𝕽| 𝒄. ₀₄₇
—𝓒.𝓑─
—Cuando terminen de leer este capítulo, pueden ir retirándose del aula —anunció la profesora Umbridge, riendo infantilmente y volviendo a sentarse en su escritorio, ocultando sus ojos saltones tras una libreta rosa.
—Vieja irritante —murmuré en voz baja, cerrando la tapa de mi libro con fuerza y metiéndolo en mi mochila.
—Cálmate, Bellerose —rió Draco, haciendo lo mismo con su libro pero sin mostrar tanta molestia como yo.
Al verlo, suspiré, dejando ir mi inexplicable ira cuando salimos del aula. Umbridge había sido menos irritante de lo habitual, de hecho, ni siquiera habló tanto en comparación con otros días y solo nos mandó a leer un capítulo que ya había adelantado. A pesar de eso, sentía que mi enojo crecía dentro de mí, consumiéndome frente a cualquier cosa sin sentido que se cruzara en mi camino.
Desde aquella ocasión en la que mi piel reaccionó de manera extraña con Pansy, sentía mis emociones alteradas y confusas. No me sentía como yo misma; era como si algo que no podía ver, pero sí sentir, me controlara. Odiaba no poder hacer nada al respecto.
Era asfixiante no poder ayudarme a mí misma.
No quería esto, no ahora que todo parecía ir bien en mi vida. Odiaba la idea de que la única que estaba saboteando todo era yo misma.
—¿Hoy también vas a estudiar todo el día? —me preguntó Draco mientras avanzábamos por el pasillo.
Según el itinerario de hoy, todo debería continuar como de costumbre. DCAO sería la última clase del día, lo que significaba que después tendríamos que ir al salón de estudio para completar algunas tareas y luego cenar. Hoy le tocaba patrullar a Gryffindor, así que no teníamos que preocuparnos por las responsabilidades de los prefectos.
—Creo que sí, no estoy segura —respondí, abriendo mi mochila mientras caminábamos y sacando un libro de texto.
—No puedes evitar evitarme para siempre —Draco me detuvo en medio del pasillo, pasando su brazo alrededor de mi cintura y atrayéndome hacia él—. Pronto tendremos vacaciones, y sabes que nuestras madres no se despegan ni un segundo.
—No te estoy evitando —respondí, ofreciéndole una pequeña sonrisa.
Pasé mis brazos alrededor de su torso y lo abracé con fuerza, sin intención de dejarlo ir pronto.
—Extrañaba esto —confesé, apoyando mi cabeza en su pecho—. Te extrañé.
En parte, sí lo estaba evitando, pero no porque no quisiera verlo; era todo lo contrario. Mi comportamiento irritable de los últimos días me hacía sentir tan avergonzada que temía actuar de esa manera con él.
—Aquí estoy —murmuró, riendo suavemente y apretando su abrazo—. No me importa si estás de mal humor o me miras con esa expresión tonta, no te desharás de mí tan fácilmente —sentenció, tomándome del mentón y besándome.
Aún saboreando su esencia, sonreí avergonzada, tapando mis mejillas enrojecidas con las manos cuando sentí que su calor aumentaba.
—No entiendo qué me está pasando, y no quisiera discutir por cualquier tontería que surja debido a eso —le expliqué más tarde, cuando me sentí más dispuesta a hablar sobre el tema.
—Camila, si te escondes de mí cada vez que algo te afecta, esto no funcionará —razonó Draco, cruzándose de brazos después de soltar mi mano. Luego agregó—: No estamos en una posición en la que debamos hacerlo, ¿sabes? Quiero estar ahí para ti. Si algo te está molestando, quiero ayudarte, no quedarme tratando de adivinar lo que está pasando. Somos un equipo, debemos confiar el uno en el otro... —pero luego se detuvo abruptamente—. No, lo siento si me pasé de intenso. ¿Fui demasiado directo? Disculpa, si prefieres mantener algunas cosas para ti, lo entiendo. Tal vez podamos hablar de ellas más adelante. No quería incomodarte, pero quiero que sepas que siempre estaré aquí para apoyarte.
Entonces, simplemente lo besé, acariciando sus mejillas mientras sonreía y me abrazaba de nuevo.
—Solo quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti —susurró, separándose lentamente de mí. Con suavidad, subió las manos y me tomó de las mejillas, de modo que nuestros ojos se encontraban—. ¿Entendido?
Era curioso cómo, a pesar de nuestros esfuerzos, su estatura a veces complicaba las cosas. Últimamente, Draco había tenido un estirón y besarlo resultaba un desafío cuando me llevaba una cabeza de altura más que yo. Él se esforzaba en agacharse para estar a mi altura y poder besarme, aunque pasar demasiado tiempo así a menudo le causaba dolores intensos al día siguiente.
—Entendido —sonreí, levantándome de puntillas para darle un último beso en los labios.
El camino al salón de estudio nos llevó varios minutos, y durante ese tiempo, noté cuántas personas estaban utilizando el lugar. No entendía por qué mis amigos querían reunirse allí, ya que no era común que fueran a lugares concurridos por estudiantes de otras casas para hacer actividades en grupo. Siempre habían sido bastante selectivos con su círculo social. Justo cuando estábamos a punto de entrar, Draco me tomó del brazo, aparentemente con la intención de decirme algo.
—Oye, quería preguntarte...
Pero en ese momento, alguien salió precipitadamente del salón, chocando contra nosotros y haciendo que Draco se detuviera en seco al reconocer de quién se trataba. No pude evitar reír ante la expresión en su rostro.
—Hermione, siento que no te he visto en mucho tiempo —saludé a la castaña con la mano. Estaba a punto de abrazarla como solía hacerlo por costumbre, pero cuando di un paso hacia ella, retrocedió bruscamente.
—Sí, quería hablar contigo —respondió en un tono poco usual. Lanzó una mirada de desprecio hacia Draco y luego volvió a mirarme, inclinando la cabeza hacia el salón—. ¿Podemos?
No se molestó en mirar a Draco de nuevo, aunque era evidente que su pregunta real era si podíamos hablar a solas.
Su actitud me desconcertó.
—Claro —asentí rápidamente. Me quité la mochila de los hombros y se la entregué a Draco, quien miraba a Hermione con la misma expresión de odio y desprecio que ella tenía cuando se trataba de él—. Te veo en un rato —le susurré en voz baja, empujándolo suavemente con la mochila para que avanzara.