CAPÍTULO II
Ángel y demonio
-¿Estoy en el cielo? – Fue lo primero que preguntó cuando despertó y me miró a los ojos como nunca nadie lo había hecho, de una forma intensa y penetrante que quebró todas mis defensas, y por primera vez me hizo sentir más que un ángel o un demonio, me hizo sentir humano. No supe qué responder y ella solo se limitó a mirarme y sonreír como si yo hubiese sido lo que esperaba ver al morir – Eres mi ángel – Murmuró, lazando lenta y cautelosamente sus dedos hacia mi mejilla.
Instintivamente me alejé de su toque. No estaba acostumbrado a la proximidad y mucho menos a que un humano me tocara, además, aquella sensación todavía me desconcertaba. ¿Creía que era su ángel? Era todo menos su ángel, era su perdición aunque la salvara, porque una vez que descubriese para qué la querían, ella quedaría a su suerte, yo solo la necesitaba como garantía. No importaba a dónde fuera, la muerte la iba a perseguir, y estando conmigo, solo era cuestión de tiempo. Si resultaba demasiado peligrosa para la tierra yo mismo me encargaría de acabar con ella.
Vi como fruncía el ceño contrariada por mi reacción y alejaba su mano de mí lentamente. Alzó la vista, confundida, comenzando a tomar control nuevamente de su mente.
-¿Quién eres? – Preguntó.
-Edrian.
-Edrian – Repitió pensativa - ¿Estoy muerta?
La miré a los ojos; parecía feliz ante la idea de su muerte, no vi ni el más mínimo arrepentimiento en su rostro.
-No – Fue todo lo que pude responder, al menos no todavía, agregué para mí.
-Pero...salté – Dijo mientras se incorporaba y se percataba de que estaba en una cama – Caí – Repitió sin entender, mientras inspeccionaba todo a su alrededor.
-Si – Respondí.
-Pero, entonces... ¿Cómo puedo seguir con vida? – Inquirió; y con las manos comenzó a tocar su cuerpo buscando alguna señal, algún golpe, algo; pero sus dedos seguían recorriendo el perfecto contorno de su silueta sin sentir nada. Su rostro se fue convirtiendo lentamente en una máscara de terror mientras sus ojos se humedecían.
-¿Me salvaste? – Preguntó mirándome a los ojos de una forma que me hizo sentir incomodo.
-Si – Respondí otra vez y ella pareció analizar mi respuesta.
-Pero... Es imposible... Caí más de cuarenta pisos. ¡Salté!. ¿Cómo pudiste salvarme?
Exactamente la pregunta que no tenía intención de responder, porque hacerlo significaría decir lo que era, y eso no estaba en mis planes todavía, necesitaba ganarme su confianza para mantenerla a mi lado hasta descubrir todo, pero sabía que era necesario contarle ciertas cosas, debía conocer los detalles del plan que se estaba organizando para asesinarla; el destino de la raza humana dependía de mantenerla con vida, hasta que descubriera para qué la querían Gabriel y Azhael, debía protegerla de todo peligro, como un ángel de la guarda, aunque en este caso sería mejor decir un demonio de la guarda, si es que tal cosa existía.
-Estuve aquí esta mañana – Replicó asustada cuando reconoció la habitación y me detalló con mayor cuidado - ¿Quién eres?
Suspiré cansado, esto no iba a ser nada fácil de explicar.
-Hay algo que necesitas saber.
Cada palabra que pronuncié aquella noche fue un recordatorio constante de mi pasado, de la única parte de mi existencia que habría deseado eliminar para siempre; por supuesto, me limité a explicar sólo aquello relacionado con sus perseguidores, la verdad sobre mí no era necesaria. Cada frase dicha estuvo marcada por el más puro odio, debía eliminar a Azahel y llevarme con él a tantos como hubiesen sido corrompidos, el equilibrio debía volver, y tal vez, en algún momento, yo podría ser libre.
-¿Quieres que crea todo lo que acabas de decirme? – Inquirió escéptica enseguida que terminé de contarle toda la historia. Aunque podía ver que una parte de ella todavía dudaba, de alguna forma sabía que no mentía, que decía la verdad, pero no quería aceptarlo.
-Caíste más de cuarenta pisos, tú misma lo dijiste – Le recordé utilizando sus propias palabras en su contra.
-¿Cómo lo hiciste?
-Digamos que no son los únicos con ciertos poderes – Respondí sin darle más información que la necesaria.
-¿Qué hacías en aquel lugar? ¿Cómo me salvaste?
-Ya te lo dije, necesito que confíes en mí. Lo que yo sea capaz de hacer no es nada comparado con lo que ellos pueden hacerte si te encuentran. He visto a Azhael destruir pueblos enteros con pestes o guerra; es lo que ellos hacen, infectan el alma de las personas hasta reducirlas a exactamente lo que ellos quieren, y una vez que lo logran, no queda nada.
Ana se removió en la cama sin saber qué hacer; parecía luchar entre quedarse o salir corriendo.
-Lo que dices... No tiene sentido, es imposible...
-Hay cosas imposibles, pero no por ello dejan de ser ciertas; como el hecho de que saltaste desde un edificio de cuarenta pisos y aun así logre salvarte. ¿Cómo lo explicas?
La chica levantó la ceja de forma inquisitiva.