Química Irresistible ©

Capítulo 34

 

Capítulo 34: Eviterno.

 

MICAH.

 

 

 

 

‹‹Creo que me he enamorado de ti, lobo››

Suena incluso más loco en mi cabeza.

Las simples, pero profundas y sinceras, palabras de Rosie siguen dándome vueltas y vueltas en la cabeza. Un retorcijón se apodera de mi estomago cuando medito en el significado que me impactan aquellas palabras. Siendo sincero, llegó un punto en el que pensé que jamás sucedería.

Juré que jamás sería capaz de darse cuenta de lo mucho que ella significa para mí, y mucho menos, podría imaginarme que ella se sentiría de la misma manera que yo.

La noche alcanzó su fin. Una noche inolvidable, sin duda alguna. Nunca podría olvidarla, así como cada minuto que paso junto a ella.

Cada segundo con Rosie es diferente a cualquier otro instante de mi vida. Ella ni siquiera se esfuerza en hacerlo diferente; solo es innato, parte de la química que existe entre los dos. Un minuto con ella me basta para considerarme eternamente feliz.

Sueno como el chico más cursi del universo, lo sé.

Conduzco con las ventanillas abajo permitiendo que el viento se cuele en el interior de la camioneta. Miro a caperucita por el rabillo de mi ojo. Ella está recargada de la puerta. Su cabeza descansa sobre el marco de la ventanilla. Su cabello castaño vuela por los aires, agitando las ondas que alguna vez moldeaban su peinado. Sus parpados plegados, y una serena expresión en su rostro. Su mano afuera, sintiendo el aire que roza contra la misma. ‹‹Perfecta Caperucita››. Me muerdo el labio, y me dedico a conducir mirándole a hurtadillas de vez en cuando.

Daría mi vida para congelar el tiempo. Daría mi vida para huir justo ahora sin mirar hacia atrás. Sin mirar hacia el pasado o hacia los obstáculos que luchan por hacer nuestra vida juntos imposible.

Una melódica armonía emerge a través de los altavoces inundando el acogedor silencio que se ha instalado en la camioneta. No tenemos que comunicarnos con palabras cuando nuestras acciones dicen mucho más de lo que podríamos decir con palabras.

La luna sigue protagonizando el espectáculo nocturno que reina en la anchura del oscuro cielo azulado. El sol no se demora en irrumpir a mitad de la escena, y robar el estrellato en el cielo, así como a medida que las llantas del auto ruedan, nos acercamos más al campus, y a lo que nos deparará cuando lleguemos.

Tras un par de minutos que apenas me hago consciente de que transcurren, nos encontramos frente al edificio del campus en el que reside Rosie. Me encargo de apagar el motor. No muevo ni un solo músculo de mi cuerpo hasta que escucho el pesado suspiro que abandona los labios de caperucita. Esos irresistibles labios con sabor a vainilla.

—¿Te digo algo loco? —inquiere al cabo de lacónicos segundos de un afilado silencio. Muevo la cabeza tan solo unos pocos centímetros, y ella aprieta los labios sin mirar en mi dirección. Su mirada castaña anclada sobre el edificio del campus—. No quiero irme.

Dirige su mirada hacia mí. Miro el brillo latente en medio de su mirada, y sus labios apretados originan que mi pecho se oprima con fuerza.

—¿Te digo algo más loco? —estiro mi mano hasta tocar la piel de sus mejillas. Mi pulgar se desplaza en pequeños círculos imaginarios—. Yo tampoco quiero que te vayas, caperucita.

Rosie cierra los parpados durante escasos segundos, y se decanta por disfrutar los movimientos de mi dedo sobre su suave piel de seda. Si pudiese sacar una cámara para sacarle una fotografía justo ahora, lo haría animado. Ella abre sus ojos, y exhala todo el aire contenido adentro de sus pulmones.

El amanecer aproximándose por el horizonte.

—Fue una noche increíble —musita en voz baja. No ignoro el momento en el que una genuina sonrisa se dibuja lentamente en sus labios rosados. Rosie se endereza sobre el asiento del copiloto, y retira un mechón de cabello que le fastidia sobre la cara para conducirlo hacia detrás de su oreja. Me mira sonriente, y revela sus brillantes dientes—. Me gustaría haber hecho esto antes contigo —murmura, sincera.

Hago un amago para restarle importancia, y el atisbo de sonrisa alcanza mis labios.

—No puedes borrar el pasado pero puedes asegurarte de crear un brillante futuro que opaque todo lo demás.

Ella enseria su expresión, sin apartar la sonrisa de sus labios. Se lleva el labio inferior entre los dientes, y coloca su mano frente a mí.

Miro su mano extendida frente a mi rostro, y alzo una ceja, sin comprender lo que pretende hacer.

—Tienes razón, lobo. Siempre tienes razón, así que te propongo un trato: un nuevo comienzo entre ambos. —hace un extraño pero divertido baile con sus espesas cejas castañas, y agita su mano. Sonrío—. Rosie Hamilton, ¿a quién tengo el inmenso honor de conocer, guapo? —me guiña un ojo, y suelta una risita cantarina.

La miro como si se hubiese vuelto loca, pero termino sonriendo ampliamente, y estrechando su mano.

—Micah Janssen. Y agradezco su halago, señorita Hamilton; aunque si me permite decirle, usted es mucho más guapa…




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