F E R N A N D A
La majestuosa corona fue depositada sobre mi cabeza.
—Les presento a nuestra Emperatriz, su Real Majestad, Fernanda De Valencia —anunció con orgullo el heraldo.
Las trompetas resonaron y los cánticos de mis súbditos no cesaban; bendecían mi coronación y celebraban mi ascenso al trono.
Atravesé el salón mientras todos se arrodillaban a mi paso; mis damas y hermanas sostenían los pliegues de mi capa y me escoltaban hasta el balcón, desde donde contemplaría a mi pueblo.
—¡Dios bendiga a la Emperatriz!
—¡El sol de nuestro imperio que brilla incansablemente!
—¡Gloria al Imperio!
Siguiendo la tradición, lancé un ramo de flores variadas a mis súbditos, quienes lo recibieron con alborozo.
Nos dirigimos al banquete, donde los aristócratas hicieron una reverencia a mi llegada. Me senté en el trono y esperé mientras cada uno de ellos juraba su lealtad, desde los más altos hasta los más bajos en rango.
—El Ducado de Hathar presenta su respeto ante la Emperatriz y jura absoluta lealtad —declaró solemnemente el Duque Hathar.
Fue una ceremonia tediosa, pero sabía que debía soportarla hasta su finalización.
—Soy la Marquesa De Karlo. Presento mi respeto ante su Majestad y juro que el Marquesado es leal a la Emperatriz Fernanda De Valencia —pronunció la Marquesa, una figura destacada en la sociedad, cuya influencia sería valiosa para mí.
Sonreí con cortesía.
—He oído hablar de su té especial, Marquesa De Karlo. Me encantaría tener el placer de disfrutarlo en una reunión junto a usted.
La Marquesa respondió con una reverencia.
—Será un honor.
Sin embargo, me sentía cansada de tantas conversaciones superfluas.
Llamé a uno de mis guardias y le susurré al oído.
—¿Quién es el caballero que baila con mi hermana, Julia? —inquirí, desconociendo su rostro.
—Es Lord Gustav, un caballero que sirvió a su Majestad durante la rebelión contra el consejo y el Duque Flores.
No suelo interesarme por personas de tan bajo rango.
—No es un noble —corté bruscamente las palabras de mi guardia.
Observé a mi hermana y noté que tampoco parecía interesada. Ella merecía experimentar el amor, como yo lo había hecho.
—Investígalo.
El guardia asintió en silencio.
Me levanté, atrayendo las miradas de todos en la sala.
—En tres días anunciaré al nuevo consejo real. Con su permiso, les deseo una agradable velada.
Mis damas me acompañaron a mi habitación, donde me preparé para descansar y cuidar de mi embarazo. No había bailado desde que mis dos únicos compañeros, mi padre y James, fallecieron.
—Su Majestad —me llamó Felipe, interrumpiendo mis pensamientos mientras se arrodillaba frente a mí—. Permítame hablarle en privado.
Ordené a mis damas que se retiraran.
—¿Qué sucede, Lord Felipe?
—Deseo felicitar a su Majestad por su coronación y... —vaciló, buscando las palabras adecuadas—. También quería pedirle permiso para buscar a mi madre.
Su insistencia comenzaba a irritarme.
—Si deseas mantener tu posición, Felipe, no me desafíes al oponerte a mis órdenes.
—¡Eso no es lo que yo...!
Corté sus palabras.
—Continuarás desempeñando tus funciones como secretario hasta el nacimiento de mi hijo. Puedes ir donde quieras, pero acompañado por mis guardias. Después, regresarás.
Mis palabras lo sorprendieron.
—¡Majestad!
Me di la vuelta, evitando escuchar más tonterías, y comencé a caminar con mis damas siguiéndome.
—Le agradezco, su Majestad la Emperatriz —exclamó Felipe, agradecido.
No lo hacía por él, sino por mí misma. Necesitaba asegurarme de que no quedara ningún traidor libre para conspirar contra mí. Liberar a Felipe me ayudaría a descubrir los planes de mis enemigos.
Llegué a mi habitación y me preparé para descansar. Tomé papel, pluma y tinta, y escribí cartas que serían entregadas al amanecer. El banquete me había recordado que necesitaba más fuerzas y que la mejor forma de obtenerlas era asegurándome de que mis hermanas también las tuvieran. El amor y el poder debían estar en manos del hombre que sería el esposo de ambas.
Querida Marquesa de Karlo,
Yo, su Majestad la Emperatriz, deseo extenderle una cordial invitación para que visite el palacio durante una semana. Con los recientes cambios en el imperio, valoraría mucho su apoyo en esta nueva etapa que está por comenzar. Como bien sabe, la primavera está llegando y con ella, nuevos comienzos para las jóvenes damas. Por eso mismo, le pido su ayuda para acompañarme en el cuidado y orientación de mis dos hermanas, las princesas Julia y Alba.
Atentamente,
La Emperatriz Fernanda
Coloqué el sello sobre el pergamino y continué con las siguientes cartas. Sabía que no sería fácil, pero era mi responsabilidad asegurarme de que no quedara ningún cabo suelto.
Era el día de reunirme con las damas que había convocado, así que antes decidí dar un vistazo a la habitación que había mandado a preparar para mi bebé. La hice colocar junto a mis aposentos; no quería separarme de él ni un solo instante.
Sin embargo, detuve mis pasos al escuchar algunas voces a lo lejos. Lo que decían resultaba intrigante.
—Me pregunto cuándo la Reina ordenará decapitar al Príncipe Felipe —comentó uno de los sirvientes con un tono conspiratorio.
—Shh —lo interrumpió otro, con gesto de preocupación.
—No te preocupes por acallarlo. Todos sabemos que es verdad. Ojalá la Reina se decida de una vez por todas y ponga fin a sus molestias.
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Editado: 22.04.2024