Capítulo 26: Jaque Mate.
ROSIE.
Ganamos las elecciones.
¡No puedo creerlo! ¡Ganamos las elecciones!
Me gustaría poder decir que todo fue gracias a las fichas de estudio que impuse pero no. En plena sesión de preguntas quedé con la mente en blanco. Micah fue quien salvó la patria. Él sacó sus ilógicas respuestas que acertaron con la petición de los estudiantes poniéndolos de nuestro lado. No puedo imaginar cómo fue que lo consiguió, pero en efecto, sucedió.
No para de sorprenderme.
Decidimos celebrar nuestro triunfo en su habitación con la idea de preparar algo para cenar. No ha querido ir por allí a comer pizza; solo pretende dejarme con la boca abierta una vez más al demostrarme sus dotes culinarias.
Micah se encarga de abrir la puerta de la habitación, y realiza una especie de ademán para permitirme adelantarme. Con una sonrisa de agradecimiento, me apresuro en adentrarme en la habitación. Mi estomago ruge hambriento causando que mis entrañas se compriman.
—Ya te he demostrado una razón más por la cual estarías locas si te atreves a perderme —dice a modo de juego, deshaciéndose de su chaquetón para colgarlo sobre el perchero.
Subo una ceja sin comprender a lo que se refiere. Sigue sorprendiéndome de una manera extraordinaria la cercanía que hemos establecido entre los dos.
Antes de que las clases terminasen, nunca hubiese soportado estar en una misma habitación que Micah Janssen durante tanto tiempo; mucho menos convertirme en su aliada en unas elecciones o compartir uno que otro beso.
Cada día siento menos repulsión por el castaño de ojos cetrinos.
—Adivino; tu segunda razón corresponde a tu inteligencia —anticipo alzando las comisuras de mis labios antes de cruzarme de brazos en medio de la habitación.
Micah se arremanga las mangas de la camiseta, y se pasa una mano por el cabello, revolviéndolo. Se ve increíblemente sexy haciendo eso. Me muerdo el labio, y trato de abandonar esos pensamientos.
Una sonrisa de suficiencia de extiende en sus labios indicándome que he acertado a la perfección. Siempre lo he sabido. Nunca ha sido un secreto que Micah sea un hombre sabio… demasiado.
—No te mientas a ti mismo; solo fue cuestión de suerte.
Una arruga se expande en su frente a la vez en la que se acerca hasta el pequeño espacio de la cocina, y chequea los almacenes dándome la espalda. Sus músculos flexionándose por debajo de esa camisa tan apretada… ¿acaso quiere alborotar mis hormonas?
Se gira hacia mí, tomando un paquete de lo que parece ser fideos.
Micah alza una ceja. —¿Suerte? —se ríe sarcástico mientras sacude la cabeza—. No creo en la suerte. —dice con seguridad.
Procedo a sentarme en el banquillo frente a él sin apartar mi mirada de la suya. Una mueca me pincha la mejilla, y le miro con curiosidad.
—¿Micah Janssen no es un chico con suerte? —medio curvo los labios acariciando el mesón con mi dedo índice.
Coloca el paquete con firmeza sobre el mesón deteniéndome, y haciéndome que regrese mi mirada a él. Sus brillosos ojos verdosos me capturan en el aire, y un extraño remolino nace en la boca de mi estomago.
Solo mantén la calma. Sí. No debo alterarme. No tengo motivos para alterarme.
¿Cierto?
—No me hagas dudar de mis convicciones. —medito sobre lo que debería responder a su comentario. No se me ocurre nada. Mi mente queda en blanco. El fantasma de una sonrisa surca sus labios—. Digo, tenerte frente a mí, sonriéndome, pareciera que es suerte pero no lo es —reconoce.
—Entonces, si no es suerte, ¿qué es? —mi voz tiembla al abandonar mis labios. Me llevo los brazos hasta el pecho como acto de protección.
—El destino.
Micah me dirige una sonrisa de labios cerrados antes de dedicarse a sacar unos cuantos vegetales del refrigerador para empezar a cortarlos. Me he quedado paralizada durante unos segundos mientras mi enlentecido cerebro se traba al intentar asimilar lo que ha querido decirme.
¿El destino?
¿El destino se encargó de juntarnos?
El maldito destino.
De pronto, mi mente me traslada a la noche de graduación. El discurso que duré semanas ideando; todo era tan perfecto... las luces apuntándome con magnificencia, mis compañeros de clase sonriéndome con amabilidad, pero sobre todo, recuerdo el brillo de su mirada opacando todo lo demás mientras hablaba de principio a fin. El último día en el que le vería… pero así no le pareció al destino.
Quizás, el destino no nos quiere dejar ir hasta que seamos sinceros con nosotros mismos. Micah parecía seguro de lo que decía. ¿Estaba siendo sincera conmigo misma? ¿De verdad lo estaba?
No. No lo estoy.
Nunca lo he sido… ni conmigo misma, ni con mis sentimientos, ni con mis deseos, ni con mis sueños, ni con él.
El suave sonido de su voz me saca de mi ensimismamiento. Presurosa, levanto el mentón para enfocarle, y él señala unos cuantos vegetales y un cuchillo.