Viajar al territorio de otro clan siempre era algo molesto, además de sentirse en casa ajena, la idea de mezclarse con extraños era un tanto inquietante. No solo por ella, habían cachorros en el viaje y eso añadía un poco de pólvora a la mezcla, los adultos estaban nerviosos con los pequeños en esto, los pumas eran aliados pero eso no significaba nada contra el instinto protector que los incitaba a regresarlos a salvo.
Emmy salía en muy pocas ocasiones fuera del territorio, siempre hacia Lake Saint Jerome, preferentemente con compañía, jamás sola. Podía derribar hasta el más fuerte de los leopardos pero en la ciudad se sentía indefensa.
— ¿Cuánto falta? —Yulian preguntó en el asiento trasero del vehículo de Conrad.
—Ya casi llegamos —respondió este con impaciencia.
Emmy miró por el espejo retrovisor, la caravana de seis vehículos seguía a distancia tras ellos.
Aunque el clan bullía de emoción por el emparejamiento de uno de sus miembros, más de la mitad decidió quedarse, pues no se sentían cómodos asistiendo a un evento tan importante, además de que tenía que haber ojos abiertos en el territorio.
—Has estado muy seria últimamente —dijo Conrad mirándola de reojo— ¿Pasa algo?
Sí, un lobo no salía de su mente desde hacía días y el sentir su aroma durante sus turnos de vigilancia no ayudaba mucho.
—No, estoy bien, solamente me siento incómoda. Ya sabes, yo no quería venir.
Estaba adentro del auto por orden del alfa, Liam quería que asistiera y ella no entendía por qué. Pero desobedecer no era fácil para ella, el alfa tenía un temperamento cruel cuando se enfadaba.
—Será divertido —dijo Yulian—. Una fiesta siempre es bienvenida.
Emmy lo veía más como un compromiso que como una fiesta, de solo imaginarse rodeada por otros cambiantes diferentes hacía su leopardo tensarse. Desde que llegó al clan y fue recibida por el alfa, ella prefería la compañía de los de su tipo, de preferencia del mismo clan. Porque los conocía, eran su familia adoptiva que sanaron sus heridas y la alejaron del infierno de familia que tenía antes de huir a la primera oportunidad que tuvo.
Desde entonces Emmy había renacido como una mujer fuerte y orgullosa de lo que era, además de posicionarse como una dominante de primer rango dentro de la jerarquía.
No se doblegaba por nadie que no fuera el alfa.
Doblaron por un sendero lateral que terminaba en un espacio abierto lleno de vehículos, Conrad estacionó en un extremo y detuvo el motor.
—Abajo todos.
— ¿No puedo quedarme adentro?
Conrad miró a Yulian y luego ambos respondieron con un rotundo:
—No.
A regañadientes, Emmy salió al exterior, decenas de aromas desconocidos impactaron contra su refinado olfato, erizando su piel, alertando al territorial animal que vivía dentro de ella. Sí, iba ser interesante tener que controlar al leopardo malhumorado toda la noche sólo porque no se sentía cómoda ante los extraños.
Los demás se le sumaron minutos después, la caravana completa llegó y todos bajo la dirección de Liam se adentraron en el bosque. Todo alrededor gritaba White Claws a medida que se acercaban, el sonido de murmullos y música se hizo más fuerte, así como los aromas mezclados que cargaban el aire a su alrededor. Emmy se mantuvo en la retaguardia junto a Conrad y Yulian, por delante iban Aiden, Riley, sus cachorros y los de Hunter y Tarah, mientras que Shelly, Alexei, Ashley, Isabelle y Emma los flanqueaban en ambos lados. Los demás asistirían después de la ceremonia debido a sus turnos de vigilancia.
Al llegar al sitio de celebración, Emmy sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver tantos rostros nuevos, de todo tipo, edad y color, cachorros eufóricos corrían de un lado a otro en grupos o en parejas, había madres con bebés de apenas meses hablando con alegría, jóvenes en pequeños grupos riendo, adultos bebiendo cerca de una de las tantas mesas de madera esparcidas por el amplio claro, los ancianos comían fruta cortada en trozos cerca de la fogata encendida en el centro.
La decoración también le pareció única, varias hileras de flores azules colgaban de un lado a otro, Emmy las contó, si no falló en el cálculo, eran quince hileras y entre cada flor, colgaba una daga de hielo que destilaban gotas de agua. Vaya alusión al nombre del clan, ella quedó maravillada.
—No está nada mal —dijo Yulian, en una mano ya tenía una cerveza y en la otra le ofrecía un trozo de pescado cocido rebosado en pan rallado—. Huele a alegría.
Emmy sonrió, su amigo tenía razón, había cierta energía electrizante que envolvía el entorno, que le hizo sonreír al ver a todos reír y hablar con tanta soltura y felicidad.
Ella llegó a sentirse cómoda, en tanto estuviera con los de su clan todo estaría bien... Al menos eso pensó hasta que sintió al felino elevarse con atención en su mente, con un gruñido a medio contener, el pelaje tenso casi rozando su piel humana. Peligro. Lobos.
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Editado: 24.01.2019