La luz estaba retornando lentamente mientras Logan miraba el bosque alrededor del camino, sentía el peso del sueño adormecer su cuerpo, el cansancio cerrar sus ojos, no dormía en... ¿Veinticuatro horas? Tal vez más, ya no recordaba muy bien cuando se despertó para su último turno de guardia, siete de la mañana... Seis quizá... Emitió un bostezo largo y se estiró en su asiento.
—Pareces un gato —Seth se burló, luego olfateó el aire—. Y también hueles a caramelos... Y a gato.
Arif silbó desde el asiento trasero.
—Cabeza hueca, estuvimos rodeados por gatos.
Seth se rió por lo bajo, se sentía bien volver a bromear sin agachar la cabeza como lo hicieron los últimos meses. Logan tenía varios problemas dando vuelta por su mente, Seth siempre andaba preocupado por su hermano y Arif seguía igual de solitario que siempre. Asistir a la celebración, reírse, bromear y ver la felicidad de dos cambiantes, era una buena forma de subir los ánimos. Quizá lo que más le gustó fue sentir las garras de una gata que lo miraba con odio y deseo en sus ojos verdes.
Era intensa, fuerte y segura de que podía destrozarlo si quería, eso lejos de amedrentarlo le hizo desear la cacería, pero Logan se detuvo cuando ella se negó. No era no y por más que la necesidad lo consumiera por dentro, él debía retroceder. Así eran las cosas.
Adelante, el vehículo todo terreno en el que iban Derek y los demás tomó un sendero diferente hacia la izquierda, Seth giró a la derecha. En toda la noche no cruzó palabra con el alfa ni con los demás a excepción de Jeanine, era frustrante la indiferencia a la que estaba sometido constantemente, vivir con el miedo en la garganta no era saludable, pues presentía los colmillos del alfa pendientes de su cuello aunque estuviera a metros de distancia, y eso era lo que provocaba su alejamiento y desconfianza.
Era una tortura para su lobo y para Logan, él le juró lealtad cuando Derek ascendió como alfa, estuvo junto a él en los tiempos oscuros, siendo asediados por otros clanes, y por la brutalidad humana. Ahora se sentía un lobato inexperto ansiando la aprobación del alfa, algo absurdo para un hombre de veintiocho años.
—Logan, despierta —dijo Seth, palmeando su rostro—. Tú te bajas aquí.
Cansado, abrió los ojos y obligó a su cuerpo a salir del auto, el aire tibio acarició su piel, el sol apenas se asomaba con sus rayos vertiéndose sobre las copas de los árboles, calentando a las aves, que chirriando en sus ramas, advertían la presencia del depredador.
—Bien, los veré más tarde —se despidió de sus amigos y echó a correr a través del bosque.
A lo lejos se escuchó el motor volver a encenderse, y desaparecer en el silencio natural. Logan mantuvo un trote relajado, no tenía mucha energía y todo lo que quería era dormir un par de horas.
Al llegar a su pequeña cabaña, notó huellas en la tierra y un olor conocido en el aire, le era imposible ignorarlo, a pesar de que cada vez que la veía su corazón se volvía a romper en mil pedazos, él no podía darle la espalda. Logan no iba a alejarse de ella, y al parecer, su madre tampoco. Aunque, de la mujer que lo crió no quedaba nada, ella se había ido para siempre, dejando sólo el animal libre, la loba blanca que rondaba cerca y jamás se alejaba por mucho tiempo.
—Mamá, estás ahí, puedo olerte.
Se quedó muy quieto, esperando en la soledad del bosque, hasta que la vio dar un par de vueltas y luego desaparecer de nuevo. Así era todos los días, ella iba y venía, siempre en forma de lobo pero jamás se acercaba, nunca reconocía al hijo de sus entrañas. Y dolía, mucho, Logan guardaba las esperanzas de que pudiera recuperarse, de volver a ver a su madre en piel humana de nuevo.
Pero eso era una ilusión distante.
Ahora no esperaba ninguna otra reacción más que el alejamiento del animal, desde que pasó el primer año, ella ya era salvaje y ni siquiera Derek con su poder de alfa podía traerla de vuelta.
Logan lamentaba cada día no poder ver su rostro tan diferente a él, sus largos rizos rubios idénticos a los de su hermana, sus ojos verdes como la hierba joven en primavera, la extrañaba.
Cuando su padre murió luchando contra los humanos que quisieron emboscar a Derek y Sean en medio de una reunión, Logan lo vio llorar en silencio, porque lo único que le preocupaba era Ana, no quería que ella muriera con él. Esa experiencia le desgarró el corazón, el dolor en los ojos de su padre lo recordaba siempre, pero era la súplica en su voz ahogada la que se marcó a fuego en su memoria «Ella tiene que vivir, por favor, tiene que vivir» Ella lo hizo, sin embargo, la pérdida de su compañero la debilitó lentamente por años, fue perdiendo su alegría, sus fuerzas y en sus últimos días, su capacidad de recordar, hasta que se transformó por última vez y desapareció en el bosque.
Eso pasaba siempre entre los de su raza, el emparejamiento los unía para toda la vida, pero cuando uno moría el otro también se iba.
#22258 en Fantasía
#8869 en Personajes sobrenaturales
#46837 en Novela romántica
hombre lobo mujer leopardo, accion drama suspenso y misterio, romance saga moon fighters
Editado: 24.01.2019