Hoy sería mi primer día, estaba bastante nerviosa y no dejaba de verme al espejo. Jen me obligó a ponerme una falda bastante pegada al cuerpo y muy corta para mi gusto. Siguiendo sus demás consejos, no amarré mi cabello y traté de maquillarme un poco, tampoco quería parecer payaso, sería humillante.
Y aunque parecía ridículo, yo siempre con mis converse negros. Eran lo mejor de la vida, bastante cómodos y quedaban con todo, incluso con esta falda de tipo cuero. Era mi primer día, así que Jen me llevaría solo por hoy.
Más tarde, ya me encontraba caminando por los pasillos de la escuela, nuevamente con la mirada de todos encima, traté de ignorarlo, pero esa satisfacción de saber que las miradas ya no eran de asco o desaprobación me hacían sentir bien.
Absurdo.
Me dirigí hacia el departamento de dirección, pues tenía que entregar mis documentos y adquirir un horario. Una vez ahí me atendieron bastante rápido y salí rápido a mi primera clase.
Entré al salón 405 de lengua, siendo la primera en llegar; como siempre. Seguramente la mayoría ya estaba aquí pero preferían entrar hasta el último minuto de tolerancia.
Saque uno de mis libros para ponerme a leer, pero por un momento vino a la mente todo lo que me dijo Jen. Hice un esfuerzo por dejarlo de lado y tratar de hacer algo en mi celular, después de todo eso lo veían mas normal que leer.
Poco a poco el salón comenzó a llenarse, y las miradas se encontraron en mi.
Una hora más tarde, cuando la clase término, salimos al descanso. Me fui directo a la cafetería, moria de hambre. Siempre fui una chica de gran apetito, de esas personas que aunque comen mucho, no logran engordar.
De nuevo las miradas en mi.
Esto comienza a gustarme.
Tomé mi almuerzo y camine hacia mi mesa, todo el cabello caía sobre mi cara, aun no podía quitarme esa manía mía de caminar así por la costumbre del rechazo, y por desgracia choqué.
Y para mí estúpida suerte fue con Alexander.
Maldito idiota.
—¡Fijate, estúpida! —gritó Alexander.
—Fijate tú, idiota —resalté la última palabra.
Al parecer no se había percatado de quien era, y cuando me notó, por como iba vestida, me miró de de pies a cabeza.
—¿Quién eres? Nueva —su cara era de intriga con desaprobación, pero a la vez tenía esa mirada de un chico cuando le gusta lo que ve.
Bueno eso decía yo, yo ni sé de chicos.
—No soy nueva, estúpido —le reté alzando una ceja—. Soy Melissa.
Río algo exagerado, lo cual ocasionó que todos pusieran sus miradas en la escena.
Ridículo.
—¿¡Tú eres la nerd!? JA, buen chiste, linda —dijo con sarcasmo y un guiño.
Eso me hizo sentir un tanto humillada, su arrogancia me alteraba y me hacía perder los estribos.
—Ya no soy la nerd, muévete de mi camino, idiota —increíble, no tenía pensado decir eso, pero que genial.
Pase por en medio de los cuatro y sentí como me miraban el trasero que daba buena vista gracias a la falda que llevaba puesta.
—Vaya, ¿todo eso escondias bajo tus trapos sucios? Deberías venir a mi casa esta noche muñequita —al principio dude sobre la voz, por un instante creí que era la voz de André, pero no, esa jodida voz era de Alexander.
Su puta y jodidamente sexy voz.
—¡No tienes tanta suerte, Carvajal! —grité mientras seguía caminando y por instinto levante el dedo medio.
Nuevamente no veía venir eso. Fue increíble. Pagaría por poder ver sus caras en ese momento.
El día pasó, no cambió en el aspecto de que todo fue de verdad muy lento, todos tenían su mirada en mi, chicos admirando y disfrutando la vista, pues la falda no era nada larga que digamos, y bueno, mi trasero a decir verdad no está nada mal. Por otra parte también había miradas de chicas, algunas gustosa y otras envidiosas.
Mas de uno, y una, increíblemente, me pidieron mi número de celular y me inviron a salir. Seguí los consejos de Jen y accedí a dar mi número a la vez que dejaba intriga en ellos. Más no acepte ninguna salida.
Si saldría con alguien, no sería tan fácil. Sonó el timbre de salida, lo cual me sacó de mis pensamientos un poco despues. Literatura siempre me entretenía, pero extrañamente hoy no pude poner atención ni un minuto.
Fui a dejar mis libros al casillero, pues en mi segundo receso saqué unos cuantos de la biblioteca y eran demasiados para llevarlos a casa. Creo que tardé demasiado porque ya casi no habían gente por los pasillos.
Caminé sin prisa, saque mi celular con los audífonos para poner música, cuando estaba eligiendo choqué.
Que manía la mía de chocar siempre.
—Mierda —dije sin ver con quien choque—. Lo siento —seguí caminando sin voltear a ver porque me dio algo de pena.
—Parece que el destino se empeña en unirnos, ¿no crees? —al oír su voz inconfundible, me pare en seco.
Esa voz.
—Deja de meterte en mi camino, Carvajal —dije girandome y al mismo tiempo me di cuenta de que estábamos muy cerca, di un paso atrás.
—Según recuerdo, tú eres la despistada que choca conmigo cada que me encuentra, pero tranquila, te perdono linda —acomodando un mechón rebelde de mi cabello que iba suelto gracias a mi cambio.
No se porque mierda estaba nerviosa, el dio un paso acortando la distancia, y yo de estúpida no retrocedí. No podía ni moverme, impulsivamente mi mirada se posó en sus ojos y luego en sus labios.
El silencio era terriblemente amenazador.
Estaba ida, y sin previo aviso, sus labios se encontraron sobre los míos, y estúpidamente seguí el beso. Tenía unos labios suaves y gruesos. El roce de ambos se sentí más que bien.
Era mi primer beso y joder que se sentía bastante bien.
Sus manos en mi cintura, mis manos en su pecho; que por cierto, estaba marcado.
Sin pensarlo realmente, subí mis manos a su cuello. El beso pasó de algo tierno y lento a algo más rápido, no sabía como explicarlo. ¿Apasionado? Quizás era eso.
Terminé recargada en los casilleros y él casi encima mio y con una de sus manos sujetando uno de mis muslos desnudos.
Editado: 15.06.2020