Rebelión: La ciudad de los caídos

¿Qué eres?

Mi cuerpo se tambaleaba como si alguien me cargase mientras la proximidad de un cálido cuerpo me abordaba — Tonta criatura— escuché una lejana voz. Entreabrí los ojos observando una difusa silueta hasta que volví a hundirme una vez más en la oscuridad.

Oscuridad que se vio interrumpida repentinamente con la imagen de un pueblo en llamas, ante mis ojos el fuego ardía por todos lados. Personas corrían despavoridas por mis costados mientras todo era consumido, escuché una explosión y luego alaridos desgarradores de personas que supuse inmediatamente que ardían entre las llamas. Mi mirada viajó con lentitud por todo el lugar hasta que vi a una pequeña niña y fue ahí donde mi corazón se aceleró con horror al reconocerme. Era yo, estaba viendo una vez más lo que ese día sucedió. Lanzó un grito tan fuerte que provocó que mi cuerpo fuese incinerado. Puedo jurar que sentí dolor, era como si mi piel estuviese siendo quemada.

Desgarré mi garganta entre gritos. Pataleé y lloré rogando porque los fantasmas de mi pasado se detuviesen hasta que abrí mis ojos con horror observando a un joven hombre de ojos heterocromáticos frente a mí — ¡Basta! — grité con pavor sentándome en el borde de la cama. Él se alejó con rapidez — Por favor detente—sollocé entre jadeos. Mis alertas se dispararon al ver como de entre sus manos dejaba salir una clase de bruma negra hasta que tomó forma de afiladas dagas.

— ¿Qué demonios eres? — preguntó amenazante —¡Contéstame! — gritó. Traté de ponerme de píe, pero mis piernas fallaron haciéndome caer al suelo. Agité mis manos buscando que mi poder volviese a mí, pero nada sucedió.

—Por favor no me lastimes— le rogué ante mi infortuna desventaja — Mi nombre es Gabrielle soy una Agfin no voy a hacerte daño— mascullé con miedo.

— He visto tus malditos recuerdos, ¡has masacrado a tu pueblo! — tensó su mandíbula —Se perfectamente que tú raza solo puede morir si un dios o un caído los asesina ¡no pueden matarse entre ustedes! ¿Qué mierda eres? — Abrí los ojos con furia poniéndome de píe rápidamente. La ira que sus palabras me provocaron consiguió que mi fuego reaccionara con violencia. Elevé mi mano apuntando a su dirección descargando toda mi rabia en él. La fuerza de la explosión que cause hizo que su cuerpo impactara atravesando la pared.

Caminé hasta acercarme al inmenso hueco que dejó al atravesar la pared, pero sorpresivamente algo tomó mi pierna halándome hacia afuera provocando que cayera desde el segundo piso de espaldas hacia la grama. Vi mi rostro reflejado en dos enormes ojos bicolor, la bestia del bosque había regresado. El gigante animal acercó sus afilados dientes a mi cuello.

— ¡Detente! — grité aterrada — Perro ayúdame— sollocé —No quiero lastimarte— dije dándome cuenta que lo que había dicho era estúpido. Sé muy bien que si él lo quisiese podía acabar conmigo en un segundo — Yo..., yo solo trato de escapar de un demente que quiere matarme, ayúdame a salir de aquí— supliqué. De pronto una azabache bruma cubrió el cuerpo de la bestia. Cerré mis ojos por inercia, pero cuando volví a abrirles todo rastro de calidez en mi cuerpo desapareció. El joven hombre que quería asesinarme estaba sobre mi sosteniendo mis muñecas contra la tierra.

—Primero— tensó la mandíbula —No soy un perro, maldita insolente— acercó su rostro a escasos centímetros del mío —Segundo— murmuró —Voy a partirte el cuello— sus pupilas se dilataron.

—¡Esto no puede ser cierto! ¡Suéltame! — chillé— ¡Todo esto es tu culpa! ¡En que maldito punto fue que llegamos a que tú quieras matarme si aquí el que comenzó todo fuiste tú! ¡Déjame! — grité tratando de liberarme.

—¡El maldito punto de partida fue cuando hiciste que atravesara la puta pared! — bramó cabreado. Tomó mis muñecas con una sola mano llevándolas hasta arriba de mi cabeza. Con su otra mano libre tomó mi cuello haciendo cada vez más presión en él.

— Hazlo — mascullé con esfuerzo. El fuego que recorría mi interior se condensó en mis venas provocando que su rostro se volviese un poema al verme —Más fuerte— musité levemente mareada con la esperanza que él lograse ponerle fin a mi vida. Él sonrió mostrando sus perfectos dientes, soltó mi cuello separando mis muñecas para seguirles manteniendo contra el suelo.

—Maldita pervertida— curvó una aterradora sonrisa —Solo no te corras antes de morir— mi boca se entreabrió con indignación. Él suspiró pesadamente —Has acabado con mi deseo de asesinarte— masculló — Voy a soltarte, no quiero llamar la atención de algún merodeador, pero te juro que si intentas algo no dudes que esta vez sí voy a hacerte pedazos— dijo levantándose de encima de mí.

Se dejó caer a mi lado y yo solo supe buscar la forma de calmar mi agitada respiración perdiendo mi mirada en el cielo el cual dejaba ver que el amanecer aun no llegaba; ambos nos manteníamos en silencio hasta que decidí romperlo.

—Yo no..., no soy una pervertida— aclaré mi garganta —Solo quería que me asesinaras de una vez por todas— suspiré cansada. Mis palabras hicieron que me viese con curiosidad —Solo termina tu trabajo— dije perezosamente.

—No le hago favores a nadie ¿Por qué crees que lo haría?— arqueó su ceja.

—Ni siquiera lo sé— suspiré.

—Demente — masculló.

— ¿Cuál es tu nombre? — pregunté sin más. Él entornó sus ojos ante mi repentina pregunta.

— Khaler— murmuró desganado.

— Lamento lo que sucedió— dije en un susurro tan suave pero suficiente alto para que él pudiese escucharme — No he querido que esto sucediera, es solo que has traído a mi mente recuerdos que trataba de mantener alejados— suspiré — Realmente lo siento— mordí mi mejilla interna —Gracias por salvarme de los caídos en el bosque—.

— ¿Quién eres? — preguntó por segunda vez mientras fruncía el entrecejo —Ya sé que tu nombre es Gabrielle, pero ¿quién eres realmente? Tu apariencia y habilidad son propias de un Agfin, pero no puedo sentirte como una de ellos, tu olor es diferente y demasiado familiar para mí— dijo aún con el entrecejo fruncido. Levantó su espalda del suelo para pasar a estar sentado frente a mí.




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