Había tantas formas de congelarse.
Formas de perder.
Pero nadie sospechó
que dos insignificantes constelaciones
acabarían por condenarme
al más obscuro paseo onírico de Dante.
No hay nada más afilado
que ese arco circundante y obsceno.
Poblado y con vecino,
cuidando el delicado cristal destructor de mundos.
Más erótico que Eros,
del prepotente color del cielo, me vigila.
Había tantas formas de robarme.
De seguro infinitas.
Sin embargo, nadie me avisó
que a dos cuadras de mi casa, estaba la tuya.
Que existías al mismo tiempo que yo
y que viste la misma calle,
las mismas caras, los mismos parques.
Nadie me advirtió que vivías en mi mundo,
respirando el mismo aire,
comprando en la misma despensa.
Nadie me dijo que solo estaría vivo
si te pasabas un rato de tour por mi vida.
Solo un rato.