Los sabios ancianos solían decir que cuando nacíamos el universo nos otorgaba un regalo llamado destino, el cual estaba tejido por errores y aciertos por lo que ninguno era igual a otro sin importar que fuese un dios, Agfin, bestia o humano, todos eran diferentes. Aunque muchas veces les escuchaba hablar de cómo estos podían coincidir unos con los otros. Decían que a lo largo de la vida conocías otros destinos que eran imposibles de prever, que solo llegaban y ponían tu mundo de cabeza más algunos se quedaban para siempre y otros únicamente por fugaces momentos.
De ser esto cierto otorgo al universo la culpa de haber guardado recelosamente tal maldito destino para mí, el cual al parecer comenzó a tejerse millones de años atrás antes que tan siquiera alguien hubiese podido imaginarse que alguna vez yo existiría. Este comenzaría cuando el mundo que todos conocían cambió, la rebelión y la gran batalla de los caídos contra los dioses provocó la destrucción del plano dimensional donde coexistían en completa armonía. Como consecuencia de esto el mundo fue dividido en tres razas diferentes y el único plano en sobrevivir fue el terrestre, el cual pertenecía a los humanos, dando lugar a que los dioses comenzaran a caminar en la tierra junto a estos.
La primera raza estaba conformada por los dioses los cuales se dividían en dos categorías, los dioses de rango menor y el dios principal o conocido como el padre de todo. Estos seres estaban facultados de inmenso poder, dueños de hacer y deshacer la vida de los humanos, algo que ni con la destrucción de su plano celestial cambió. Entre la raza de los dioses había una sub-raza aquella que libró la rebelión contra estos. Esta estaba compuesta por los exiliados o más bien conocidos como los caídos los cuales eran aquellos hombres y mujeres que habían pertenecido a las legiones de servicio de los dioses y que ante su rebeldía eran maldecidos y expulsados del Coellum hacía Antrum o también llamada la ciudad de los caídos la cual se mantenía oculta al ojo humano manteniéndoles ignorantes de su tangible existencia.
La segunda raza eran los Agfin seres poderosos en el dominio del fuego, eternos enemigos de los dioses, enemista de muerte que surgió después de que estos fueran expulsados del plano celestial donde regían como elementales. Los dioses no se tomaron con gracia que los humanos comenzaran a venerar a los Agfin como si de dioses se tratasen. Tales hechos fueron los impulsadores del paganismo en la humanidad.
Y por supuesto como olvidar a los humanos, la tercera raza considerada como la más débil. Seres creados por los dioses, conocidas por ser criaturas vulnerables llenas de dogmas y creencias, los cuales con el pasar del tiempo fueron evolucionando con vileza permitiendo que de una u otra forma se arraigara en su forma de obrar.
Fue así como millones de años antes el caos tomó la oportunidad perfectapara que la última pieza del juego fuese creada.