Después de cenar con los chicos, decidimos que era hora de marcharnos, quedamos en volver al día siguiente para terminar con la gran obra de arte que habíamos empezado.
Emma se encontraba muy intrigada por saber que era lo que había decidido hacerme, pero hasta que no estuviese terminado no se lo diría, seguro que se sorprendería muchísimo.
El trayecto a su apartamento se hizo corto, mientras le contaba algunas anécdotas sobre Robert y Vanesa.
El lunes iría a recoger a mi bebe de la mansión, ya que había quedado en su garaje, desde que su madre se había aparecido por ahí, solo rogaba que estuviese exactamente igual a como la dejé, sino no sé qué sería capaz de hacer.
También hablamos de que iríamos el martes a ver los avances en la obra de la biblioteca, me contó que Francisco había hablado con ella sobre algunos detalles del proyecto, se nos hacía tan fácil el pasar el tiempo juntos, que nos lográbamos olvidar del resto del mundo.
Al estacionar la ayudé a bajar del auto, la tomé entre mis brazos y la llevé en contra de su voluntad hacia adentro del edificio, estaba completamente roja, no podía parar de reír por la expresión de su rostro.
Max que se encontraba dentro, al vernos aparecer, se dirigió a nosotros con rostro serio.
-Señorita ¿le ha sucedido algo?
Preguntó con preocupación, mientras nos miraba detenidamente.
-Oh no Max, solo que Daimon prefirió cargarme a que siguiera forzando mi pie, pero no es nada.
Dijo con una sonrisa mientras trataba que la dejara en el suelo, apreté más mi agarre, no quería dejarla aún, menos frente a aquel chico que la veía con tanta devoción y ternura, me molestaba demasiado, ella era mía, mejor que lo entendiera desde ya.
-Si me disculpas llevare a mi novia a su piso.
Dije más rudo de lo que pretendía, al ver el rostro de sorpresa y decepción de Max no pude evitar querer reír, Emma levantó su vista a mí mientras seguía roja como un tomate, se podía ver a kilómetros lo incomoda que estaba en esta situación, pero no dijo nada.
Dejando al chico atrás, sin darle mayor importancia, me dirigí a los ascensores, al estar dentro solté el aire bruscamente.
-¿A que piso?
En ese momento me pude dar cuenta, que sabíamos tan poco el uno del otro, tanto como dos simples conocidos, pero no era nada que no tuviese arreglo.
-Al ultimo.
Dijo aún sin separar su rostro de mi cuello, había enterrado su cara allí al quedar solos, el rose de sus labios en mi piel y su aliento cálido chocando contra mí, me hizo estremecer de pies a cabezas, no entendía como con su cercanía ella podía provocar cosas tan intensas en mí.
Me permití perderme en su delicioso aroma, pero no pude contener mi boca, los celos ganaron la batalla.
-Se nota que ese chico está muy coladito por ti.
-¿De qué hablas?
Preguntó separándose un poco de mí.
-Del chiquillo de Max, parece que explotas al pobre, eres una jefa tirana, ¿no le das acaso algún día libre?
-No seas así, no es ningún chiquillo ya tiene la mayoría de edad, realiza turnos rotativos y su día libre es mañana, es muy educado y amable, no está coladito por nadie…y si lo estuviera, no tienes nada de qué preocuparte, mi atención la tiene únicamente mi Ángel caído.
Dijo acercándose a mi cuello y dejando una hilera de besos hasta mi mandíbula, ¡por dios! ¿quién dijo que ser un buen samaritano y querer ir despacio seria sencillo, con esta chiquilla que parece fuego puro?
-Creo que estoy comenzando a sentir celos de ese tal Ángel, dile que se mantenga alejado de ti, si no quiere que termine por arrancar sus alas.
Dije mientras comenzaba a besar su rostro y su cuello.
Al llegar a su piso, salimos del ascensor dando tumbos sin separarnos, la bajé lentamente, tomándome mi tiempo para recorrer su cuerpo con mis manos.
La necesidad que sentía por ella, me hacía ser un maldito adicto a su piel y a su tacto.
Sus manos recorrieron mi abdomen y mis hombros, pero al momento en el que se disponía a acariciar mi espalda la claridad vino a mi mente, tomé sus manos y nos separé delicadamente.
-Bonita, creo que es mejor que me dejes revisar tu herida, hoy te has esforzado mucho, necesito comprobar que te encuentras bien.
La voz me salió ronca y grabe, cargada de la excitación que esta exquisita mujer provocaba en mí.
Vi como la decepción se apoderaba de ella, se avergonzó y pronunció casi en un susurro.
-Claro.
Quiso salir de mis brazos mientras sacaba las llaves de su cartera, pero no podía dejarla así.
-No te pongas mal Cherry, quiero esto tanto o más que tú, deseo hacerte recorre mi infierno para luego llevarte al mismísimo cielo, mientras gimes mi nombre por el placer, de una y mil maneras posibles, pero hoy no podrá ser.
Dije mientras la presionaba de espaldas a mi cuerpo, haciéndola sentir lo mucho que la deseaba.
Me asombraba de mi propio auto control, pero quería darle una sorpresa y que nuestra primera vez juntos fuese única y especial, me estaba convirtiendo en alguien verdaderamente cursi.
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Editado: 12.03.2020