Quimera (libro#1- Saga Destino)

Capítulo III

CAPÍTULO III

Algo estaba mal, no había duda.

Las calles de repente estaban en silencio y no había personas alrededor. Lo notó cuando cruzó la pista lista para ir en donde su padre trabajaba. El silencio era perturbador y extraño causando que su piel se erizara ante el frío e inquietarle estado de las cosas.

Habían desaparecido.

No había nadie.

<< ¿Qué estaba pasando?>>

Imposible. Pero la realidad era otra, como si hubiera entrado a un mundo alterno. También logró visualizar que todo parecía estar en un color apagado, como opaco, sin brillo; incluso ella misma.

Corrió hacia el puesto en donde su padre tendría que estar esperándola. Con el corazón a punto de salírsele del pecho, rogaba a Dios que no le hubiese pasado nada. El sentimiento de preocupación y miedo aumentaba a cada segundo que se dirigía hacia su progenitor.

En su mente se convenció de que su padre estaría ahí, ocupado con los reclamos del señor propietario del puesto, ocupado en asegurarle que si había pagado el mes del alquiler del puesto. Tratando de calmarse para no darle una golpiza al hombre; de seguro que lo encontraría. Y cuando la viera el alivio en su rostro aparecería y ella le daría los papeles que mostraba que había pagado y…

Estaba vacío.

Todos los puesto en el edificio en donde su padre trabajaba, estaban vacíos. Sin rastro alguno de sus propietarios y/o vendedores. El silencio, que antes sin ser escuchado, empezaba a crear una nota musical que susurraba en sus oídos. La briza del aire antes que era una compañía, también había sido expulsada del lugar en donde ella se encontraba.

Como un susurro sin palabras, el silencio le cantaba y mostraba la soledad del lugar despertando una inquietud ya conocida.

<<Al igual en el día que vi a…>>

Entró al lugar en donde su padre se suponía que la esperaba. Con angustia y una cólera por no entender que había sucedió, recorrió cada rincón del lugar sin dejar de revidar cada detalle. Todo parecía estar en perfecto orden, como si aún fuera de madrugada y en cualquier momento las personas llegarían para arreglar y ubicar las cosas en lo que sería un día agitado. Las carcasas, vidrios, y accesorios de celular, lo cual era lo que su padre vendía, se burlaban de ella al encontrarla desesperada por alguna respuesta.

Nadie.

Al tiempo que seguía recorriendo, ya no solo el puesto de su padre sino todo el edifico. Rani dejó que las lágrimas decidieran por ella ante su ya obvia desesperación, aunque tenía ganas de gritar; el miedo que regía en ella había tomado control.

Con las manos temblorosas bajó las escaleras aferrándose en los pasamanos, su único sustento en estos momentos ante el horror de estar sola y sin encontrar a su padre. Al llegar al último peldaño se sentó y acurrucó en la pared, con las lágrimas totalmente en su máximo punto. El rostro en una mueca que reflejaba el miedo y desolación ante la ignorancia en no saber qué es lo que sucedió. Su único consuelo era que el sueño en que se encontraba, porque una parte de ella creía eso, acabaría y al despertar vería el rostro de su padre y su hermanito.

Adrián.

Su pequeño bicho, que pasaría si no encontraba la forma de salir de aquello. Solo el recuerdo de cuando tenía cuatro años y ella se iba a comprar, el pequeño Adrián lloraba al pensar que ella lo abandonaría.

Se estremeció a tal punto de que el dolor la impulsó hacia el suelo. El dolor de cabeza se hizo presente, y con ellos el recuerdo de su madre arrullándola antes  dormir. Su cabellera larga y rubia, su voz suave tan cantarina y melodiosa. El suave tacto en su rostro.

<<No entiendo. >>

¿Por qué ante el dolor el recuerdo de su madre volvía a ella?

Colocó ambas manos sobre su estómago  resistiendo el impulso de vomitar. El dolor de cabeza aumentaba en advertencia de dejarla inconsciente. El calor que sintió hace semanas apareció aún más insoportable que aquella vez. Fuego intenso, sin quemarla realmente. Dolor desesperante, cada vez ahogándola.

Ya no había silencio, ahora sus gritos la acompañaban.

Se agarró la cabeza y en desesperación se golpeó contra el piso. La sangre brotó pero el incesante dolor siguió prolongándose hasta el punto de ahogarla por falta de aire. Poniendo sus manos en el suelo, y apoyándose en sus rodillas. Rani trató con fuerza de encontrar el aire que le faltaba, y sin contenerse soltó un grito ensordecedor.

Los gemidos de dolor la enfurecían. ¿Por qué?

Una idea ridícula, pero nada cuestionable, sobre que alguien la viera en esa posición tan patética y vergonzosa la rebajarían de tal modo de no ser digna…

¿Digna de qué?

—Dios,  ayúdame… —pidió en un gemido tormentoso.

<< —Me encanta como siempre ustedes piden a Dios, sin pensar que en este mundo él no existe. >>

Rio al recordar las palabras de aquel espectro. Rio aún más porque le hubiera gustado saber su nombre y llamarlo. No entendía, pero había una necesidad en ella que la empujaba a querer la presencia de aquella cosa –fuera lo que sea– en ese instante.




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