A casi quince minutos de las doce del mediodía, todos estaban reunidos en el claro de luna, el sol brillaba en lo alto y el calor era agobiante, pero eso no era lo que más le preocupaba a Emmy.
Conrad había despertado, irreconocible, tan frío y distante, sin emociones modificando su rostro, como un muerto viviente. Pero estaba bien, podía caminar, pero sufría y eso le partía el corazón.
El cuerpo de su pareja, la mujer con la que escogió vincularse hace menos de un mes, estaba cubierta de pies a cabeza con una tela blanca, los operarios del forense trataron de limpiarla lo mejor que pudieron, pero aun así, algunos manchones de sangre se filtraron a la tela y eso fue peor.
Su cuerpo yacía sobre la placa de metal en forma de círculo, el color gris estaba manchado por negro y ocre, el aroma metálico se fundía con el ceniciento olor a quemado, signo de que ya había sido utilizada en el pasado para este tipo de rituales.
«Por supuesto que lo hicieron, cuando Connor y James murieron»
Pero de eso no se hablaba, y ahora mismo se estaba silenciando a aquellos que preguntaban cómo había muerto Amara Brooks, Alexei era uno de los que se tomó la tarea de reprender a los que soltaban esas preguntas, y no era que sus compañeros de clan lo hicieran a propósito, todavía no lo podían creer, o no querían, pero el cuerpo frente a ellos no mentía. La realidad era esa. Y cada hombre y mujer, cada adulto quería su parte de los malditos asesinos que se llevaron su vida, Emmy figuraba como una de las primeras en la lista.
Pero el respeto hacia Amara y Conrad era más que necesario, lo que menos querían era echar más leña al fuego y provocar más dolor del que había.
Tiempo y paciencia, era lo único que necesitaban y no tenían.
Conrad estuvo parado frente a ella durante mucho tiempo, tan solo observando y sufriendo en un abrumador silencio interno, no habló, ni miró a nadie, hasta parecía un fantasma, un cuerpo vacío carente de emociones. Abatido, destrozado, así se veía un hombre que había perdido a su otra mitad, ¿sería Amara su compañera? Emmy se preguntó, de ser así, a su amigo le esperaría una larga vida en solitario, si es que tenía la fuerza suficiente como para seguir viviendo.
«Si uno muere, el otro también se va»
Esa frase revoloteó en su mente durante mucho tiempo mientras estaba de pie en el círculo de personas, con Yulian a su izquierda y Logan a la derecha. Conrad estaba vinculado pero no emparejado, vivía gracias a eso, en caso contrario él se habría muerto poco después que Amara, pero mientras más lo veía derrumbarse, más creía en que unirse a un otro era un error que costaba caro.
La luz del sol brillante apuntó directo a la placa de metal, el resplandor era intenso, un brillo que se extendió por todo el material rodeando a Amara.
—Nadie llora —dijo Logan en voz muy baja—. ¿Por qué?
Ella giró, todavía absorta por el brillo enceguecedor del metal abrazando el cuerpo inerte. Ojos dorados como arena del desierto le encontraron, el color rojizo todavía estaba presente, y eso le hizo recordar lo bien que se había sentido cuando estuvo en sus brazos, ambos llorando en silencio en un acto tan íntimo como devastador, Logan le dio apoyo, consuelo, un muro de músculos donde descargar sus lágrimas.
Se suponía que ella debía ser fuerte, pero todo lo ocurrido fue demasiado para su sistema, en ese instante necesitó dejarlo fluir lejos y el lobo fue su ancla para que el dolor no fuera tan intenso.
—Aquí honramos su vida, no lloramos la muerte, su alma liberada no debe vernos tristes.
Logan suspiró.
—Admiro su fortaleza, nosotros ya estaríamos ahogados en lágrimas.
—Lloramos en silencio, en la privacidad de cada uno, pero no aquí, jamás, y será mejor que mantengas la boca cerrada o te ganarás algún arañazo.
Una débil y pequeña sonrisa se dibujaron en sus labios rellenos, lo vio tragar saliva mientras el sol arrancaba brillos rojizos a su cabello oscuro y largo. Emmy no esperaba sentir la tentación del contacto en un momento como este, pero Logan provocaba cosas en ella que ningún otro podría hacer.
— ¿Crees que sobreviva? —Preguntó dirigiendo su mirada a Conrad en el centro.
Regresar a él hizo revivir su angustia.
—No lo sé, es fuerte, pero la amaba mucho, y no sé cómo le afectará el rompimiento del vínculo.
Un roce de nudillos, y ambos volvieron sus miradas al frente, pero el contacto y la sensación, aquel calor distinto al provocado por los incontenibles rayos del sol, se instaló en su cuerpo, desatando una necesidad tan pura que ella no supo cómo procesarla.
Debía controlarse.
Permanecieron en silencio, mientras que los demás hablaban entre ellos en murmullos tensos, de pronto alguien recordaba un momento lindo y los demás sonreían y se alegraban, otros se abstenían de formular palabra y miraban el brillo del metal con ojos brillosos.
Del otro lado, reconoció la pequeña figura de Aria, tan firme e inmutable como siempre, se preguntó si ella no se sentía tan afligida como los demás o si su expresión seria solo era una fachada para ocultar sus sentimientos.
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Editado: 24.01.2019