Al otro lado de la línea Estela bufada un poco molesta cuando Izan respondió a su llamada.
―¡Por fin, Izan! ―Exclamó ella para luego proseguir sin entretenerse nada más que en aquello por lo que llamaba―. ¿Estás con Nico?
―Sí, yo también estoy bien, gracias ―ironizó Izan―. Sí, estoy en su casa.
―Ya, eso lo imagino, ahora vives ahí ―respondió ella sin dejar de lado el tono con el que había empezado a entablar la conversación.
―Quiero decir, que sí, que estamos en su casa.
―¿En la suya o en la tuya? ―Preguntó un poco confusa―. Porque él vive ahora en la tuya, pero en ella está tu familia.
―¡Estela! ―Exclamó exaltado―. Su casa, la casa de sus abuelos. Y ahora dime, ¿qué pasa?
―¡Llevo siglos intentando comunicarme con Nico y no hay manera! ¿Para qué tiene tu móvil si no lo está utilizando? ―Protestó ella.
Izan miró malamente a Nico sin responde aún a Estela. Extendió su mano ante Nico para después hablarle.
―Déjame mi móvil ―dijo con el semblante serio mientras este se lo daba mirándole con desconcierto.
Izan miró la pantalla de su teléfono móvil algo confuso. Tenía varias llamadas perdidas, sin embargo, ninguno había escuchado sonar el teléfono. Entonces se percató de que este se encontraba en silencio, haciendo que le dedicara una mirada fulminante a Nico. Tras resoplar comprobó que aquellas llamadas correspondían a Estela, Esteban y Andrés.
―Lo tenía en silencio ―explica Izan―. Supongo que para que no se enteren en casa de lo del móvil y no se habrá dado cuenta de ponerle el sonido ―justificó a Nico, sin embargo, respondió aquello como si este no se encontrase allí en aquel momento.
―Bueno, eso puedo entenderlo, ¿pero nunca lo mira? Porque nunca responde los whatsapp, y que me lo haga a mí tiene un pase, pero si se lo hace a Esteban o Andrés es sospechoso. ¡Se supone que tenéis que aparentar normalidad! ―Exclamó al otro lado del teléfono.
―Está bien, no te preocupes ―intentó calmarle Izan mientras abría la aplicación de whatsapp donde se encontró que tenía varias conversaciones sin leer hacia diferentes grupos y personas, y no solo eso, aquellos chats se encontraban silenciados.
Nico observaba como Izan conversaba con Estela imaginándose que esta reprochaba que no respondiese sus llamadas ni los mensajes que le enviaban. Lo sabía, sabía que no debía de hacerlo, pero había comenzado a sentirse saturado, sobre todo por Andrés y Esteban, y unos días atrás había tomado la decisión de silenciar las conversaciones que mantenía con ellos. Con Estela había sido más complicado, desde que había entrado a aquel instituto ella se había comportado mal con él, y sin embargo, desde que su cuerpo se había intercambiado con el de Izan, había comprobado que tenía un lado desconocido. Aquella actitud de Estela le tenía en continua confusión; por una parte sentía que aquel lado de la joven le agradaba, pero por otro su actitud le producía desconfianza. No había tenido más remedio que silenciarla, así no se daba cuenta de cuando le escribía. Cuando alguien más se comunicaba con él, observaba que tenía chats pendiente, pero sabiendo de quienes procedían, pasaba olímpicamente de leerlos. Quizá se había extrapolado y debería de haber aguantado y continuar comunicándose con ellos. Al principio lo hacía, pero solía no leer lo que Esteban y Andrés le decían, respondiendo con monosílabos siempre acertados acorde con las últimas líneas que leía.
Tras terminar la conversación con Estela, Izan le devolvió su móvil. Había quitado el silencio a las conversaciones que lo contenían y había puesto de nuevo su tono de teléfono.
―Soy yo quien tiene que tener el móvil en silencio para que tus abuelos y tu hermano no sepan nada sobre el teléfono. Si le he dicho eso a Estela es porque no sabía cómo defenderte, y creo que por lo exaltada que estaba no se dio cuenta de que era al revés ―le dijo Izan manteniendo la seriedad aún en el rostro.
―Lo siento ―murmuró Nico agachando la cabeza.
―Ya lo hecho, hecho está ―le respondió Izan―. Te haré un resumen de lo que Estela me ha contado, pero debes de responder cuando te hablen ―le espetó.
―¿A Andrés y Esteban también? Son insufribles... ―bufó Nico.
―Lo sé, pero no tienes más remedio. Ellos están extrañados de que pases de pronto de ellos y no les respondas. Para ellos sigues siendo yo, no lo olvides ―le reprimió Izan.
―¿Cómo quieres que lo olvide? ―Dijo señalándose―. No me olvido tan fácilmente de que no estoy en mi propio cuerpo ―espetó él.
―Pues por eso, para los demás eres yo, tienes que actuar como soy yo. Como soy ahora ―clarificó esto último dándole énfasis.
―No te preocupes, continuaré siendo el frívolo, hipócrita y mal vestido del nuevo Izan ―el sarcasmo se apoderó de él, mientras le dedicó una mirada altiva y prepotente―. ¿Lo hago bien?