¿Cuál de todas sus facetas era la verdadera? ¿O era que todas y cada una de sus facetas, conformaban una sola?
ENRICO MORETTI
—¿Cuándo piensan volver?
—No lo sabemos, cariño. Estamos de vacaciones en pareja, quizás dentro de un mes o dos.
Me quedé en silencio, tragando saliva con fuerza. ¿Más meses alejado de mis padres?
—Esta bien—mi voz sonó ronca, por lo que la aclare—, ¿al menos estarán por aquí para Navidad?
Mi madre se quedó en silencio al otro lado de la línea. Irremediablemente, el temor se abalanzó sobre mí como una avalancha de nieve desbocada, no me gustaba admitirlo, pero extrañaba a mis padres y los quería conmigo.
—Lo más seguro es que sí, mi príncipe—río—, si no podemos ir para allá, entonces tú vendrás para acá. No te preocupes por eso.
—Está bien, mamá—dije, aunque luego sentí que debía agregar otra cosa—. Hmm... te amo.
—Y yo a ti, mi hermoso.
Sin más que decir, los dos colgamos. Me quedé en silencio con el móvil en la mano, era un alivio saber que no pasaría la Navidad solo, si era una mierda estar solo ahora, no puedo imaginar ser víctima de tan avasallante soledad en una época donde, se supone, la familia es la principal emoción. Bloquee mi móvil y lo dejé en mi mesa de noche.
Extrañaba tanto a mi madre, escuchar su voz luego de una semana sin saber nada de ella, fue como tomar agua luego de haber pasado la peor de las sequías. Sabía que mi madre me amaba, no podía negarlo, yo era su hijo, pero también sabía que yo no podía entender el dolor por el que ella estaba pasando, yo no la observaba, pero quizás, ella estaba muchísimo peor que yo. Marcia era su hija querida, las dos eran inseparables, mi madre luchó por mucho tiempo por concebir niños y la primera fue Marcia, Marcia fue la niña que cumplió sus sueños de maternidad, no podía entender lo que se debía sentir perder eso.
Aunque tampoco lograba entender, ¿cómo podía alejarse de mí? ¿Qué la llevó a tomar tal decisión? ¿Acaso mi madre estaba tan consumida en su dolor, que no lograba entender que aún le queda otro hijo, que necesitaba su tiempo, cariño y amor? Quería decir que mis padres eran débiles, ¿pero cómo hacerlo? Si yo había recurrido a pésimas sustancias: las drogas.
Llevaba un día entero sin fumar y no creía que algún día volviera a consumir cocaína. Sentía esas ansias de darme un subidón y olvidar por un tiempo, pero no quería ser esa persona. No quería ser esa persona propensa a pasar vergüenzas por sus adicciones, mucho menos quería ser un adicto. Lo que había pasado con Laurent había sido... una mierda. Me hizo pensar en tantas cosas, ¿qué me habría pasado si Laurent no hubiera estado ahí? ¿Quién me habría encontrado? Probablemente el personal de limpieza, pero, ¿cuándo? ¿Y si hubiera pasado algo peor? No quería imaginarlo.
Pero toda esa situación me llevó a hacerme otra ronda de preguntas más, ¿hacia dónde estaba llevando mi vida? ¿Qué rumbo quería tomar? ¿Que propósito tenía? ¿Cuales eran sus metas?
—¡Señorito Enrico! —Mariana tocó la puerta con fuerza—. ¡Si no se levanta ahora, va a llegar tarde!
Suspire.
—Ya estoy despierto, Mariana. Ahora bajo.
La chica no respondió, se limitó a dejar de tocar. Desde que me había visto semidesnudo ella no podía verme igual. Sonreí, divertido, me gusta incomodar a las personas
—Hoy te ves diferente.
Deje de anotar lo que la profesora anotaba en el pizarrón, para mirar a Bruno.
—¿Qué tengo de diferente?
—No lo sé, te ves más...
—¿Más...?
Bruno se encogió de hombros.
—Sólo te ves mas despierto.
Si yo parecía más despierto, él parecía más ido que nunca.
—¿Estás colocado?
Bruno resoplo.
—No, idiota, sólo no se que palabra utilizar.
Negué con la cabeza y continúe copiando. Aunque las palabras de Bruno se mantuvieron en mi mente, ¿qué quiso decir con más despierto?
Terminé de copiar y la pregunta aún resonaba en mi mente.
—¿Qué quieres decir con más despierto? —pregunté, al fin.
Bruno dejó sus apuntes para observarme. Nos miramos fijamente unos segundos, hasta que suspiró y dejó caer su lápiz sobre su cuaderno.
—¿Quieres que sea sincero?
—Claro—me encogí de hombros—, ¿por qué no?
—Muy bien—asintió—. Desde que Marcia murió te siento dormido.
Arrugue el ceño.
—Si, si, ya vienes con tu maldito mal humor, pero déjame terminar—me perforó con su mirada sincera—. Desde que Marcia murió, pareciera que... pareciera que tu moriste con ella. Así mismo con tus padres, desde que tu hermana se fue, ustedes tres se ven como si sobrevivieran, no como si vivieran.
¿Así me veía?
—Comprobé que tan mal estabas el fin de semana pasado, hace un año atras, nunca te habrías metido esa mierda de coca. Pero ahora lo hiciste, te drogas diariamente, no te alimentas, no duermes, no estudias, no hablas, no...—se detuvo, con una expresión de preocupación—...no te he vuelto a ver sonreír. Dejaste de ser tú.
Asentí, comprendiendo sus palabras, pero yo me había quedado sin nada que decir. ¿Cuándo fue la última vez que sonreí? Cuando Laurent nos había interrumpido a Michella y a mí, me había parecido tan divertida la situación y el descaro de la chica que, sin poder detenerme, una carcajada había salido de mí. Hacía mucho tiempo que yo no reía.
—¿Y hoy como me veo...?
—Como si estuvieras despertando.
Trague saliva.
—Gracias—agradecí, mi voz ronca.
—No hay de qué—palmeo mi hombro—. Y no cuentes con que vuelva a darte coca, esa sólo era ocasión de una vez.
—No pensaba pedirte de nuevo.
Los dos nos quedamos en silencio, hasta que el timbre sonó, anunciando el comienzo del receso. Ordene mis útiles y decidí dejar mi mochila dentro del salón de clases, no tenía nada de valor dentro y el salón era cerrado con llaves luego de nuestra partida, además de las cámaras de seguridad.