Capítulo 29: Cosas Locas.
MICAH.
Llevo buscando a Rosie por más de quince minutos desde que una de las gemelas se le escapara decirme que ella había venido a la fiesta junto a su prima, la extraña. No puedo negar que pensar en ella me causa risa; recordar aquella vez que intentó huir de su prima dándome un beso.
Las ocurrencias de Caperucita son desmedidas.
Me agradan, sin embargo. Nunca se me hubiese cruzado por la cabeza darle un beso a alguien para esconderme de alguna persona. Demasiado trillado, probablemente.
Nuestra historia es trillada, en realidad.
Estamos viviendo un cliché. El cliché más hermoso que había podido vivir alguna vez, y lo que más me enorgullece es tenerle viviendo el mismo cliché conmigo… juntos.
Me mezclo entre el mar de estudiantes alcoholizados que se sacuden espasmódicamente como si estuviesen electrocutándose a merced de la oscuridad. No la hallo por ningún lado, hasta que diviso a la lejanía una cabellera rubia que me parece haber visto antes. La prima de Caperucita. Sin dudarlo, me acerco a ella, culebreando entre los cuerpos sudorosos, y la oscuridad.
Ella sostiene una botella de lo que parece ser ginebra entre los dedos, y se sacude imitando a las personas a su alrededor. Mantiene los parpados apretados, y los labios entreabiertos. La canción que resuena en el fondo de todo el barullo de personas, resulta rítmica, y casi alucinante. Cuando me planto frente a ella, abre los ojos y estira los labios en una sonrisa. Iba a preguntar sí me recordaba, pero por la manera en la que me sonríe conjeturo que, en efecto, me recuerda a la perfección.
Bueno…
—¡Hola! —empiezo saludándole. Ella sigue bailando, así como otros cuerpos bailan a mi espalda empujándome unos centímetros más cerca de ella. Empiezo a sentirme incomodo—. ¿Has visto a Rosie? He estado buscándola pero…
—¿Por qué buscas a Rosie? —me interrumpe antes de que pueda terminar de decir lo que tenía planeado decir. Su mirada se incrusta en la mía con intensidad, y sus labios se hallan húmedos debido al alcohol, supongo—. Ella no vino. —añade de todos modos.
¿No vino?
Creí haber escuchado a Claire decir que habían venido todas juntas a la fiesta, incluyendo a Caperucita. Frunzo el ceño.
Puede que esté demasiado High y no recuerde que ha venido con su prima a la fiesta. Digo… no creo que esté mintiéndome deliberadamente.
—¿Ustedes tienen algo? —interroga al cabo de unos segundos.
Alzo mi vista para mirarla, y me rasco el cabello. Pienso en su pregunta, y medito acerca de la respuesta. Ni siquiera sé qué demonios es lo que tengo con Rosie. ¿Existe algo entre Rosie y yo?
Siempre que le hago esa misma pregunta a Caperucita; ella sale a la defensiva pidiéndome que no toque el tema. Ya ni siquiera sé sí ella siente algo por mí, o sí… prefiero no pensar en ello.
No quiero pensar en ella.
No me hace bien pensar en ella.
Meneo la cabeza en modo de negación, y la sonrisa en los labios de la rubia frente a mí se expande, tornándose tenebrosa.
—Mi nombre es Grace. —la rubia se presenta, acercándose demasiado a mí. Su delgado cuerpo peligrosamente cerca del mío. Tan cerca que puedo sentir su tibia respiración rozándome la barbilla—. ¿Cuál es tu nombre, bonito? —se toma el atrevimiento de colocar sus brazos sobre mi cuello, y acariciar las hebras de mi cabello con sus dedos.
Mis músculos se tensan de inmediato. Trato de convencerme de que Grace está demasiado ebria como para ser consciente de sus acciones. Intento crear un poco de distancia entre los dos, pero a consecuencia de las personas que bailan a mis espaldas, solo consigo ponernos más cerca.
—Micah. —evito el flaqueo en mi voz, pero no me siento bien estando tan cerca de Grace.
Conozco la razón: Rosie.
No tengo más espacio en mi cabeza que para Rosie. Todos mis pensamientos giran en torno a Rosie. Todos mis sentimientos crecen en dirección a Rosie. Todas mis acciones son estimuladas por Rosie.
Ella ni siquiera está buscándome. Cada vez que me acerco a ella, solo termina huyendo y distanciándose cada vez más, y más. Temo que empiezo a agotarme de este tira y encoge entre los dos.
Grace se menea contra mí, y solo aferro mis manos a la parte baja de su espalda en un vago intento de mantener la distancia entre los dos.
—Estás pensando en ella —alzo las cejas, sin comprender. Ella emite un suave suspiro, y entrelaza sus dedos por detrás de mi cuello—. Estás pensando en Rosie. —asegura. No me molesto en negarlo. Sí. Siempre estoy pensando en Rosie cuando sé que no debería. No digo nada para contradecirle, y ella juega con las hebras crecientes en mi nuca—. ¿Estás enamorado de ella? ¿Estás enamorado de Rosie? —cuestiona.
Otra pregunta que no puedo responder.
Presiono mis labios, y la miro directo a la profundidad brillante de sus ojos. Mi cerebro me exige que piense en otras posibilidades. Miro a Grace. Tiene una belleza incuestionable, pero mi corazón no hace ni el amago en latir por alguien más que no sea Rosie. Intenté hacerlo latir por Kiara. Intenté hacerlo latir por muchas chicas más, pero por más que lo intenté, solo conseguí aferrarme más a lo que siento por Rosie Hamilton.