Me había embriagado mucho de tu cuerpo, era tu prisionero, pero me sentía tan dicho de serlo. Aquella noche sólo nos encontrábamos nosotros dos, descubriendo hasta dónde nos podía guiar nuestro amor.
Volteé hacia el otro lado de la cama observando tu pequeña espalda desnuda, contemplaba cada lunar que yacía en tu hermoso cuerpo. Abracé tu abdomen despertándote de todo sueño.
Al mirarnos descubrimos que nuestros sentimientos superaban otro nivel, este romance era más fuerte de lo que pensé.
Las palabras faltaron, porque nuestro abrazo decía mucho más que te amo.