Abrazos, ¿qué son los abrazos? Las personas se abrazan: en el amor, la amistad, con la familia, los logros, los buenos y malos momentos, todo. Sentir el cálido abrazo reconfortante da fuerzas, ánimo, vitalidad. Los abrazos dan vida.
La cena en casa de la familia de Nico transcurrió con aparente normalidad sin diferir mucho del almuerzo realizado horas atrás. Las conversaciones banales de aquella familia eran a la misma vez cálidas y llenas de sentimiento y emoción, propiciando calidez.
―¿Cómo ha ido ese trabajo de clase? ―Preguntó Carmela sin disimular una sonrisa en su rostro.
―Ha ido bien, hemos avanzado bastante ―mintió Izan mirándole a la cara pero avergonzado por dentro por el hecho de tener que mentir a aquellas personas, algo que le producía un nudo en el estómago constantemente.
―Me alegro mucho ―le devolvió la sonrisa esperando que dijese algo más sin éxito. Carmela no pudo evitar que un leve suspiro se escapase de su boca.
Izan no entendía aquella reacción por parte de la abuela de Nico pero no sabía que más decir o hacer para contentarla, así que simplemente optó por encogerse de hombros mientras terminaba de cenar.
―Creo que tan solo es un compañero de clase ―explicó Braulio a Carmela y ella asintió.
―Una lástima, bueno ya aparecerá alguien ―sonrió mientras se levantaba de la mesa retirando su plato de la cena.
Cuando Izan terminó de cenar, y tras observar que no tenía que hacer nada notable por la noche en aquella casa salvo retirar su plato y meter algunas cosas en el lavavajillas, se marchó a la que era la habitación de Nico. Las noches en casa de aquella familia eran bastante tranquilas y relajadas, donde no se mascaba la tensión en el ambiente, sin embargo sentía miedo de estropear la armonía con su presencia. Se puso un pijama verde de Nico que había bajo su almohada y se metió en el interior de aquella cama fría cuando a su mente se le vinieron las palabras de Nico diciéndole donde estaba la manta.
Se dio cuenta de que Nico tenía razón, no le fue difícil encontrar aquella manta que tanto conocía. Se sorprendió que aún estuviera en tan buen estado y no pudo evitar esbozar una leve sonrisa. Acomodó la oscura manta encima de las sábanas para después recolocar la colcha y acobijarse en su interior. Apagó la luz del techo y sacó del cajón de la ropa interior su antiguo móvil. Izan no pudo evitar suspirar por culpa de la frustración al comprobar que no había tenido ninguna señal por parte de Nico en toda la noche, lo que significaba a todas luces que no había descubierto nada.
Tras introducir su clave de acceso puso su móvil en funcionamiento y lo primero que hizo fue entrar en internet para buscar casos similares, sabía que sería raro encontrar algo pero en la red nunca se sabe que puede encontrarse y quizá, supuso, en alguna página sobre temas paranormales apareciera algo. Su búsqueda no obtuvo ninguna solución aparente. Por un momento había llegado a pensar que quizá alguien que hubiese adquirido aquellas pastillas también se vería en las mismas circunstancias, pero no pudo encontrar nada en referencia a ello, ni si quiera el nombre de aquella supuesta empresa ilegal, parecía como si todo aquello hubiera desaparecido de la faz de la Tierra tras haber finalizado el periodo de suministración de las pastillas, como si hubiera sido diseñado únicamente para él con un fin. Un escalofrío, que no provenía de la fría habitación, le recorrió el cuerpo de cabeza a pies. No tenía sentido, porque otra persona podría haber visto el mismo anuncio en aquel momento cuando él encontró la página. Resopló frustrado y se quitó las gafas colocándolas en la mesita de noche, sin embargo se quedó un rato con el móvil entre sus manos, como si de un momento a otro fuese a dar con la solución. Por una especie de impulso que sintió en lo más profundo de su interior, decidió escribirle a Nico. Buscó entre sus contactos su nuevo número y escribió esperanzado de que estuviera conectado.
―¿Cómo va todo por allí? ¿Has descubierto algo? ―Escribió Izan enviándolo seguidamente. Antes de preguntarse si tardaría en responder o si acaso contestaría, el teléfono móvil emitió una pequeña vibración en señal de respuesta.
―Sin novedad, ¿has averiguado algo tú? ―Dictaba el mensaje que había recibido de Nico.
―Tampoco, parece como si se hubieran esfumado sin dejar ningún rastro en internet ―le informó Izan.
―Ok, ten cuidado de que mi familia no te vea con ese móvil o sería difícil explicarles ―le respondió Nico.
―No te preocupes. Por cierto ―se quedó pensativo antes de continuar escribiendo el mensaje, sin embargo le dio a enviar sin darse cuenta.
―¿Qué pasa? Mañana puedes comer en tu casa, tus padres no estarán y podemos seguir con la investigación. Convence a Estela para que saque de casa a tu hermana ―le comunicó Nico.
―¿Al medio día? Tengo que ayudar a tu abuela a cocinar pescado. Hoy tuve que ayudarle a limpiarlo ―respondió Izan.