Minutos después de que Aizawa saliera por aquella puerta, Recovery Girl me pasó unos pañuelos para limpiarme.
- Gracias - dije avergonzadamente y con la cabeza agachada a la vez que cogía estos.
Me limpié la cara con ellos e hice una pelota con el pañuelo para, luego, meterlo en el bolsillo de mi pantalón y no dejarlo por allí tirado.
- Minamino, voy a salir un momento al almacén para reponer los rollos de vendas, ahora vuelvo - dijo.
Yo asentí y ella se fue de la sala.
“¿Y ahora qué? ¿Qué iba a hacer ahora?” Aquellas preguntas eran las únicas que rondaban por mi cabeza una y otra vez.
Sin casa, pronto sin familia, sin dinero, sin trabajar, por lo tanto sin manera de costear la matrícula de la UA…sin nada.
Hui.
Fue lo que se me pasó por la cabeza.
Irme de allí. No podía seguir en aquel lugar y, mucho menos, en aquella situación.
Sin Aizawa ni Recovery Girl, tenía el campo completamente despejado. Encima de la camilla en la que estaba, había una ventana. Perfecto.
Con el mayor sigilo y rapidez, salí por ella y, con mi don, me impulsé poco a poco para llegar al suelo, puesto que me encontraba en la tercera planta del edificio, y no morir en el intento.
Una vez en tierra firme, corrí. No sé por qué, ni hacia dónde, pero simplemente corrí para alejarme de la UA.
Entre callejones, casas, edificios…caminé velozmente por casi cada lugar que encontraba, eso sí, bien lejos de los alrededores de la UA.
Por alguna razón, fui camino a mi casa, aunque no quería ir allí. Supongo que es porque es el único lugar que conozco realmente. Obviamente sería de tontos entrar en la que, hasta hace apenas una semana, era mi hogar, pues mi padre acabaría conmigo y los profesores buscarían allí primeramente en cuanto descubran que me he escapado.
¿Qué hago?
Mientras esa pregunta se repetía en mi cabeza una y otra vez, encontré una pequeña casa abandonada en un barrio alejado. Entré en ella sin pensarlo dos veces y me aseguré de que no había nadie. Apenas era un habitáculo sin puertas, ventanas y sin medio tejado. Para sobrevivir esa noche sería más que suficiente.
Con tablones que encontré, tapé la puerta e intenté proteger el tejado para, lo que quedaba de él, no se me cayera encima. Pude ver unos plásticos grandes y cartones y con eso creé una cama y una mesa para poner las cosas que llevaba encima.
Sí, sabía que lo que estaba haciendo era una locura, además de algo ilógico e infantil, pero fue la única reacción que pude tener en aquel instante.
No sé cuánto tiempo pasó, pero la noche empezó a caer y mi anticuado móvil se quedó sin batería. Ya no podría seguir entreteniéndome con el tetris o el comecocos.
Me intenté arropar lo máximo que pude con mi propia ropa y los cartones y, mis ojos, comenzaron a amenazar con cerrarse.
Y, aunque no quería, así fue.
¡Hasta aquí el capítulo de hoy!
Espero que lo hayáis disfrutado muchísimo!
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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.
EDITORIAL: Ediciones Arcanas.
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