Entró a la casa, es grandísima. Francamente parece un hotel de lo grande que es. Me recuerda a la casa de Marie, paredes blancas pero el piso es de madera. Tiene una gran escalera. Subimos por ellas. Arriba hay cinco habitaciones, una locura. En la puerta de cada una de ellas hay una pizarra que dice “pon tu nombre aquí”.
Me sorprende que haya tantas habitaciones.
-Una de las habitaciones es para ti!.- me dice Marie.
-Pensé que compartiríamos habitación.
-No va a hacer falta.- me señala todas las demás habitaciones.
El chofer dejó todas las maletas en la sala de abajo. Me dirijo a buscarlas. Todavía no habíamos decidido cuál sería nuestra habitación.
Me sorprende lo grande que es la casa. Cuando solía vacacionar con mi madre compartíamos la habitación.
Subo mis dos maletas y las dejó en el corredor. Me refiero al pasillo que hay entre las habitaciones. Bajo a buscar las de Marie, si es por ella espera a que las suba el chofer.
Me encuentro parada junto con Marie. Hay tres habitaciones juntas y luego hay que pasar por otro pasillo para ir hacia las otras dos habitaciones, allí estaba la habitación de los padres de Marie.
-Bueno yo quiero la primera.- dice Marie atolondrada.
-Okey yo la última.
-¿Estás segura? Vas a tener que pasar toda la habitación del medio.
-Si mejor, haya estaré mas alejada. Ya sabes a lo que me refiero, mis rutinas son algo raras. No quiero molestar.
-Entiendo a lo que te referís.- se ríe.
Suelo tener la costumbre de cantar por las noches o peor de poner música fuerte por la mañana. Eso esa raro, pero se me hizo rutina.
Recuerdo la vez que Marie se quedó a dormir en casa y la desperté a las cinco de la mañana cantando “God is a woman”. Al final se fue a dormir al sillón de abajo ese día. Es gracioso recordar su cara cuando despertó con un fuerte dolor de espalda al otro día.
Entró con mis maletas a la última habitación, todavía no la vi en su interior.
¡Wow! Es perfecta.
Las paredes son blancas y la del medio esta empapelada con un estampado floral, muy natural.
La cama es de una plaza y media. Tiene unas sábanas color blancas y una frazada color beige. Hago la prueba que falta para determinar si tome una buena decisión eligiendo habitación. Tomo distancia y corro a toda velocidad, caigo en la cama que parece una pluma. Tiene resortes, como me gusta.
¡Tome la decisión correcta!.
Ya estaba anocheciendo así que no tenía tiempo para ir a ver la playa , va en realidad es por que estoy muy cansado solo quiero dormir, todo por haberme levantado temprano para acompañar a Marie a Café rosa.
Marie se va a enojar por que la deje comiendo sola.
Me pongo un short que tengo a mano en la maleta. No es tan tarde pero igual decido irme a acostar.
***
Estoy aturdida. Tengo los ojos pegados. Tengo tanto dolor de cabeza que siento como si se me explotarán los sesos. No logró seguir durmiendo. Por más que lo intento no hay caso. Me levanto y me lavo la cara.
Busco mi celular que se está cargando arriba de la mesita de luz que esta junto a la cama. Son las 12 de la noche. No dormí casi nada, solo algunas horas. Me pongo las zapatillas y bajo las escaleras en modo silencio. No quiero despertar a Marie.
Voy hacia la cocina. O eso intento, todavía no conozco toda la casa. Hay un gran comedor junto a las escaleras. Más atrás esta la cocina. Que tiene una barra en el centro.
No soy de abrir las heladeras en casas ajenas sin permiso, pero tengo un hambre infernal. Agarró pan lactal y un poco de fiambre. Antes de prepararme un sándwich reviso en los cajones a ver si encuentro un maletín médico o algo que pueda tener ibuprofenos para calmar mi dolor de cabeza.
En el tercer cajón encuentro una tableta, agarró dos pastillas y me sirvo un vaso de agua para ingerirlos. Me los tomo rápido y continuó haciéndome el sándwich.
¡Podría irme a comer a la playa! Pensé.
La luz de afuera estaba prendida así que no estaba tan oscuro. Las llaves estaban colgadas al lado de la heladera. Las agarró sin hacer mucho ruido. Y abro la puerta con cuidado.
Observo al mar desde acá. Mis piernas ya tienen piel de gallina. Suerte que me puse un buzo. Hay mucho viento, suerte que no soy muy flaquita por que me llevaría volando.
Agarró bien mis dos sándwiches mientras bajo por las escaleras que hay a unos metros de la casa, para bajar a la playa.
¿Acaso hay un chico caminando a orillas del mar? Mis ojos no me engañan.
¡Debe estar loco! Hay un frío que mata y el sin remera.
Me acerco más, esta bastante lejos así que apenas logró verlo.
Tiene una buena espalda por lo que veo. No se por que pero me dirijo hacia el.
Quizás sea por curiosidad. No cualquiera viene a la playa a estas horas.
Me aproximó hacia el, que todavía sigue con la vista hacia el mar, mientras doy una mordida a mi sándwich de jamón y queso.
Su espalda es sexy. No se por que pienso en eso.
Estoy a unos pasos de el. Que todavía no se percató de mi presencia.
¿Y si es un violador o una especie de acosador? Estoy preparada para salir corriendo hacia la casa. Sin dudas.
-Pensé que era la única que le gusta observar el mar por las noches-digo en voz baja- y más con tanto frío.
-Al parecer no lo eres- dice el chico.
Tiene una voz grave y firme.
Se da vuelta de repente y me mira.
Apenas puedo observarlo mi pelo esta por toda mi cara, a veces odio tanto el viento. Me sacó el pelo como puedo del rostro.
Tiene un abdomen marcado y tatuajes que recorren todo su brazo hasta llegar a su pecho.
Cuando mis ojos se levantan hacia su rostro veo unos grandes ojos azules intensos como el cielo. Me siento algo nerviosa. Creo que estoy entrando en calor. Su nariz es pronunciada y tiene unos labios muy carnosos.
¡Creo que tengo ganas de besarlo!.