La puerta se abre bruscamente. Una lujuriosa mujer de cabellos negros, largo vestido carmesí; ojos encendidos y piel pálida, sale apresurada. Ella suelta el cuerpo de un hombre desnudo con múltiples mordidas en su cuello. Este cae en tu frente, ni le miras siquiera.
Te agachas ante su porte, tomas su mano derecha con cautela, le impregnas tu saliva al punto de lamer la superficie.
— ¡Basta! Es mucho cariño para mí en un solo día —se chista. Luego, usa la fuerza de su pierna derecha para darte un golpe en tu entrepierna.
Te muerdes los labios. Logras colocarte en una mejor postura.
—Amada madre, ¿cómo has estado? —abres tu boca mostrando colmillos.
—Que te importa, mejor entra, guardé un poco de sangre para ti; idiota —pisa tu pie izquierdo.
Tu progenitora se mete adentro. Tú le sigues, no sin antes llamar a Lyse usando tu mano.
La puerta se cierra por acción de la naturaleza. Un relámpago retumba. No opinas, apenas ves como tu compañero tirita.
— ¿Ahora quién es el cobarde? —preguntas. Giras, lo tomas del pecho, él omite dar respuestas. Le muestras un rostro furioso y colmillos filosos. En tu interior, te sientes bien por hacerlo.
—Soy yo, ¡soy yo! —titubea. Tú lo lanzas al suelo lleno de prepotencia.
En ese preciso instante, madre aparece con un pequeño recipiente cargado de líquido rojo. Notas su presencia. Te giras y finges que nada sucedió.
—No puedes ocultar tus acciones, hijo. Dime, ¿quién es tu singular acompañante? Mira que se ve apetitoso —se relame, entonces, el objeto cae al piso.
—Es Lyse, uno de mis "dizque" amigos. No intentes devorártelo, él es inmortal —adviertes. La adulta cambia su expresión, toma al caído. Pasa sus uñas por su largo cuello.
—Jamás había visto a un humano tan blanco como tú. Dime de donde provienes y te dejaré en paz —presiona con su mano. Major arcana stella mueve sus ojos de manera desesperada. En lugar de socorrerlo, te haces un lado.
Hueles la sangre derramada, te agachas para saborearla. Sientes una punzada en el pecho, intentas cubrir aquello colocando tu mano derecha, pero, el dolor te impide. Es como si tuvieras un castigo puesto.
—«Ayúdame, por favor, prometo pagártelo» retumba la voz del otro arcano.
Bramas, un extraño sentimiento nace en tu interior; uno que nunca pensaste tener. Te colocas de pie, suspiras. Mamá sigue haciendo de las suyas, por primera en tu vida, no concuerdas con ella.
Tomas uno de sus brazos, su mirada te capta veloz.
—Amada madre, deja a Lyse en paz. Él no te responderá, es un maldito terco —susurras al hacer un puño. Tu progenitora hace omiso caso, más bien, se burla de ti.
Tus pensamientos se ponen en cero, desconoces cómo actuar. La presencia materna te impone respeto.
Titubeas, miras a la víctima. Sus ojos claman ayuda. Sin pensarlo dos veces, tomas impulso, atacas a tu propia familiar provocando que esta suelte al verdugo. De inmediato reconoce tu acción, sus cejas han cambiado de posición. Te escupe a la cara, en vez de doblegarte, te mantienes firme.
— ¿¡Cómo pudiste hacer eso!? —te reclama por tu acción.
—Perdóname, ¡yo no soy igual que tú!, ¡yo tengo mi lado humano! —explicas.
—Me importa un truño, me decepcionaste, ¡asqueroso dhampir! Sucio engendro, sino te largas hasta antes del próximo alba, me veré obligada a remendar tu comportamiento —termina de hablar.
Mamá se marcha dándote la espalda. Desaparece dejando un pequeño rastro de sangre. Con ella fuera, vas hacia el nórdico. Le miras, notas que el dolor en él continua vigente.
Tomas su brazo derecho, le jalas. Seguidamente, intentas que tome una postura decente.
— ¿Por qué haces esto? Es decir, ¿por qué me ayudas? —susurra una interrogante.
No contestas, quieres que el propio Lyse averigüe tus motivos.
Después de todo, hay una pizca de humanidad en tu interior. Aquella, que al igual que tu parte vampírica, se puede volver difícil de repeler.
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Editado: 17.07.2018