F E R N A N D A
Abrí lentamente mis ojos y pude ver los rayos solares traspasar las cortinas, iluminando la habitación.
—Hermana, has despertado.
Alba y Julia estaban a mi lado, ambas lucían cansadas, y se veía que no habían dormido nada.
—Mi bebé.
Toqué mi vientre y me alivié al sentirlo abultado.
—Tranquila, está bien. Los doctores han estado pendientes, y el apóstol vino con pastores a orar por el futuro del bebé y el tuyo.
<< Gracias a Dios porque aún tengo a mi bebé >>
Era por lo único que viviría, por lo que mi vida tendría sentido y podría reunir la fuerza suficiente para luchar.
Pasé el día con revisiones y medicamentos, comiendo comida que no me gustaba pero que era saludable para mí y el bebé. Estuve al cuidado de mis doncellas, ya que envié a mis hermanas a sus habitaciones a descansar.
En la tarde, una doncella me trajo una carta de parte del Conde Ángelo. Era seguro que el príncipe Enrique se acercaba al Imperio de Valencia.
No puedo retrasar más el comunicar esto a Alba. Puede que mi condición haga que su corazón sienta la suficiente pena como para aceptar. Es la única forma de que la seguridad de mi bebé esté a salvo. Este matrimonio es muy importante.
—Trae a mi hermana Alba cuando despierte.
La doncella asiente y se va, solo que se detiene en la puerta y regresa su mirada hacia mí.
—El príncipe Felipe desea…
Mi mirada, y la rabia acumulada que dejé relucir en mi rostro, la calló.
—Su Majestad está indispuesta, disculpe.
La puerta se abrió y Felipe vino hacia mí como si tuviera alguna autoridad. Se arrodilló hasta pegar su frente al piso, mientras sus manos estaban a los costados.
—Se lo ruego, perdóneme, por favor.
<< No planeo hacerlo, lo odio. Mientras él vive y gana el favor de algunos, mi James, el hombre que siempre amaré, está muerto y sin conocer a nuestro bebé. >>
—Llévenlo a trabajar como lo ordené. No quiero verlo. Sáquenlo.
Me recosté en la cama abrazando mi vientre, mientras sentía las lágrimas deslizarse por mi rostro. Sentía un inmenso dolor en mi pecho. Solo quería una familia con James. Hubiera podido cumplir la voluntad de mi madre de ser una Emperatriz justa, pero los del consejo me quisieron oprimir, y no pude cumplir su deseo. Por ello, debo ser más fuerte para cuidar lo único que me queda de mi amor.
<< Mi bebé, mamá hará cualquier cosa por ti, te amo. >>
Era de noche, me había quedado dormida. Debía levantarme para tomar mi medicina y cenar. No podía saltarme comidas.
Alba entró a la habitación, seguramente la doncella le había avisado mucho antes, pero al estar yo dormida, me dejó descansar.
Hice una señal con mi mano para que tomara asiento enfrente de mí. Las sirvientas ya habían preparado mis alimentos, así que ordené que trajeran la comida de mi hermana para compartir esta cena juntas.
—¿Algo que desees decirme, hermana? Si es porque el título de Duquesa ha tardado, está bien. Julia y yo podemos esperar.
De las dos, Alba es la más sensata y lista. Ella tiene una personalidad madura y muy fuerte. Es leal y sabe que cada decisión que tomo es porque sé que lo hago por el bien del Imperio.
—Si te dijera que quiero que te cases, ¿lo harías?
Silencio.
—Hermana… yo... —Lo sé, sus propios principios de un matrimonio sin amor, aplicaban que no haría algo así.
Tomé su mano por encima de la mesa y le di un ligero apretón.
—Entiendo, sé bien que tú no estarías de acuerdo con eso, pero debes entender que es por el bien de nuestro reino.
Bajó su mirada.
—Hermana... —su tono bajó como aceptando la situación. —¡Eso!
Sonreí.
—Él vendrá en dos días a conocerte, date la oportunidad. Sólo te pido que abras tu corazón. Si piensas que no es para ti, dime y no se dará.
Ella asiente.
Una gran guerrera en el campo de batalla, pero es tímida en esta clase de cosas.
///
Ya han pasado los días necesarios para la llegada del príncipe Enrique. Me he mantenido descansando y encargándome de todo desde mi alcoba. Debía tener fuerzas para no tropezar y manchar el honor del Imperio de Valencia.
Este día opté por un vestido sin corsé, uno suelto que no dejara ver mi vientre. Sin importar los términos en que quedemos con el Imperio de Liun, no pueden conocer mi estado. He dado la orden de que muy pocos se acerquen a Enrique y debo seguir sus pasos muy de cerca.
Bajé las escaleras escoltada.
—Su Majestad la Emperatriz.
Y ahí pude ver con claridad al príncipe Enrique, quien me saludó con reverencia. Era alto, sus brazos eran fuertes, su tez morena y sus ojos verdes.
—Saludo a la Emperatriz del gran Imperio de Valencia.
Él me extendió su mano en un intento de besarla, eso lo aceptaría, pero sentí una patada de mi bebé que me hizo mover.
El príncipe Enrique me miró con recelo.
—He estado agotada por las planeaciones de su llegada. —Tomé mi frente fingiendo un dolor—. Es una jaqueca, espero y me disculpe, Príncipe.
Él sonríe.
—Por supuesto que sí, Majestad.
Caminé con él a mi lado hasta el jardín, donde todo estaba listo para que Enrique conociera a Alba. Había sido muy estricta con toda la decoración y los últimos detalles; mi hermana luciría hermosa y el príncipe quedaría deslumbrado por su belleza.
—La princesa Alba es una joven inteligente, fuerte y muy leal. Puedo asegurarle que a su alteza el príncipe le agradará.
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Editado: 22.04.2024