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STEVE:
Me desperté lentamente, sintiendo cómo la luz del sol se filtraba a través de las cortinas de mi habitación, creando un suave juego de luces. Con un bostezo prolongado, me sobé los ojos para despejarme del sueño que aún me envolvía. Después de unos momentos de pereza, decidí que era hora de ducharme. No había nada como el agua caliente del baño para despertarme por completo. Mientras el vapor llenaba el espacio, mi mente vagaba entre los pensamientos del día que me aguardaba, desde las clases en la universidad hasta lo que iba a hacer respecto a mi mate.
Al salir de la ducha, me envolví en una toalla y me dirigí al armario. Era un pequeño caos; había una variedad de prendas apiladas, camisetas de diferentes colores y pantalones en desorden, pero rápidamente elegí un pantalón azul que resaltaba mi figura y una camiseta verde claro que me daba una sensación de frescura. No podía olvidar las zapatillas ADIDAS que complementaban mi atuendo. Tras ponerlas, me miré en el espejo. Algo en mi imagen me decía que estaba listo para enfrentar el día y, en cierta forma, los retos que se avecinaban.
Bajé las escaleras sintiendo el aroma del desayuno, el que ya se había apoderado del aire en la cocina. Una vez allí, la voz de Isabell, nuestra asistente, resonó en el ambiente con un tono familiar.
—Mi alfa, su desayuno está servido —anunció, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
—Ok, gracias, Isabell. ¿Has visto a mi nana? —pregunté, intentando mantener un tono serio. A veces, hacía falta una pizca de autoridad en la casa, pero con Isabell, acostumbraba a relajarme.
De repente, escuché la voz familiar de mi nana que provenía del marco de la cocina, llena de jovialidad.
—¿Quién me busca? —preguntó con ese tono juguetón que solo ella sabía emplear. Al girar la vista, la vi de pie ahí, con su característico delantal de flores, una prenda que le daba un aire entrañable y una expresión amorosa en el rostro.
Corrí hacia ella y la abracé con fuerza, sintiendo esa calidez que solo ella sabía proporcionar.
—¡Buenos días, nana! —le saludé con un tono alegre, con los ojos brillantes de felicidad. Con ella, siempre podía ser yo mismo, sin máscaras ni pretensiones. Sabía que había estado a mi lado desde que tengo memoria, y eso me confortaba.
—¿Cómo amaneciste, mi niño? —me preguntó, su sonrisa iluminando la habitación como un cálido rayo de sol penetrando en la oscuridad, y ese pequeño gesto hizo que mi corazón se abriera un poco más, aunque el tema que debía abordar me pesaba.
—Bien, nana, gracias. Pero hay algo de lo que necesito hablar contigo, y es bastante importante —respondí, sintiendo cómo el peso de la conversación se acercaba con cada palabra.
Ella frunció el ceño un poco, adoptando una mirada curiosa, tan familiar para mí.
—¿Y ahora en qué lío te has metido, jovencito? —preguntó, no sin un toque de humor en su voz que, sin embargo, no pudo ocultar la preocupación en sus ojos.
Nos dirigimos a mi habitación, buscando un poco de privacidad, un rincón alejado del bullicio cotidiano. Cerré la puerta tras nosotros y respiré hondo, sintiendo el aire pesar en mis pulmones.
—Nana… encontré a… mi mate —le confesé, dudando en cada palabra que fluyó de mis labios. La ansiedad comenzó a aflorar en mi pecho, como un nudo que se iba apretando a medida que avanzaba la conversación.
Sus ojos brillaron con emoción al oír mis palabras y una sonrisa se dibujó en su rostro. De repente, mientras me abrazaba con alegría, sentí el calor de su cariño, tal como siempre había sido.
—!!Qué alegría, cariño!! ¡¡Qué bien!! ¿Cuándo me la presentarás? ¿Es bonita? —me bombardearon sus preguntas, la emoción desbordándose en su voz, su alegría era contagiosa.
Era verdad, mi mate era una chica hermosa, con ojos que brillaban como estrellas y una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Pero había algo que me frenaba: era humana, y eso complicaba las cosas más de lo que podía explicar. La realidad se hizo evidente ante mí, y antes de que pudiera dudara nuevamente, respondí con firmeza:
—LA VAMOS A RECHAZAR, NANA —dijimos los dos al unísono, la resolución impregnando nuestras voces.
—¡¡¿CÓMO QUE LA RECHAZARÁN?!! —exclamó mi nana, su rostro serió, la voz elevada. El aire se llenó de sorpresa y tensión; su expresión era la que todos esperaban cuando alguien se atrevía a ir en contra de lo que ella consideraba.
—Sí, la rechazaremos por ser una débil humana. Además, tengo a mi novia, y es más fuerte que mi mate. Valeria podrá proteger a la manada junto a mí. Y no hay nada más que hablar —le respondí de manera firme, a la vez que albergaba en mi corazón una mezcla de culpa y determinación.
Era difícil; no me gusta hablarle así a mi nana. Con ella, siempre puedo dejar de lado las máscaras que llevo puestas en el mundo exterior. Es como una madre para mí, la única persona que siempre ha estado ahí. Pero el asunto de mi mate era delicado, un tema que no quería discutir ni recibir opiniones. Necesitaba que me entendiera.
Con una mezcla de pesar y determinación, le di un pequeño beso en la mejilla. —Adiós, nana. Que llego tarde a la universidad —le dije, sintiendo la necesidad de alejarme, de buscar algo de claridad.
Salí de mi habitación con una sensación de consternación en el pecho. Cada paso hacia la salida era pesado, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso a mi alrededor. Mientras me dirigía a mi coche, sabía que debía seguir adelante. La primera tarea del día era recoger a mi novia. Valeria, mi chica fuerte y decidida, me esperaba. Ella era mi refugio, mi soporte en este torbellino emocional, y, al final del día, mi prioridad en este complicado mundo en el que me había sumergido. Todo lo demás parecía lejano y borroso, como si no existiera.
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Editado: 03.08.2024