—Tendremos que acercarnos a Coellum— dije —y luego de eso evaluar la situación— mascullé pensativa.
—Eso implica atravesar la ciudad de los caídos— Kalher tronó sus nudillos —Entiendes que es un suicidio ¿cierto? — me miró fijamente —Si me ven cerca no dudaran en asesinarme y no creo que esta vez mi padre tenga piedad de mi e indudablemente de ti tampoco— dijo serio.
—Lo sé— susurré —Pero me imagino que tú conoces cada rincón de Coellum ¿no? — pregunté —Digo, por ser quien eres— arqueé mi ceja.
—Sí, conozco cada centímetro de su espacio— Kalher dijo—Creo que eso ya es un punto a favor para nosotros— suspiró— Pero sea como sea, ¿cómo vamos a acercarnos al castillo? No es como que llegaremos y ¡hey! Hola soy yo ¿puedo pasar? — habló sarcásticamente.
—Estaríamos muertos antes de poner un pie tan siquiera en las fronteras si ellos se enterasen de tu presencia— dije comprendiendo su punto.
—Exacto— concluyó —Pero...— dijo sin terminar hundiéndose en sus pensamientos.
—¿Pero? — pregunté apresurándole.
—Hay un segundo camino con el cual no es necesario viajar por las fronteras entre Coellum y Antrum— dijo conectando su mirada con la mía.
—¿Hablas sobre atravesar todo Antrum y el territorio de los humanos? — pregunté nerviosa quitando rápidamente mi mirada de sus ojos a lo que él frunció el entrecejo. Se puso de píe rodeando la mesa acuclillándose cerca de mí.
Alzó su mano con duda hasta que sus dedos acariciaron la comisura de mis ojos deslizándolos hasta mis labios frunciendo el entrecejo como si tratase de entender algo. Estaba tan asombrada de sus repentinas acciones que mi voz había desaparecido —¿Por qué tus facciones cambiaron? — preguntó con curiosidad —¿Por qué haces eso? — detalló mi rostro ¿de que hablaba? Él entendió mi confusión —He estado con cientos de mujeres— mi boca se entreabrió por la innecesaria información que estaba dándome —Pero jamás vi tanto dolor en la mirada de alguna de ellas como ahora la veo en la tuya— negó despacio —tu tristeza curva la comisura de tus labios— tragué saliva — No puedo comprenderlo—.
—No sucede nada— mentí girando mi rostro lejos de su mirada —Debes de comprender que no solo por el hecho de ser mujer todas seremos iguales— suspiré —La tristeza puede esconderse hasta en la más hermosa sonrisa— suspiré. Él tomó su rostro haciendo que le volteara ver de nuevo.
—Es sorprendente— masculló incomodándome su inquisitiva mirada sobre mis facciones ¿cuánto tiempo llevaba solo? Parecía ser completamente ajeno a las emociones hasta el punto de ya no comprenderles —Pero no puedes mentirme— dijo un tanto cabreado —Hay algo que nubla tus ojos. Gabrielle, si vamos a hacer esto tienes que confiar en mi— me advirtió.
No sabía que decir al respecto, el tiempo que había permanecido sola no era de mucha ayuda para poder expresar lo que sentía a alguien más que no fuera al típico silencio que siempre acompañaba a mi existencia, mucho menos podía confiar en alguien, con los que me había dado la oportunidad de hacerlo habían terminado traicionándome de crueles y dolorosas maneras.
—Déjame ver— Khaler susurró —No voy a lastimarte—dijo despacio. Asentí no muy convencida —No te muevas— sus ojos brillaron con su característico resplandor al usar su poder, puso sus manos en mi cabeza y fue así como nuevamente se dio paso entre mis pensamientos.
Repentinamente nos encontramos en medio de un campo de hermoso pasto, frente a nosotros había un imponente árbol, Khaler caminó hasta él y yo le seguí, al llegar nos dimos cuenta que bajo la sombra de este se encontraba una pequeña niña sentada, al observarla detenidamente me di cuenta que era yo. Retrocedí un paso al ver que mi pequeña yo se ponía de píe rápidamente.
—¡Padre! — gritó esta mientras corría a hacia un joven hombre. Khaler se acercó a ellos y yo no hacía más que solo seguirle. ¿Él es mi padre? ¿Cómo es que no puedo recordarle?
—Aren— Khaler.
—¿Quién es él? — pregunté.
—Aren es el maldito comandante de la legión del Coellum y mano derecha de mi padre— masculló sin apartar la vista del hombre —Es el dios de la guerra— me vio con destellos de preocupación a lo que yo tragué saliva. ¿Mi padre es un dios?
—Cumpliste tu promesa ¡viniste! — la pequeña Gabrielle saltaba emocionada.
—Te lo había prometido ¿no es así? — Aren como Khaler le había llamado cargó en sus brazos a mi pequeña yo. Era demasiado parecida a él obviando el color de mi cabello y ojos —Feliz 108 cumpleaños mi pequeña— dijo depositando un beso en la frente de la niña, esta rio con emoción —Ahora mi niña el tiempo ha llegado, el momento de que sirvas para lo que fuiste creada al fin está aquí—Aren dejó a la niña en el suelo. Detrás de este apareció un adolescente de peculiares ojos verdes.
—Padre..., ¿quién es él? — ella preguntó escondiéndose detrás de Aren. «mi padre» pensé.
Khaler ahogo una maldición en su garganta justo en el momento en que vio al chico acercarse —¡Que mierda crees que haces! ¡Maldito infeliz! —gritó.
—¡Khaler detente! ¿Qué haces? — dije asustada tomándole del brazo.
—¡Es Acker! — gritó soltando mi agarré con ira —¡Es mi maldito hermano! — me vio furioso.
—Hola Gabrielle— dijo Acker con malicia acuclillándose hasta la altura de mi pequeña yo —Vaya pero que criatura más hermosa la que has creado— suspiró volteando a ver a Aren mientras este último solo lo miraba sin expresión alguna —Que aburrido eres— rodó los ojos.
—¿Quién eres? — pregunto la niña, al parecer estaba asustada, pero ¿cómo es que he olvidado todo esto? —Padre ¿qué sucede? —preguntó con los ojos vidriosos.
—Tranquila pequeña—dijo Acker posando sus manos en mis mejillas —¡Mírame! —ordenó. Sus ojos verdes despidieron luz como lo hacían los de Khaler —Mataras a todos en tu villa, tu fuego incinerara hasta la última vida del lugar sin excepción alguna—Acker musitó provocando que los ojos grises de mi pequeña yo se volviesen el mismo tono de color que el suyo —Olvidaras todo recuerdo que tengas de tu padre como de igual forma olvidaras mi rostro, pero estarás destinada a regresar a mí— torció una sonrisa —Tú serás la que termine con todo, en tus manos estará el llevar a cabo el final de los dioses y Coellum. Estarás a mi lado y serás mía, pero mientras tanto solo vive— dijo Acker mientras sus ojos iban apagándose. Mi pequeña yo comenzó a caminar con la mirada desorbitada parecía solo un frasco vació andante.