-Daimon!... llegarás tarde!
Siento como la voz chillona de mi hermana me saca de mis ensoñaciones, y me tenso al recordar que día es hoy, tendré una entrevista de trabajo con una de sus amigas de la universidad.
Somos mellizos, tenemos 22 años, aunque de los dos, fui yo quien claramente salió favorecido con los dotes físicos, ella heredó toda la inteligencia, así de simple.
Sam era quien estudiaba y yo quien trabajaba para mantenernos.
Desde que mamá enfermó, las cosas se pusieron algo complicadas para nosotros. Sus medicamentos son muy costosos, y la universidad de Sam carísima, a pesar de que tiene una beca de un 50%, me he tenido que meter en algunos negocios un tanto turbios para poder sustentar a nuestra pequeña familia. Pero no quiero meterlas en problemas, ni ver que su seguridad es amenazada por mis estupideces.
Así es como terminé aceptando esta idiotez.
-Ya voy!!
Grito para evitar que entre con un cubo de agua helada, para tirarlo sobre mí, si no me levanto pronto ese pequeño demonio va a entrar como un torbellino a mi habitación.
Me meto rápidamente a darme un baño, al salir miro la hora contrariado, para mi pesar se me había hecho muy tarde.
Iba a contra reloj, así que me pongo unos pantalones de vestir negros, que hacían juego con una chaqueta, pero ni loco me iba a colocar esa camisa que mi hermana había dejado junto al traje, definitivamente iba a ser una muy mala idea el trabajar para una de esas chiquillas adineradas, insoportables que creían tener el mundo a sus pies, tengo que valerme de toda mi paciencia y autocontrol si quiero conseguir el puesto y sacar adelante a mi familia, tenía que hacerlo por mis dos mujeres, después de todo era el hombre de la casa, es mí deber velar por el bienestar de ellas.
Me coloco una remera blanca que se ajusta a mí cuerpo y salgo hacia la cocina con la chaqueta en el hombro.
Le quito a Sam una tostada que estaba a punto de morder y le doy un sonoro beso en la mejilla, mientras me comía la mitad de la tostada de un solo bocado, bebía rápidamente el café que ya tenía preparado, mientras mí hermana me escudriñaba seriamente.
- ¿Qué te dije de tu apariencia Di? tienes que ir formal, después de todo serás el chofer de Emma Pettierco y tienes que causar una buena impresión, así solo tienes pinta de chico malo.
Dijo Sam molesta, al borde de hacer un berrinche, su hermano con su actitud infantil colmaba su paciencia.
Él sabía lo que le había costado a su hermana pedir aquel favor, pero al verse en una situación económica tan difícil, tuvo que pedir ayuda a una de sus mejores amigas.
Daimon no entendía como su hermana siendo tan inteligente y buena persona, podía juntarse con esa clase de chicas, aunque ahora agradecía los azares del destino.
Salió de la casa rápidamente, colocándose unas gafas de sol oscuras, se dirigió a la estación del metro, el camino que tenía que recorrer para ir a esa parte de New York era largo, ya que se encontraba en el lado opuesto de aquel lujoso lugar, y su hermosa bebé se encontraba en el mecánico.
Ellos vivían en un barrio difícil, de gente humilde, pero en una acogedora casa que su querida madre se encargaba de que se sintiera como un cálido hogar.
Al cabo de una hora se encontraba a las afueras de una lujosa mansión.
Ohh demonios...No puedo creer en donde me he metido, pensó fastidiado, antes de acercarse al comunicador sobre el lado izquierdo de aquel enorme portón.
Al anunciarse instantáneamente se abrió la reja, comenzó a caminar con paso decidido hacia la entrada de la casa, después de todo no se iba a dejar intimidar por este tipo de personas.
Frente a las grandes puertas se encontraba una mujer de unos 45 años, por lo que podía deducir de su apariencia, esperándolo, mientras lo estudiaba con desagrado y aires de suficiencia, eso lo hizo enfurecer a un más si esto era posible,
-Buenos días señor Smith, la señorita de la casa lo espera en la sala.
Dijo sin esperar respuesta, dándose la vuelta esperando que la siguiera dentro.
Daimon dudo unos segundos, pero terminó por caminar detrás de esa odiosa mujer, tratando de controlar su mal genio.
Llegaron a un amplio salón con adornos elegantes y refinados, todo desbordaba dinero y lujo en esa mansión, Daimon no podía sentirse más incómodo.
Estaba deseoso de salir de ese lugar lo antes posible.
Pero como si fuese una broma del destino, sus ojos se quedaron fijos en la chica que estaba sentada en uno de los sillones, no había levantado su rostro ya que estaba perdida en la lectura de un libro, no se había dado cuenta de su presencia, esto le permitió poder escudriñarla con más detenimiento, el aire se le escapó de los pulmones de forma brusca.
Era la cosa más bella que había visto en su vida, era una pelirroja de piel de porcelana, un cuerpo perfectamente torneado, con las curvas bien marcadas.
La mujer que lo acompañó habló en algún momento, esto hizo que aquella chiquilla levantara su vista hacia donde se encontraban, su mundo se paralizó al poder apreciar su rostro. Tenía los pómulos marcados, la nariz pequeña con pecas en ella, pero sus ojos eran de un azul tan intenso que se permitió perderse en ellos unos segundos más de lo debido.
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Editado: 12.03.2020