Realeza Atlante: Prenumfa

Capítulo 11: Lazos Rotos

—¿Qué buscamos? —preguntó Harper, mirando a Roan repasando toda la biblioteca con la mirada.

A pesar de tener la mayoría de los datos en electrónico, aún se usaban los libros de papel que fueron cubiertos con treih para que resistan en el agua.

—Alguna manera de salir de aquí—le contestó Roan ahora ojeando un libro sobre estructuras en el mar.

 —Los primeros Atlantes vivían paranoicos, no querían que los humanos los descubrieran y tenían claro que conforme pasará el tiempo ellos se actualizarían. Por eso crearon una ley que aún sigue vigente, no recuerdo cómo se llama, pero dice que cada construcción debe tener accesos escondidos para poder escapar si los humanos llegan, aunque pocos saben dónde se encuentran—Explicó Adira también con un libro en manos.

—Y qué los humanos nos encuentren es algo muy poco probable, así que no vendrán, Harper—agregó Roan al ver la cara de esta.

No es un secreto que los volcanos y butterflans fueron los más afectados por los humanos cuando fueron creados. Los volcanos los miran con rechazo y los butterflans con temor a la crueldad que presentan.

—No entiendo cómo pueden ir a territorio humano—expresó.

—No pueden hacernos daño, solo los que están preparados salen—objetó Roan—y además con nuestra tecnología es imposible. Mientras nosotros tenemos bizos, ellos siguen sacando el mismo teléfono con pequeñas modificaciones año tras año.

—¿Y si nos descubrieran? ¿Qué haríamos? —cuestionó.

—Si es un pequeño grupo borraríamos sus memorias—contestó Adira antes que Roan, quien ya comenzaba a frustrarse de esa conversación. —. Si son más, enviarían a militares que acabaríamos en segundos con un campo de fuerza y una lluvia de Sairon. Además, no todos son como los pintan en nuestra historia.

La conversación siguió unos minutos más, hasta que Harper decidió saciar su curiosidad.

—¿Cómo es prenumfa? —se atrevió a preguntar.

—Se llama Atlas—corrigió Adira—. Es un amargado que parece que está enojado con la vida, hasta que entra en confianza. Tal vez puedan conocerlo, les caerá bien.

—¿Dónde vive? —cuestionó con interés, ahora ojeando un libro que tomó de la mesa.

—En una casa de humanos, con su mamá y hermano humanos—le explicó con un poco de gracia.

Harper miró a Adira por unos segundos, no le parecía que fuera como todos decían.

Iba a decírselo, pero Roan habló antes.

—¿Sirve algo sobre túneles subterráneos? —enseñó las ilustraciones que traía la página.

—Hay que encontrar ese lugar—ordenó Adira poniéndose de pie.

(…)

—¿Quería verme, señor? —Preguntó Aurea una vez entró en la oficina del Reinol Azzú y tomó asiento.

—Mi pedido—exigió, ojeando los papeles en su mano y acomodándose en su silla.

—Reinol… no pude localizar a mi hermano, es difícil si no estoy en territorio humano.

Un suspiro largo salió de Azzú y levantó la mirada para ver fijamente a los ojos de Aurea, sabía que eso la intimidaba.

—Aurea, sabes que Atlas comete muchos delitos, si no lo vigilas para que yo los oculte, alguien lo descubrirá y tendrá que morir, pero tú no lo dejarás porque…

—Tomaría su lugar—terminó la frase bajando la mirada y mordiéndose el labio con incomodidad.

—O puedes dejar que muera y liberarte de la deuda que sientes hacia tus padres—sugirió pareciendo afectado por la situación.

—No puedo, usted sabe cómo me porté con mis padres. Cuando leí la carta que me dejaron entendí que si quería dejar de arrepentirme por como los trate, debía proteger a Atlas, es lo que hago y haré—explicó rompiendo en llanto.

—Ninguno morirá—le aseguró sintiendo lastima por la hija de sus antiguos amigos. —. Ahora por favor cumple con esto—le pidió extendiéndole un sobre que contenía lo que debía hacer.

—Sí, señor—aceptó poniéndose de pie para irse limpiando los residuos de sus lágrimas.

Azzú no entendía porque sus amigos le pidieron tal cosa a Aurea, esa promesa a la que la chica tanto se aferraba le impedía deshacerse de uno de los mayores obstáculos para que su plan funcionará.

(…)

Se encontraron de frente.

Aurea se encontró de frente con Adira.

Y decidió que era ahora o nunca.

Le impidió el paso y la tomó del brazo para llevarla a otro lugar.

—¿Te conozco? —preguntó Adira a pesar de saber perfectamente quien la jalaba.

—Aún no—le contestó.

Adira pudo soltarse e irse, pero no lo hizo porque tenía curiosidad de lo que le diría o mostraría la hermana de su amigo.

Atravesaron al menos unas cuatro puertas incluso bajaron muchos pisos para llegar a lo que parecían túneles.

Posiblemente los túneles por los que podrían escapar y que precisamente Roan, Harper y ella se separaron para buscar.

Los túneles debajo de aquella base se parecían bastante al que se encontraba en Atlantis.

—¿Eres familia del rey Brais? —Preguntó Aurea mirando el piso.

—Sí—respondió subiendo las cejas y asintiendo como signo de confusión, un gesto característico de ella.

—¿Estarías dispuesta a romper reglas para salvarlo? —cuestionó en un tono bajo y un deje de timidez.

—¿Acaso sabes algo? —esquivó la pregunta.

—No—contestó de inmediato—, bueno sí—corrigió—. Mi hermano está… —paró de hablar al notar su gesto de Adira: Acusación.

«Sabe quién soy. No fue buena idea» pensó Aurea.

—Agradecería que te explicaras—pidió la princesa cambiando el tono y el gesto al notar su situación. Lo que menos quería era intimidarla y que no le dijera que sabía.

—Mi hermano, prenumfa, él está en la ciudad y… —comenzó a explicar—puede ayudarnos a encontrar a los reyes. Si… si hablas con él y le prometes que perdonaran sus delitos tal vez nos ayude.

—¿Qué delitos? —inquirió.

Desde que lo conocía, Atlas no había cometido “delitos” entre comillas porque las razones detrás de los que llegó a cometer no eran para perjudicar a los reinos.



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En el texto hay: atlantida, realeza, atlantis

Editado: 15.09.2020

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