si fuera necesario, después de que nuestros padres ya no estén, podríamos deshacer el matrimonio. El único problema es que no existe una chica que esté dispuesta a casarse con el Príncipe Heredero y luego anular el matrimonio después de tanta fortuna. Seamos sinceros, no encontraré a mi Tua Cantante en estos días — explicó con una expresión impenetrable, aunque sabía que le dolía, necesitaba de ella, todos necesitaban a su pareja destinada.
Sebastián llevaba buscando a su Tua Cantante durante demasiado tiempo. Hasta había llegado a pensar que no había nacido, pero estaba segura de que algún día la encontraría y sería feliz.
— Entiendo — respondí con un asentimiento.
— Lo único que se me ocurre es que tú seas mi matrimonio por conveniencia, "mi Tua Cantante" — respondió expectante, algo que no era propio de él.
Tragué el nudo en mi garganta — ¿por qué yo?
Si bien sospecharían, tengo un plan. Además, eres la única que aceptaría el divorcio. La única que no se corrompería bajo tanta presión. La única a la que podrían aceptar tan rápido — respondió con su característico escrutinio, que lo llevaba a tomar las mejores decisiones, algo que admiraba de él, aunque en este momento no.
— Pero, ya tengo una pareja destinada.
— Lo sé, pero créeme, tengo un plan si decides aceptar.
— ¿Y… cuándo nos casaríamos? — pregunté, tratando de asimilarlo.
— Lo haríamos tres días antes de tu cumpleaños.
— Eso es en dos semanas — contesté en shock. Era imposible planear una boda con tan poco tiempo.
— Lo sé — respondió suavemente, como si me comprendiera aunque dudara que lo hiciera.
— Sebastián… — pronuncié con lentitud, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho. — Necesito tiempo para pensar y analizar todo esto.
Sus ojos penetrantes se clavaron en los míos, como si intentara leer mis pensamientos más profundos. Un silencio tenso llenó el espacio entre nosotros, cargado de incertidumbre y secretos no revelados. Podía sentir su expectación, su deseo de que tomara una decisión, pero también su comprensión de lo abrumada que me encontraba. Sabía que no podía demorar mi respuesta por mucho tiempo, que había mucho en juego, pero también sentía que detrás de todo esto había algo más, algo que aún no se atrevía a revelar.