Capítulo 3: el camino a casa

Estás caminando a paso lento. Pegado a ti se  encuentra Lyse, uno de los pocos arcanos con los cuales tienes una relación medianamente decente.

Por donde ambos se mueven, son barrios de baja calaña y poco recurridos durante el día. En cualquier momento podrías sufrir un altercado o una situación desfavorable.

Por curiosidad hueles tu ropa, aparte del olor a rosas, posees uno a sangre fresca. Esperas que tu compañero no lo note o podría sospechar de ti.

Miras al cielo, de nuevo es un día gris, el Sol no está en ningún rincón. Entonces te preguntas cuánto tiempo habrás dormido.

—Ráulpur, si ya no estás enojado conmigo, me gustaría preguntarte si tu ropa tiene que ver con el asesinato de algunos de los civiles que murieron ayer —habla Lyse.

«Demonios, el maldito consiguió notar el olor en mi ropa», reniegas. No puedes esconderte más, debes brindar una explicación al respecto o inventarte una al menos.

— ¿A cuáles asesinatos te refieres? Sí preguntas por mí, yo estuve ocupado en asuntos importantes —mientes denostado ira. Tu tono de voz te delató, Lyse te mira extrañado, hay algo en él que le dice sospechar de ti.

Las tienes difícil seguir continuando, deseas apartarte del otro arcano de la manera más disimulada. Recurres a los pasos lentos, das tu espalda sin tener un mínimo de respeto.

— ¡Sé que me ocultas algo! —te gritan—. Ven aquí, cobarde, ¿a dónde vas?

—Voy donde mi madre, ¿algún problema? —dices agitado. En tu cabeza maquinas un plan, para concretarlo debes usar sí o sí otro de tus poderes, ¿cómo hacerlo teniendo a semejante espectador cerca?

—A mí no me engañas, obraste mal y quieres ocultarlo —te descubren. Has fallado, no pudiste esconder tu intervención. No tienes más de otra que admitirlo.

En tu interior, subestimaste major arcana stella; aquel fue tu grave error.

—Tú ganas, te contaré lo pasado —gruñes «Este tipo algún día me sacará de quicio».

Cuentas gran parte de lo ocurrido el día de ayer, desde el encuentro con la vampiresa; la senda hacia la fiesta y como terminaste en aquel callejón. Terminas, tu compañero suelta grandes burlas sin parar.

— ¡Ya cállate! ¿Qué te pareció tan gracioso?

— La obsesión que tienes con tu madre; te resta muchos puntos en rudeza.

—Olvídalo, sé que ella te dará tu merecido —refutas. Bostezas, Lyse puede ver a la perfección tus colmillos. El levanta las cejas, sonríe con extrañeza.

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Estás por llegar a tu hogar. Actualmente, te mueves sin ganas, tus ojos se sientes desganados, su brillo ha disminuido a tal punto de parecer opacos. Deseas de una vez estar ahí.

Tus suspiros no cesan; tus adentros quieren estar con aquella mujer especial.

Hueles un olor peculiar, este no es correspondido a la sangre o al perfume. Su sensación te resulta extraña. Subes la cabeza, las nubes grises han tomado el control del cielo.

Debes apurarte, tus intranquilos pensamientos lo piden.

— ¿Podrías moverte más rápido? —pides tiritando por una causa diferente al frío.

A él le vale, continua moviéndose a su ritmo que es inaguantable para ti. Veloz le apartas con un inclemente empujón.

— ¡Eres un...

— ¿Desgraciado?

— ¡Sí!

Declinas responder, te concentras en ver un grupo de animales que huye de prisa en dirección al norte. Te ríes por su sufrimiento.

Sigues caminando, minúsculas gotas caen sobre tus vestiduras. Parpadeas, próximo a ti se halla una construcción sólida de ladrillo y con techo de maderas.

Colocas una frenética sonrisa, puedes sentirlo. Te acercas más, más, ¡y más! Tocas la puerta, mientras un horrido sonido se escucha en la lejanía.

— ¿Quién mierda es? —irrumpe la voz de una mujer.

—Soy yo, ¡¿no me reconoces?! —preguntas. Detrás de ti, Lyse se come las uñas produciendo una sensación intranquila.

—Sigue temblando, me gusta ver que lo hagas —das el veredicto final.