Realities | Draco Malfoy

Capítulo 40

𝕽| 𝒄. ₀₄₀
—𝓒.𝓑─

Durante las dos semanas siguientes, tuve la impresión de que llevaba una especie de bomba de tiempo dentro del pecho, un secreto íntimo que podría salir a la luz en cualquier momento. Las reuniones del ED iban mejorando: Neville había conseguido desarmar a Hermione; Colin Creevey había realizado a la perfección el embrujo paralizante; después de tres sesiones de duros esfuerzos, Parvati Patil había hecho una maldición reductora tan potente que había convertido en polvo la mesa de los chivatoscopios... aunque resultaba casi imposible escoger una noche a la semana para las reuniones, porque tenían que adaptarse a los horarios de entrenamientos de tres equipos de quidditch, que muchas veces se modificaban debido a las adversas condiciones climáticas.

Hermione no tardó en comunicarme idear un método muy ingenioso para comunicar la fecha y la hora de la siguiente reunión a los miembros del ED por si había que cambiarlas en el último momento, porque habría resultado sospechoso que los estudiantes de diferentes casas cruzaran el Gran Comedor para hablar entre ellos demasiado a menudo. Nos entregó a cada uno de los miembros del ED un galeón falso (Ron se emocionó mucho cuando vio por primera vez el cesto, convencido de que estaba regalando oro de verdad).

—¿Ven los números que hay alrededor del borde de las monedas? —dijo Hermione mostrándoles una para que lo examináramos al final de nuestra cuarta reunión. La moneda, gruesa y amarilla, reflejaba la luz de las antorchas—. En los galeones auténticos no son más que un número de serie que se refiere al duende que acuñó la moneda. En estas monedas falsas, sin embargo, los números cambiarán para indicar la fecha y la hora de la siguiente reunión. Las monedas se calentarán cuando cambie la fecha, de modo que si las llevan en un bolsillo lo notarán. Cogeremos una cada uno, y cuando Harry decida la fecha de la siguiente reunión, él modificará los números de su moneda, y los de las demás también cambiarán para imitar los de la de Harry porque les he hecho un encantamiento proteico con ayuda de Camila. —Las palabras de Hermione fueron recibidas con un silencio sepulcral. Ella observó a sus compañeros, que la miraban desconcertados—. No sé, me pareció buena idea —balbuceó—. Porque, aunque la profesora Umbridge nos ordenara vaciar nuestros bolsillos, no hay nada sospechoso en llevar un galeón, ¿no? Pero..., bueno, si no quieren utilizarlas...

—¿Saben hacer un encantamiento proteico? —le preguntó Terry Boot.

—Sí.

—Pero si eso..., eso corresponde al nivel de ÉXTASIS —comentó con un hilo de voz.

Me sonrojé al recibir miradas y un codazo por parte de los gemelos Weasley; no me gustaba alardear sobre mis conocimientos o especificar cómo había aprendido tanto. Ahora mismo agradecía mi esfuerzo en verano.

—Ya —repuso Hermione intentando parecer modesta—. Ya..., bueno..., sí, supongo que sí.

—¿Por qué no las pusieron en Ravenclaw? —inquirió Ron mirando a Hermione maravillado, luego a mí, con menos entusiasmo—. ¡Con el cerebro que tienen!...

—No necesariamente tengo que estar en Ravenclaw por mi gran ingenio ¿sabes? Estoy orgullosa de mi casa, no cualquier puede estar ahí —respondí con simpleza, alzándome de hombros.

—Eso fue bastante Slytherin de tu parte —bromeó Fred codeando a George, quien rio levemente.

—El Sombrero Seleccionador estuvo a punto de mandarme a Ravenclaw —dijo Hermione cambiando de tema—, pero al final se decidió por Gryffindor. Bueno, ¿qué dicen? ¿Quieren usar los galeones?

Hubo un murmullo de aprobación general, y los compañeros se acercaron al cesto para coger su moneda. Harry miró de reojo a Hermione.

—¿Sabes a qué me recuerda esto?

—No, ¿a qué?

—A las cicatrices de los mortífagos. Cuando Voldemort toca a uno de ellos, todos notan que les queman las cicatrices y así saben que tienen que reunirse con él.

—Sí, ya —contestó Hermione con tranquilidad—. De ahí fue de donde saqué la idea... Pero te habrás dado cuenta de que decidí grabar la fecha en unos trozos de metal, y no en la piel de los miembros del grupo.

—Sí, claro... Lo prefiero así —respondió Harry, sonriente, y se guardó un galeón en el bolsillo—. Supongo que el único peligro de este sistema es que nos gastemos las monedas sin querer.

—Lo veo difícil —intervino Ron, que estaba examinando su galeón falso con cierta tristeza—. Yo no tengo ni un solo galeón auténtico con el que confundirlo.

Por otro lado, yo tenía que sumar mi pequeña investigación con mi grupo de Slytherin y nuestras constantes visitas a ese corredor del quinto piso. También estaba los deberes escolares, los TIMOS, mis reuniones con Dumbledore (tuvimos algunas entre semana para charlar sobre diferentes cosas), mi familia, y, por último, mi vida personal; sentía que pasé tanto tiempo reprochándome el ser novia de George, sin embargo, llevábamos más de un mes saliendo — aunque lo que siento por él no se comparará jamás a lo que alguna vez llegué a sentir con Draco. Estar con George se sentía como un vacío de intento de anhelar recuperar lo uno familiar que pude haber conocido.

Draco pasaba cada vez más tiempo con Margaret, llegando a comer con ella en algunas ocasiones. Ni uno de estaba obligado a estar en grupo todo el tiempo, y Draco lo sabía más que nadie. Estos días sólo empezaba a aceptar que era momento de seguir adelante; Draco fue el único de los dos en hacerlo y le sentaba bien, a decir verdad, envidiaba a morir como pudo hacerlo tan fácilmente, mientras que yo me reprochaba cada día la decisión que tomé.

El día de hoy me encontraba de regreso al castillo luego de ver a George en el Lago Negro, recreando alegremente nuestra tarde. Pasaba por el viaducto en dirección a las mazmorras cuando cerca de un aula, una cabellera rubia desapareció doblando la esquina.

¿Alguna vez dije que era demasiado curiosa?

Margaret se encontraba riendo tontamente ante lo que sea que Ernie Macmillan, prefecto de Hufflepuff y miembro de la ED, decía.



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En el texto hay: draco malfoy, dracomalfoy, realidaddeseada

Editado: 31.08.2024

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