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¿Quién soy yo? No sé cómo sentirme. La revelación de mi adopción estaba hiriendo más de lo que imaginaba. Me duele saber que soy adoptada y, aún más, me duele saber que me mintieron durante tantos años. Mi mente lucha con el torbellino de emociones: confusión, traición, pero también amor.
Sin embargo, decido que no le voy a tomar esto contra ella. Mi madre, aunque no biológica, ha sido mi madre en todos los sentidos que importan. Ella ha sido mi refugio y mi apoyo incondicional a lo largo de toda mi vida. La miro, y en un impulso de necesidad y cariño, me acerco a ella y la abrazo con fuerza. Mamá me rodea con sus brazos, y en ese momento, el mundo parece volver a su lugar.
—María, por favor, no me odies por haberte mentido. Sabes que tú eres mi razón de vivir y sin ti, moriría —susurra ella, su voz entrecortada por las lágrimas que parecen querer brotar de sus ojos. Su rostro, normalmente sereno, ahora refleja la angustia que siente por mi dolor.
—Mamá, yo nunca voy a odiarte. La verdad me cuesta asimilarlo, pero te prometo que si es verdad, lo aceptaré. Te voy a querer siempre, mamá —le digo con toda la sinceridad que puedo reunir, intentando que mis palabras le reconforten.
Su sonrisa, aunque un poco temerosa, ilumina su rostro mientras me abraza más fuerte.
—Gracias, mi pequeña —murmura, y siento su alivio, aunque su voz aún temblequea.
Un momento después, intento cambiar el ambiente tenso. La idea de pasar tiempo juntas y disfrutar de un helado me hace sonreír.
—Mamá, hoy es el día de helados y pelis —le digo, con una sonrisa que busca desvanecer las sombras que nos han rodeado.
—¡Claro que sí! Ok, yo voy por el helado, y tú pon la película —me responde, y asiento con entusiasmo, desenterrando un poco de la alegría que había perdido.
Mientras ella se dirige a la cocina, voy corriendo a elegir la película. Busco entre mis favoritas, los recuerdos de risas y charlas despreocupadas fluyen en mi mente como una corriente cálida. Al elegir una comedia que siempre nos hace reír, un rayo de nostalgia me envuelve, y en ese momento de incertidumbre, encuentro un poco de consuelo.
Después de un rato de risas y helados, mi mamá comienza a hablarme sobre mis padres biológicos. Su voz se torna suave, como si cada palabra tuviera un peso especial, y yo escucho atentamente, fascinada y aterrorizada al mismo tiempo.
—Conocía a tus padres desde que eran pequeños —empieza ella, sus ojos reflejando un mundo de recuerdos—. José y Ana eran Alphas de una manada muy poderosa, pero no eras simplemente una niña; hay algo muy especial en ti. Ellos querían protegerte, y sabían que con la guerra que se cernía sobre ellos, no podrían hacerlo. Creyendo que yo podría ayudarte a crecer en un entorno seguro, decidieron entregarte a mí.
Sus palabras suenan como una historia fantástica, sacada de un libro de cuentos. Escuchar sobre lobos y Alphas, sobre un mundo sobrenatural diferente al mío, despierta una mezcla de miedo y emoción dentro de mí.
—¿Alphas? —pregunto, tratando de procesar la nueva información—. ¿Yo también soy una...?
—Sí, querida, tú también eres una Alpha —me dice con una mirada llena de amor—. Tienes herencia en ti. No eres una persona común, eres especial. Van a ocurrir cosas increíbles en tu vida.
Su voz es calmada, pero yo solo puedo pensar en lo desconocido que está frente a mí. Lo que solía ser mi mundo cotidiano ahora parece una burbuja quebradiza listada para estallar. Decido que, aunque aceptar todo esto me cuesta, es posible encontrar la fuerza para entender mi nueva realidad.
Mientras ella me cuenta sobre cómo conocía a mis padres, mi corazón comienza a palpitante; aunque hay una herida abierta, siento que la curiosidad por mis raíces me anima. La idea de que he sido parte de algo más grande de lo que imaginaba, aunque aterrorizante, también me hace sentir una peculiar alegría.
Cuando la conversación pasa a otros temas, me doy cuenta de que ya es bastante tarde.
—Creo que es hora de irme a dormir —dije, bostezando con un esfuerzo por mantener los ojos abiertos—. Hasta mañana, mamá, mañana me sigues contando, ¿ok?
—Hasta mañana, princesa —me responde, con una sonrisa que refleja tanto amor que me hace sentir un poco más fuerte.
Al subir a mi habitación, la preocupación de Luna comienza a tener más peso en mi mente. **Pronto me conoceré, quiero decir, me transformaré**. Su voz interior es un eco de mis mismos pensamientos. Me siento atrapada entre lo familiar y lo desconocido.
Después de ducharme, me refugio en la calidez de mi cama. Mis pensamientos giran y giran, pero finalmente, el cansancio me supera, y me quedo profundamente dormida. En mis sueños, vislumbro destellos de un mundo más allá de lo que conocía, donde los colores son más brillantes y las sombras, más intensas. Lo que me espera es tanto emocionante como aterrador, y aunque mi corazón aún está adolorido, una chispa de esperanza comienza a brillar en mi interior.
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Editado: 03.08.2024