Realeza Atlante: Prenumfa

Capítulo 2: Familia

Una chica de cabellos largos y castaños se encontraba cruzando la puerta del clownfish coffee, se dirigió a la barra y tomo asiento.

—Hola Vane—Saludó a la dueña del lugar.

Vanessa Leónides reconoció inmediatamente a la princesa artense que era la mejor amiga de su hijo.

—Hola, Addy hace tiempo que no vienes por aquí—la saludó usando el apodo cariñoso que ella misma le había puesto años atrás.

—Sí, lo sé, en casa es una locura—contestó sabiendo que Vanessa, la madre adoptiva de Atlas, sabia a lo que se refería.

—Me lo imagino—contestó Vanessa guiñándole el ojo en señal de complicidad—¿Quieres llevar algo para comer después?

—No gracias, creo que con el estómago vacío lograre meter a Atlas al agua.

—Volverás a intentarlo ¿eh? —le dijo Vanessa, sabiendo lo difícil que es hacer que Atlas entre al agua.

—Sí, espero que esta vez sí lo logre, estuve pensando en formas de hacerlo entrar y creo que tomarlo desprevenido es lo mejor.

—Espero que te dé resultado—la encomió Vanessa.—. Le pedí a Atlas que lleve a Mario, espero que no te moleste.   

—Para nada—respondió Adira, recordando a el hermano menor de Atlas, que también había sido adoptado hace unos años por Vanessa.

Unos minutos después, en los que Adira charló alegremente con Vanessa, el imponente cuerpo de Atlas Warrell o Leónides se asomó por la cafetería seguido por el debilucho de Mario, que apenas le llegaba un poco más abajo del hombro.

La saludo con un beso en la mejilla, típico de la región en la que se encontraban y seguidamente se despidieron de Vanessa. Se dirigían a una base subterránea que había sido abandonada años atrás por los cuatros reinos y que con autorización del tío de Adira, el rey Brais de Artenis, usaba para entrenar a Atlas, aunque claro el rey no estaba enterado del verdadero uso del bunker, así le llamaban porque se parecía mucho a los búnkeres humanos, pero mejor por supuesto.

Una vez en el bunker Adira condujo a los chicos a su lado, hacia la zona que conectaba el mar con el bunker.

—Al agua— le ordenó Adira a Atlas que no se veía tan contento de estar en aquella sección.

—No—le contestó.

—Tienes que entrar Atlas, hace tiempo no prácticas nado—le recriminó— tampoco respiración bajo el agua—añadió.

—Dije que no— replicó.

Adira suspiró y miró a Mario. Que todo este tiempo había enfocado su vista en el paisaje que el mar le ofrecía a través de los grandes ventanales.

—Tendrá que ser a la mala— mencionó antes de dar una patada en la parte trasera de sus rodillas que hizo que perdiera el control de su cuerpo lo suficiente como para que Adira lo empujara con fuerza hacia el agua y una vez adentro cerró la gran cubierta transparente para cubrir la especie de piscina.

Mario que había observado la escena, no dijo nada, hasta cierto punto Adira le intimidaba. Atlas le mostró su dedo medio alzado desde abajo del agua.

—Solo hay una salida, la segunda estación acuática al otro lado del bunker, nada hasta allí con tu cola y te dejaré salir—indicó Adira sabiendo que lo escuchaba perfectamente.

—¡Jódete! —le gritó furioso.

Conociendo perfectamente a su mejor amiga, no tuvo más opción que obedecerle, sino, era capaz de dejarlo allí todo el fin de semana.

Convirtió sus piernas en una cola de cinco colores, y se apresuró a nadar por todo el lugar.

Adira con ayuda de un cronometro comenzó a medir el tiempo, y después tomo el brazo de Mario y haciendo uso de sus ojos morados los teletransportó a la otra sala, donde Atlas debía salir.

Mario se mareó con el viaje, tanto que terminó vomitando en un lavabo que tenía la sala.

—Qué asco—mencionó Adira al verlo vaciar su estómago.—. Hay agua en el refrigerador de allí—añadió señalando el objeto.

—No vuelvas a hacer eso, jamás—le pidió.

—Bien, para la próxima caminarás como el humano que eres.

—Ustedes descienden de humanos—replicó Mario.

—Sí, pero somos mejores—Le respondió Adira.

Mario ignoró eso e intentó apoyarse en el marco de una pequeña ventana para apreciar la vista del mar, pero apenas logró subir unos centímetros que ni si quiera le alcanzó para ver el paisaje.

—Eres un debilucho—le dijo Adira después de presenciar su inútil intento de subir. — Debiste aceptar el entrenamiento que te ofrecí en agosto Mario.

—No lo necesito—contestó Mario.

En agosto del año anterior Adira había visto como Mario era acosado y golpeado por varios jóvenes de la preparatoria donde había comenzado a estudiar ese mismo mes. Le ofreció entrenamiento que el rechazó. En parte Mario lo rechazaba por orgullo y porque la forma en que Adira había entrenado a Atlas en los últimos tres años le asustaba.

Atlas por fin llegó a la meta, una vez allí cambió su cola por sus piernas, haciendo brillar el pez que tenía marcado en su brazo derecho, salió mientras Adira paraba el cronometro.

—Tres minutos y seis segundos, nuevo récord—lo felicitó Adira.

—Vete a la mierda—le respondió Atlas.

Adira rodó los ojos y sonrió sabiendo como cambiar la actitud de su mejor amigo.

—Vamos les invitó una pizza—les dijo.

—Yo no puedo—informó Mario a lo cual ambos lo miraron con confusión.

—¿Tienes planes acaso? —preguntó Atlas.

—Sí, con unos amigos.

—¡Mentiroso! —lo expuso Adira quien había usado uno de sus poderes para saber los sentimientos de Mario.

—¡No uses tus poderes conmigo! —reclamó Mario—. Tengo que hacer un trabajo en equipo y debo ir hoy.

—¿Quieres que te acompañemos? —Preguntó Atlas a su hermano menor.

—No, no es muy lejos de casa—respondió con un pequeño sonrojo en las mejillas—. Así que adiós.

Mario se dio la vuelta y salió de allí, pero segundos después volvió a asomarse.

—¿Dónde está la salida? —preguntó. Atlas le respondió.

—Le gusta alguien—aseguró Adira.



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En el texto hay: atlantida, realeza, atlantis

Editado: 15.09.2020

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