Rebelión

Capítulo VI Señales

CAPÍTULO VI

 Señales

 

Un dolor agudo estalló en mi mano subiendo velozmente por el brazo. Era como sentir hierro hirviendo contra la piel (O al menos así lo imaginaba) nunca antes había probado dolor como aquel, asemejaba a un hilo de fuego surcando mi cuerpo, trazando su trayecto en mis venas. Aullé de dolor mientras veía el rostro de Elena cubrirse de pequeñas y delgadas líneas violetas, como una especie de grabado interno, distorsionando su cara en una mueca escalofriante, su cabello cayó como lluvia veloz revelando una negra calavera surcada. Una inacabable neblina negra y espesa subió por el precipicio a su espalda nublando momentáneamente mi vista, y una bestia de tres cabezas surgió imponente a través de ella abriendo sus fauces con furia.

El risco sobre el cual estábamos comenzó a temblar y a desprenderse rápidamente precipitándose al abismo llameante, mi mano aun sujetaba la del cadáver que antes había sido Elena y caí impotente junto a él a la obscuridad absoluta; una luz incandescente surgió de las profundidades mientras caía.  
 

 ***
 

Estaba muerto, había caído al abismo, más no había sentido el dolor agonizante que había estado esperando; tal vez la muerte no dolía, quizás era igual a cerrar los ojos y dejarse llevar, por fin tenía paz aunque fuese en el infierno. La lógica me golpeó en la cara mientras pensaba "Estoy pensando" ¿Cómo era posible que después de la muerte aun siguiese consiente de todo?

Podía sentir algo húmedo y frío bajo mi cuerpo ¿La lava no se suponía que quemaba? ¡Y el cuerpo! Podía sentir todavía un cuerpo ¿No debería haber quedado reducido a una simple alma?

Fui consiente pronto, de que podía respirar igual que antes, que el aire pasaba por mis pulmones hinchándome el pecho. Tenía manos, dedos, los moví maravillado con la sensación. La muerte después de todo no era horrible, era maravillosa, ya no sentía dolor, la agonía había desaparecido. Fui consiente también de que tenía ojos, aunque aun no los hubiese abierto. Podía sentir un tenue resplandor a través de los parpados cerrados ¿Podría ser posible que estuviese en el cielo? No, estaba en el infierno, había muerto en la ilusión de Lilith, por lo que debería haber quedado atrapado en el abismo eterno.

Tenía miedo de abrir los ojos ¿Y qué si una vez que despertara volvía a la realidad y era una más de las almas que me habían atacado en el inframundo? Apreté los puños con fuerza y me obligué a despertar, mis ojos no se habían acostumbrado aun a la luz. Tardé unos segundos y como quince parpadeos, en acostumbrarme; estaba acostado boca abajo y con el rostro a un costado. Lo primero que vi fue una esfera incandescente y amarilla brillando a lo lejos ¿El Sol? Imposible. Cientos de árboles verdes se extendían uniendo sus ramas en una cadena interminable. El cielo azul brillaba entre los pequeños huecos que quedaban entre las ramas ¿Esto era la muerte?
 

Escuché el trinar de las aves sobre mí, la briza rozándome el rostro ¿Qué estaba sucediéndome? Estaba tendido sobre un césped bajo, bañado en rocío. Me levanté lentamente, aun examinando a mí alrededor. Más árboles me rodeaban como si estuviese en un pequeño bosque.
 

Un sonido peculiar retumbó en el aire alejando a las aves ¿La corneta de un auto? Caminé en la dirección en la que había sonado, buscando la fuente de aquello. Corrí entre los árboles, desesperado, arrancando ramas, saltando las raíces caídas y tropezando de vez en cuando en el camino. A medida que avanzaba, los sonidos de autos aumentaban tornándose más nítidos, debía de haber alguna carretera cerca, pero aquello no tenía sentido ¿Una carretera?
 

Crucé el último metro de una sola zancada y lo vi. No era una carretera, era una autopista, y cientos de automóviles iban y venían a toda velocidad. El cartel de señalización al otro extremo de la vía indicaba el nombre de un pueblo a unos metros de ahí. Estaba a pocos kilómetros del lugar donde había dejado a Ana.
 

Mi cuerpo me pedía volver con ella, pero mi instinto me decía lo contrario; si en realidad no estaba muerto ¿Cómo había vuelto del infierno? Era obvio ahora que seguía en la tierra pero... ¿Cómo? ¿Por qué? Tenía que ver a alguien más antes de ir a ella; no tenía idea de cómo había llegado ahí, ni cuánto tiempo llevaba inconsciente.
 

Me concentré con todas mis fuerzas en sentir la energía de Emil y me sorprendió notar lo fácil que me resultaba; era como si todas mis fuerzas hubiesen vuelto renovadas, me sentía más fuerte que nunca. No me costó nada encontrarlo, estaba en su cabaña en el bosque, de seguro pescando, le gustaba aquel lugar por su tranquilidad, estaba alejado de la civilización, en el medio de la nada. Cerré los ojos fuertemente, concentrado en él, y desaparecí.
 

***  

El cielo se estaba coloreando con tenues tonos naranja, tiñendo el enorme y frío lago rodeado de montañas, con fugaces destellos dorados. La pequeña cabaña de madera tenía justo frente a ella un largo muelle que se extendía a lo largo sobre el lago, y atado a una de sus esquinas, una pequeña lancha a motor con capacidad para dos personas.

Respiré profundamente con la vista fija en el horizonte. Estaba vivo, por alguna extraña razón, me había salvado...

-Gracias a Dios – Replicó una voz a mi espalda – Te estaba esperando.




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